Teléfono rojo
El ahorro comenzó siendo un negocio de saliva… y así sigue. Recordemos que era con esa materia con la que se mojaban los timbres que se pegaban en una libreta que posteriormente era llevada al banco y ahí hacían el registro en otro tipo de libretas expedidas por los bancos. Cada año entregaban el cuatro por ciento de interés sobre las sumas existentes. Se tenían también los llamados Bonos del Ahorro Nacional cuya promoción indicaba que duplicaban su valor a los 10 años.
De esta forma y con timbres de 20 centavos se iba creando la cultura del ahorro en los niños. Los que poseían Bonos del Ahorro Nacional ya eran de otra clase social, tenían más dinero para invertir en cada documento de éstos que tenía un costo mínimo de 10 pesos. A cada libreta de timbres le cabían hasta 20 pesos. Eran los tiempos en los que los centavos valían no sólo por lo que con ello podía adquirirse sino su propio valor en metal, ya que incluso en el otro lado de la frontera se compraban las “josefitas”, los “quintos”, los “soles”, es decir, nuestras monedas y se pagaba de acuerdo a lo que pesaban en relación con el precio internacional del metal.
Era muy común que a partir del tercero o cuarto año de primaria se sacrificara parte del dinero para comprar un refrigerio y se compraran timbres. La mayoría de los niños deseaban llenar sus libretas de ahorro casi con el mismo gusto con el que se llenaban otras que contenían a los héroes del momento, las colecciones de muñecas, otros ejemplares para tener suficientes casas de muñecas, etcétera. Puede decirse que los adultos de ahora que rebasan los 50 años son los que todavía -y pese a la difícil situación económica buscan- como ahorrar, como contar siempre con un “colchoncito” para las emergencias y han cambiado tanto los tiempos que no se busca precisamente a un banco para garantizar la seguridad del dinero ya que, sabido es, las comisiones suelen ir mermando las sumas guardadas y los intereses que se pagan no sirven ni siquiera para cubrirlas.
Al ir dejando morir las libretas o mejor dicho cuando se cancelaron, que fue justamente en el sexenio de José López Portillo al nacionalizar la banca, y señalar que los intereses que pagaban los banqueros eran ridículos y que en el caso del ahorro en timbres y de los propios Bonos éstos tenían que alcanzar mínimo el 20 por ciento anual, lejos de incentivarse la creación de estas reservas se dejó de guardar, se acabó con esa enseñanza que, de manera lateral, conllevaba el aprendizaje del manejo de la economía personal y por ende, posteriormente, de la familiar. A partir de entonces el registro del ahorro fue en picada y ahora pretenden resurgirlo.
Solo que la saliva ya no proviene de la boca de cada ahorrador sino de la venta que quiere hacerse de CETES. Los niños se han presentado como el mejor mercado para los inventores de esta forma de obligar a los padres a que hagan depósitos que tienen como respaldo la firma gubernamental, y para muchos, incluso para mí, ya es preferible caer en manos de un banquero mientras en México no se aprueba la Ley que permita que quiebren y se lleven mi dinero, que el gobierno que no duda ni un segundo en realizar todo tipo de despojos y que puede, tarde o temprano, hasta argumentar que a los que adquirieron estos documentos y son extranjeros no les podemos quitar un céntimo pero que hay que ser patriotas y dejar en el limbo lo que, seguramente, con tanto trabajo se logró ingresar o cambiar.
Los botones de muestra son muchos y no comienzan precisamente con las pensiones sino con el ahorro que hicieron los braceros, que le depositaron al gobierno y del cual, después de pleito tras pleito, recuperan tan solo una mínima parte de lo entregado y pagadero en “abonos chiquitos”. Sigue el sistema de pensiones tanto del IMSS como del ISSSTE, dinero que simplemente “desapareció” y que también obraba en poder del gobierno federal. Ni qué decir de las transacciones que se hacen con las Afores. Los bancos. que no dejan de cobrar un solo día por manejo de cuenta aún y cuando tienen el dinero cautivo, por mucho tiempo, para invertirlo en préstamos o en otras operaciones que les reditúan grandes ganancias, ya se están quejando de que no les resulta atractivo el control de estos depósitos y lo que se percibe son movimientos que de nuevo lleven al despojo de los ahorradores.
Estos CETES tienen en el futuro grandes promociones. Ya los veremos anunciados en los medios electrónicos y en la prensa señalando grandes beneficios para los ahorradores y habrá, seguramente, quien mantenga su confianza en el manejo gubernamental del dinero que, visto está con el endeudamiento que arrastra nuestro país y la poca transparencia en la presentación de los gastos, no es precisamente su fuerte. Ahora que, viéndolo desde otro aspecto, ya con el solo hecho de pesar nuestras monedas, de conocer la aleación de la que están hechas cuando se emiten en un país en el que si algo ha sobrado son las minas de metales, ya podemos medir cuál es el valor real de nuestro peso, de nuestra moneda base y para qué nos sirven en estos momentos los centavos para tomar una decisión.
Ya ve usted como sigue siendo de saliva el ahorro?
QMX/la