LA COSTUMBRE DEL PODER: Transparencia y poder

18 de septiembre de 2012
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Gregorio Ortega

La transparencia en el ser humano posee dos vertientes paradigmáticas: religiosa y política; en lo externo tienen imágenes distintas, pero en el fondo comparten costumbres idénticas, porque exigen el mismo comportamiento, manera de ser, actitud.

La transparencia en religión es una manifestación de la fe. En política define la conducta, la actitud de quien desea servir por sobre todas las cosas y todos los compromisos. ¿A eso aspiran EPN y quienes le aconsejan una enmienda constitucional que transforma al IFAI en organismo autónomo?

La propuesta de reforma es ambiciosa, pero incompleta, por carecer de los instrumentos legales para sancionar, porque conocer la verdad sin posibilidad de corregir el error, sin castigar a quien violó la ley, por aquello de la inmunidad soberana que sólo es sinónimo de impunidad, únicamente conduce a la frustración y al agravio magnificado: Ya sé cómo y por qué me jodiste, pero nada puede hacerse para remediarlo.

Proponen los priistas un IFAI que pueda iniciar y promover controversias constitucionales, un organismo cuyas decisiones en materia de solicitud de información sean vinculatorias, definitivas e inatacables -con excepción del Poder Judicial de la Federación; es decir, fomenta el desequilibrio de los tres Poderes de la Unión-, pero una vez que la sociedad pueda acceder a la verdad, conozca de cómo abusaron del poder, se llevaron el dinero del presupuesto, mal administraron, o les dio miedo actuar, o se sirvieron de la procuración y administración de justicia, ¿cómo obligar a los administradores públicos en falta, a rendir cuentas ante los tribunales? ¿Podrá el IFAI solicitar juicio político a quien, debido a la transparencia, se descubra que delinquió?

Si -como se expuso ayer en este espacio- se exige al presidente que se va, que explique origen y destino del crecimiento en 118 por ciento de la deuda pública externa durante su gestión administrativa, y la aclaración no satisface legalmente, o las cuentas no cuadran, o el destino de ese dinero es inexistente, o lo hizo por la libre, ¿podrá llamarse a cuentas, o nos saldrán con la cantaleta de que la ley no es retroactiva, a pesar de que la posibilidad de sancionar el delito no prescriba hasta dentro de muchos años, o podrá escudarse en la inmunidad soberana? Entonces, ¿para qué la transparencia, si la ley carece de dientes para sancionar a quienes son corruptos?

Si el Poder Judicial de la Federación queda al margen de las reformas constitucionales y legales en materia de transparencia, y puede sustraerse a los requerimientos del IFAI, es partir de un equívoco, es ceder inmunidad e impunidad a uno de los tres Poderes, es hacer de los jueces una casta inatacable.

La transparencia en la administración pública se transforma, así, en arma de dos filos, porque la verdad podrá conocerse, ser exhibida, publicitarse, pero será imposible sancionar a quienes delinquieron, ¡vamos!, ni siquiera sujetarlos al escarnio público, al descrédito social, porque quien lo haga puede ser demandado por calumnia o difamación.

La transparencia desde el poder y para el poder, sin sanción, es como una tortilla sin sal.

QMex/gom

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