Juego de ojos
La Academia Sueca otorgó el Premio Nobel de Medicina a un par de científicos (un británico y el otro japonés), quienes consiguieron algo identificado con ” un milagro”: que las células adultas o madre se transformen en células capaces de regenerar tejido dañado en el cerebro, el corazón y otros órganos.
Cuanto bien haría al sistema político mexicano que existiera la posibilidad de injertar células madre y romper con una genética a todas luces nociva. No solo uno, sino diversos tipos de cáncer han invadido distintos órganos en los distintos niveles de la sociedad, aunque se quiera responsabilizar única y exclusivamente al gobierno.
El mal que carcome todos los órganos se llama corrupción, cuya genética se identifica con una célula denominada impunidad, cada vez más resistente, mutante y en ocasiones inmune a todo.
La descomposición se acentuó porque manos inexpertas, intervinieron en un organismo que ya acusaba severos signos de deterioro en todo su sistema. El jefe responsable del equipo médico, con serias deficiencias en su desempeño académico y profesional, Vicente Fox, equivocó el diagnóstico y al más grave de los males en ese momento ofreció superarlo “en 15 minutos”. Terminó todo un sexenio y el paciente, México, denotaba metástasis, ya que el equipo denominado panismo, optó por el camino fácil de negar la gravedad del paciente.
Al equipo de investigadores, encabezado por Felipe Calderón, le pareció que la ruta para sanar al enfermo era declarar una guerra contra los agentes del mal y una estrategia de exterminio, que terminó por fortalecer o cuando menos por demostrar que los miles de millones de antibiótico que se aplicó para ese fin, solo ocasionaron aún más el debilitamiento del enfermo.
Hablar de genética en la vida del sistema político mexicano puede parecer un juego inadecuado que no es tanto. Valdría la pena rescatar células madre que preserven la honestidad, el patriotismo, la honorabilidad, el espíritu de servicio y que, a la vez, contrarresten la soberbia, la cerrazón, la ambición incontrolada, la mentira, la corrupción y una larga, desafortunadamente muy larga, lista de males que acechan a México.
La conceptualización del sistema político mexicano resulta tan complicada como ambigua es la naturaleza del mismo. Hay daños irreversibles, pero la ciencia ha avanzado y su ejemplo bien pudiera servir de guía o ejemplo para el futuro. Hace todavía muy poco tiempo la palabra cáncer connotaba muerte, cuando que hoy muchos de sus tipos de mal pueden ser controlados y extirpados.
Así debiera ocurrir al país en los meses y años por venir, en donde el equipo de médicos y científicos sea capaz de hacer un buen diagnóstico y extirpar los males sin que, lejos de sanar, amenacen la vida del enfermo como ocurrió con el programa de seguridad implementado en el sexenio por terminar.
¿Cual será la célula madre idónea, necesaria, suficiente y efectiva para curar la crisis de gobernabilidad, legalidad, institucionalidad, así como el hartazgo y enojo social?.
Es creciente el clamor por la gravedad del enfermo y que hasta ahora “resultó peor el remedio que la enfermedad”. ¿Hay cura para el sistema político? ¿Existe acaso posibilidad de regenerarlo, restaurarlo, transformarlo, rehabilitarlo o reivindicarlo?
Es una lástima que quienes ganaron el Premio Nobel de Medicina no sean mexicanos y vivieran en México, pues su avance respecto al uso de células madre para erradicar enfermedades, incluido el cáncer de la corrupción, ayudaría a los males que afectan al sistema político.
Sin embargo, por lo pronto, habrá que ser muy cuidadosos y exigentes con el diagnóstico y la enfermedad más grave, para no estar tanteando.
QMX/am