Abanico/Ivette Estrada
Y es que, el largo camino que ha recorrido la aplicación y observancia de la Ley Federal del Trabajo, indudablemente ha sido a modo y sometida a voluntades de jueces, magistrados, abogados leguleyos, coyotes, líderes gremiales y todos esos etcéteras que han hecho fortunas al amparo de una legislación de supuesta afinidad a la modernidad nacional, relanzada en el sexenio de Gustavo Díaz Ordaz como punta de lanza del llamado desarrollo estabilizador.
De los legisladores que aquel 2 de diciembre de 1969 firmaron el dictamen de decreto que creaba la nueva Ley Federal del Trabajo y abrogaba, por ende, la creada el 18 de agosto de 1931, está vigente Joaquín Gamboa Pascoe, a quien finalmente se le hizo dirigencia nacional de la Confederación de Trabajadores de México, aunque ya sin la fuerza que tuvo en los años en que Fidel Velázquez Sánchez la dirigía.
En aquellos tiempos del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz –quien firmó el decreto de la aprobada nueva LFT, el 23 de diciembre de 1969—Gamboa Pascoe era diputado presidente de la Cámara baja y dirigente de la Federación de Trabajadores del Distrito Federal. Sabe, entonces, de los alcances de una reforma laboral como la propuesta por el presidente Felipe Calderón.
Pero el de Gamboa, que incluso fue líder del Senado en la década de los años 70, es apenas parte del mosaico de intereses creados en torno y en el fondo y superficie del sindicalismo mexicano de la segunda mitad del siglo pasado y los doce años de este nuevo milenio. Centrales obreras que nacieron y desaparecieron pero en su momento crearon verdaderos grupos de poder fáctico, como los que prevalecen indudablemente en organizaciones de toda índole, lo mismo en los llamados sindicatos independientes que en los denominados oficiales o corporativistas.
La Confederación General de Trabajadores, el Frente Auténtico del Trabajo, que por muchos años pastoreo Bertha Luján Uranga, ahora integrante del primer círculo de Andrés Manuel López Obrador; la organización denominada Sindicatos de Obreros Libres, la Confederación Regional Obrera Mexicana, la Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesino, por supuesto la CTM y hasta su pariente mexiquense, la Confederación de Trabajadores y Campesinos, el Sindicato de Telefonistas, el SME y el SUTERM, el SNTE y las organizaciones sindicales de la burocracia federal y estatal, son algunas de las centrales que al correr de los años llegaron a la diáspora gremial provocada por fisuras domésticas y partidistas.
Y en ese correr de los tiempos, se ajustaron a la modernidad en el aparato productivo y las nuevas reglas en las administraciones de los tres niveles de gobierno. Cada cual se amoldó lo mismo a intereses partidistas que personales.
Un caso específico fue la división provocada por la rebelión del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación que sacudió a la Federación de Sindicatos de Trabajadores al Servicio del Estado y derivó en la creación de la Federación de Sindicatos de Bienes y Servicios.
Incluso el Congreso del Trabajo, cuya vida ha corrido de la mano de las centrales de filiación priista, también se sacudió cuando uno de sus principales pilares, la CROC, se salió de sus filas para integrares, junto con el Sindicato de Telefonistas, en la presidencia colegiada de la Unión Nacional de Trabajadores que presume de independencia y filiación de izquierda.
Pero, la CROC volvió al redil y se enfundó en el priismo, tanto que su dirigente Isaías González Cuevas, fue diputado en la LXI Legislatura federal y ahora estrena escaño en el Senado de la República.
Cada cual tiene sus intereses, verdad de Perogrullo. Y justamente por ello, porque ningún sindicato, ninguna central obrera encarna a las hermanas de la caridad, tiene previsto perder el poder que detentan al amparo del artículo 123 constitucional y, sobre todo, en la vigente Ley Federal del Trabajo.
Sí, hay libertad sindical, de libre afiliación. Una veintena de burócratas puede constituirse en sindicato independiente. Indudablemente las iniciativas que han antecedido a la presidencial en materia de reforma laboral tienen sus lados positivos, pero son más las aristas que lastiman intereses. Y muy fuertes e influyentes. Lástima, estas organizaciones nada tienen de hermanas de la caridad. ¿Reforma laboral en septiembre? Digo.