LA COSTUMBRE DEL PODER: Atraco presidencial

17 de septiembre de 2012
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Gregorio Ortega

Afirmar que debe acabarse con la mentira sería una temeridad, porque en política verdad y engaño son intercambiables, tienen usos múltiples, como lo reclama el afán de aferrarse al poder. Lo que debe y puede exigirse es que deje de anatematizar al PRI con la cantaleta de las recurrentes crisis económicas, porque Acción Nacional no canta mal las rancheras en ese rubro.

Según las cifras oficiales del INEGI, en medio del fervor salinista la deuda externa bruta del sector público ascendió a 76,665 millones de dólares en enero de 1990, pero para 1994 se incrementó a 85,436, lo que refleja el costo de la desestabilización económica propiciada por la irrupción del EZLN y los crímenes políticos. Aumentó en 11.4 por ciento. Creció en 8,771 millones.

Ernesto Zedillo, el pavoroso hombre de Acteal, hizo bien su tarea económica, pues entregó el poder al PAN con una deuda externa pública de 84,600 millones; disminuyó 1 por ciento, 836 millones menos.

Vicente Fox entregó el país a su sucesor con una deuda externa pública de 54,766 millones. Puede pensarse que su acertada gestión administrativa la disminuyó 35.3 por ciento, o 29,834 millones, pero también puede suponerse que el desaparecido fondo de contingencia, el ahorro de los mexicanos, se destinó a disminuirla, lo que no está mal si ese fue el caso, pero como nada se aclara, todo queda en el misterio. La otra explicación refiere a que se implementó una política de cambiar deuda externa por deuda interna, lo que equivale a engaño, porque la deuda permanece.

Para amargar la glamorosa despedida del presidente constitucional saliente, borrarle la sonrisa del rostro, todos sus gobernados deben enterarse que, siempre de acuerdo a las cifras oficiales del INEGI, en febrero del presente año la deuda externa fue de 119,654 millones; es decir, la incrementó -a pesar de unas reservas históricas cuya existencia nadie puede comprobar- en 118.5 por ciento, o 64,888 millones más de endeudamiento, seguramente destinados a sufragar los gastos de su muy personal guerra, que en nada benefició a México ni a los mexicanos.

Pero -me advierte un economista de luces- es necesario informar a los mexicanos que durante la actual administración la deuda interna también creció. En 2006 equivalía a 22.6 por ciento del PIB, hoy es del 35.4 por ciento. Creció en 1.7 billones de pesos, hasta llegar a los 4 billones 32 mil 651.3 millones de pesos al concluir el primer trimestre de 2012; es decir, las cuentas alegres ya no lo son tanto.

Acción Nacional entrega al país más endeudado que nunca antes en su historia, lo que da una verdadera dimensión de la estrategia publicitaria y de desinformación desplegada por el gobierno que termina, y la difícil situación económica en que el PRI regresa al poder, lo que se complica con la serie de agravios infligidos por las equívocas políticas sociales y la inseguridad pública, tanta violencia, tanta muerte.

Este país es víctima de la soberbia. El presidente que pronto dejará de serlo, se creyó poseedor de ese dogma que convierte en infalible al vicario de Cristo, y se esfuerza por cerrar los ojos a la realidad, que se le convertirá en necesidad de consumir ansiolíticos de por vida.

QMex/gom

 

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