Libros de ayer y hoy
Por supuesto, ambos son parte de un cambio de gobierno y una vieja tradición del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Si durante los mas de 70 años que el PRI estuvo en el poder entre 1929 y 2000 el gobierno y su estructura eran “reinventados” cada sexenio con criterios gatopardianos y gastos que permitían nuevas accesiones al club de los beneficiarios de la Revolución, cuantimás ahora que el Partido Acción Nacional (PAN) deja el poder.
Habría que preguntarse si el país está en condiciones de esa reinvención sexenata. Mucho hay que cambiar, es cierto, pero no necesariamente en uniformes o logos o los colores del parque vehicular. Tal vez ni siquiera en muchos procedimientos.
Pero en aras del cambio y mostrar que el nuevo gobierno es distinto que el anterior ¿debemos cambiar los logos o los uniformes o los colores de las dependencias federales o la forma en que desarrollan sus funciones? ¿Cuántas Secretarías debemos reformar o reubicar, reconcentrar o reformular? ¿Cuánto costará eso al país?
Y la realidad es que de la misma forma en que no todo lo que hizo el PRI en sus 70 y mas años de gobierno fue malo, tampoco puede decirse que todo lo hecho por los gobiernos del PAN lo haya sido.
Que hay mucho que criticar y criticable, es absolutamente cierto y debe hacerse. Que lo haya sido todo, es de dudarse. Pero es la política.
Y de la misma forma, habría que pensar en la presunta búsqueda del liderazgo latinoamericano. Ese que supuestamente tuvimos a mediados del siglo 20 en lo que hoy se califica como una época de oro de la diplomacia mexicana pero que no considera que mayormente, fue porque en una época aciaga para América Latina México era el “tuerto en tierra de ciegos”, y que con una doctrina de política exterior coherente, era la mejor opción disponible para latinoamericanos liberales y progresistas.
La situación actual es diferente. América Latina está enmedio de un debate político en el que regímenes librecomercistas como Chile, Colombia, México, Panamá y en alguna medida Perú compiten con naciones donde el gobierno se erige en estado como Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador y Venezuela. Las libertades políticas y civiles están en un estira y afloja pero existen en la mayor parte del continente, un disidente latinoamericano ya no tiene solo a México como opción de refugio regional.
Cierto. Por tamaño, por economía, por impacto político, México tiene, puede y debe tener un papel de prominencia en el continente, pero si se busca un liderazgo latinoamericano no basta con una o varias giras, ni con declaraciones, sino con un trabajo considerable dentro y fuera del país.
México debe entre otras cosas redefinir cuales son los nuevos parámetros de su política exterior. Un simple retorno a la “Doctrina Estrada” no es suficiente en una época donde la globalización ha entrelazado y reformulado las tesis de política exterior y de seguridad nacional.
Está obligado también a poner su casa en orden y dominar, o terminar de controlar al brote de delincuencia organizada que impone tantos desafíos a nivel local, y alcanzar un mínimo de acuerdo político que dé continuidad a una doctrina de política exterior por encima de realidades y ficciones de la política doméstica.
Pero sobre todo, también debe invertir en sus relaciones exteriores y en su política internacional. ¿Queremos ser líderes? Correcto, empecemos por dejar de reinventar el hilo negro y preguntemos que vale la pena conservar de lo que hicieron el gobierno Calderón y anteriores que es necesario cambiar para empezar a replantear la continuidad que permitió coherencia bajo la Doctrina Estrada (con todo y las excepciones que se dieron en su momento).
¿Queremos ser líderes? Muy bien. ¿Cuanto estamos dispuestos a invertir? La diplomacia brasileña tiene buena fama por su calidad pero la diplomacia mexicana no se queda atrás, pero Itamaratí puede ejercer un presupuesto anual de 2,500 millones de dólares o mas entre gasto directo y de ayuda externa: la Cancillería mexicana recibe algo mas de 500 millones de dólares y quejas de que los diplomáticos viven “con lujo asiático”…
Pero sobre todo, no busquemos proclamas. El liderazgo se busca, se asume y se ejerce. Pero demanda de compromisos y bases. ¿Las tenemos?
QMex/jcf