Libros de ayer y hoy
Al que ya se va nada le importa lo que suceda, pero los que permanecen en suelo patrio padecen insomnio; muchos se deshacen a precios ridículos de sus propiedades, ante el temor de que la izquierda mexicana, el Movimiento Progresista, el Movimiento de Regeneración Nacional cumplan a pies juntillas con sus promesas poselectorales: frente a la resolución del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, nada, contra las reformas estructurales que anatematizan como un atentado contra el futuro de México, todo.
No habrá bloqueo de calles, pero sí una pirotecnia verbal cuyo trasfondo siempre será una supuesta elección inequitativa, una presidencia comprada con fondos ilícitos, con dinero lavado, lo que nunca pudieron comprobar, pero que sirvió de fertilizante para continuar en el cuidadoso cultivo de la confrontación social, de la discordia, del ensanchamiento de la distancia que separa al México bueno de todos los demás.
En sustitución del bloqueo, recurrirán a los tribunales internacionales, a las marchas, cuyo resultado es inmediato: desconfianza en el gobierno que recién se hace con el poder, incertidumbre jurídica, emigración de capitales, ausencia de inversión, y seis años más como los últimos doce de gobierno panista.
Referí al lector, el miércoles último, que el auténtico, el verdadero problema de EPN y los priistas para gobernar no se llama AMLO, ni son las propuestas de la izquierda, sino las consecuencias del odio que entre mexicanos concitó el gobierno que se despide, porque el presidente de la República es incapaz de concebir un México plural, es incapaz de reconocer en AMLO a un opositor, porque ve en él a un enemigo, y en el PRI a su propia némesis, abominación bíblica.
La reconciliación nacional, serenar al país no pasa por el vacío ejercicio verbal de la autocrítica priista, sino con la prédica del ejemplo, para deslindarse del pasado e iniciar, con apoyo de todos, la reforma del Estado -reforma del modelo político, reformas estructurales-; predicar con el ejemplo significará castigar a quien deban castigar, de todos los partidos, porque en todos hay corruptos y abuso de poder, pues de lo contrario la impunidad se estatuirá como aura del Estado y su gobierno.
Muchos priistas, en la alegría del triunfo, hicieron cuentas alegres y creyeron que el camino de la negociación para lograr las reformas estructurales que les permitan ofertar políticas públicas de largo aliento era liso y llano, porque no quieren aceptar que el México de hoy es totalmente distinto, ajeno al país que dejaron de gobernar en diciembre de 2000.
Las reformas estructurales, incluida la reforma del modelo político, requieren, primero, la reconciliación nacional y, hasta el momento, nadie hace nada para favorecerla.
QMex/gom