LA COSTUMBRE DEL PODER: Valores y disciplina

07 de septiembre de 2012
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Gregorio Ortega

El mal ejemplo cunde porque se impone desde la cúspide del poder. Si el presidente de la República establece la norma de maquillar los resultados de su administración gubernamental, la actitud permea y todos los subalternos, los profesionales del servicio civil e incluso los genízaros, se sienten con derecho a quedar bien: para la foto y para la historia.

Si el presidente deja de honrar su mandato constitucional, todos los subordinados intuyen que también pueden hacerlo impunemente. Sólo se esfuerzan por cumplir aquellos con los conocimientos de la historia patria suficientes, con valores y virtudes bien arraigados, porque saben que de esa manera estarán capacitados para prever y anticipar las consecuencias de una decisión, de una política pública, de un análisis o evaluación económica y social torcidos con la intención de favorecer el beneficio personal o de grupo, por sobre los intereses de una sociedad agraviada por la violencia.

Gobernar desde la impunidad es abrir las puertas a lo que hoy sucede en México, a que la investigación ministerial del atentado en Xalatlaco quede a cargo de la autoridad estadounidense, porque la procuración de justicia en México no confía ni en ella misma, y actúa como coadyuvante.

Para evitar episodios como el anterior, los mexicanos deben empeñarse en el regreso de valores considerados fuera de época, pero que fueron cultivados durante la construcción de la historia patria, porque son necesarios al desarrollo profesional de quien los practica con la suficiente discreción y eficiencia, para que se favorezcan la unidad y la reconciliación nacional; les permite ser conscientes de que en el modelo político hay tres poderes, pero los que trabajan para el Ejecutivo deben obedecerlo, de idéntica manera que quienes representan al Legislativo deben establecer la dinámica de las coincidencias y la coordinación, para hacer de la agenda presidencial de políticas públicas, la agenda legislativa del Congreso.

En este contexto resultan importantes las consecuencias políticas del discurso de Manlio Fabio Beltrones, conceptuadas y formuladas a lo largo de los años y como producto de su experiencia, porque de esa manera podrán impulsarse las reformas propuestas por Enrique Peña Nieto en el ámbito de la transparencia informativa, el límite y lineamientos de la propaganda gubernamental y la lucha contra la corrupción.

Hace meses expuso el diputado Beltrones: “El miedo no puede marcar la pauta de nuestras acciones, de nuestras decisiones, de nuestras opiniones y de nuestra concepción de la sociedad que buscamos ser. No podemos aceptar que lo que nos guíe sea el miedo y no la razón, o que la percepción del caos y la incertidumbre promuevan actitudes y valores que privilegian la sumisión absoluta a la autoridad y el uso de la fuerza para mantener lo que hoy tenemos.

“Ante ello, el reto que tenemos enfrente es fortalecer la función del Estado para garantizar la convivencia entre ciudadanos, preservar el derecho fundamental a la vida y la integridad personal”.

Para alcanzar esos objetivos es que el IFAI ha de crecer y fortalecerse, que la corrupción debe erradicarse y la propaganda identificarse y probarse, añadiría Beltrones, consecuente con la evolución de su pensamiento político.

QMex/gom

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