LA COSTUMBRE DEL PODER: Contabilizar el gasto

27 de septiembre de 2012
 , 
0:15
Gregorio Ortega

Alarma y estupor causa la enorme deuda pública interna acumulada por las entidades federativas. Poco importa el monto, lo que debe analizarse es el cómo y el por qué llegaron a esos extremos, y determinar dónde fue a dar ese  gasto excesivo, porque obra debe existir, nóminas, listado de adquisiciones e incluso resultado de concursos; bueno, quizá puedan detectarse abusos que deban sancionarse, cuando menos para sentar precedente, porque de otra manera la fiesta con los recursos fiscales continuará.

Por lo pronto, debe quedar establecido que ese descalabro que pagarán los contribuyentes tiene sus orígenes: es el saldo de la alternancia y el costo de una democracia mal conceptuada, arraigada en el clásico dejar hacer, dejar pasar, sin control ninguno, sin transparencia, porque así convino a los intereses políticos inmediatos de Acción Nacional.

La democracia no es un festival que dura el tiempo de un gobierno, y se reinicia constantemente. Ser demócrata es estar comprometido, significa asumir responsabilidades, rendir cuentas sin maquillarlas, pues de lo contrario se va a los extremos que condujeron a los gobiernos totalitarios, ya no digamos a ese autoritarismo dulzón e ilustrado.

Quizá lo más difícil en la democracia es contabilizar el gasto, porque quienes gobiernan, en un instante de soberbia llegan a considerar que los recursos fiscales son suyos, pues encarnan al gobierno que administra al Estado y tutela a la nación. El abuso de poder por antonomasia es meter la mano al cajón, porque establecer complicidades para hacerlo es fácil, lo que no ocurre con otro tipo de corruptelas.

Las complicidades para convertirse en millonario abundan, ajenas a las que comprometen la seguridad de los ciudadanos, las que no se detienen a contemplar las secuelas de equívocas políticas públicas, porque la corrupción no es ni exclusiva ni necesariamente pecuniaria. Hay quienes tienen otras debilidades frente al poder.

Para evitar la corrupción, lo elemental es contabilizar el gasto en todos los niveles de gobierno. En qué se gastó y por qué; qué motivó la contratación de deuda y a cuántos años; quiénes la van a gastar y quiénes la van a pagar. Las finanzas de quienes se van debieran ser públicas, sujetas a auditorías fiscales, y si no pueden comprobar orígenes de esos recursos que ya consideran propios, debe sancionárseles, incautarse esas fortunas mal habidas.

Describe mi Demonio de Sócrates literario la conducta de los panistas: “El que exponía una duda entorpecía su actividad política; al que les daba una advertencia, lo escarnecían llamándole pesimista; al que estaba en contra de la guerra, que ellos mismos no sufrían, lo tachaban de traidor. Era la pandilla de siempre…, que llamaba cobardes a los prudentes, débiles a los humanitarios, para luego no saber qué hacer, desconcertada, en la hora de la catástrofe que ella misma irreflexivamente había provocado. Era la misma pandilla que se había burlado de Casandra en Troya y de Jeremías en Jerusalén…”

Ahora, a pagar los costos de una alternancia, para la cual los políticos y los administradores públicos que la protagonizaron, nunca estuvieron preparados.

QMex/gom

 

Te podria interesar