Navidad y tinieblas
Para reconciliar, el PRI debe deslindarse de EZ, concederle esa sana distancia que tanto exigió, pues de lo contrario la impunidad será eterna
El grave problema de EPN no es AMLO ni se identifica con las posiciones ideológicas de la izquierda; lo único que puede impedir que el mexiquen se haga un gobierno que serene a México y recupere la dignidad de los mexicanos es la confrontación social, continuamente atizada desde 2006 por los actuales presidentes que dicen representar al país: el constitucional, y el auto nombrado legítimo. ¡Vaya farsa! ¡Y lo que ha costado a la nación! Ellos sembraron la semilla de la discordia, la cultivan con rencor desde hace seis años.
El candidato triunfante -muy pronto presidente electo- y sus operadores políticos deben abrir los ojos a las conductas y percepciones de la sociedad que pronto gobernarán, porque así como para defender su triunfo afirman que 30 millones de mexicanos no votaron por AMLO, de idéntica manera sólo 20 de los 50 millones de votos emitidos fueron para el PRI, y los líderes sociales, más allá de las representaciones parlamentarias, están conscientes de tener una oportunidad y un mandato: el de las necesidades básicas de la población.
Graco Ramírez y sus adláteres pueden haberse puesto de acuerdo para trabajar juntos la agenda de las reformas y la transición, pero también necesitan trabajar con Acción Nacional y el PRI las acciones que han de emprenderse, con cierta urgencia, para lograr la reconciliación nacional, pues de lo contrario las reformas estructurales pueden ser aprobadas en el papel, como lo fue aprobada la nueva refinería de Tula, y nada hacerse porque la realidad social impone otras condiciones y otras exigencias de orden político.
¿Qué puede o debe hacer EPN para lograr esa reconciliación nacional que tanto necesitan él y todos los mexicanos?
Lo primero, dicen los doctores en política y derecho constitucional, es la conceptualización y puesta en marcha de la reforma del modelo político, que pavimentará el camino de las reformas estructurales, única vía para aliviar la ignorancia, la enfermedad y la pobreza. El diagnóstico de los padecimientos de México está hecho, circula en los escritorios de quienes han de gobernar.
En segundo y último lugar, predicar con el ejemplo, hacer a un lado la inmunidad, porque de alguna manera han de castigarse los delitos de los que sirvieron al Estado, de acuerdo a sus servicios, pero sin impunidad, porque de lo contrario lo que se concede es una patente de corso para los que llegan a los cargos públicos, conscientes de que sus violaciones a la ley y a la Constitución se diluirán en el olvido del que concede gracia desde el poder, aunque con ello agravia a la sociedad que le confiere el cargo.
El PRI debe deslindarse de Ernesto Zedillo, concederle esa sana distancia que tanto exigió, permitir que se conozcan los errores que por omisión pudo haber cometido en el caso Acteal, porque pugnar porque en Estados Unidos le concedan la inmunidad soberana, es propiciar que el actual presidente de México no pague sus incumplimientos al mandato constitucional, lo que equivale a darle una continuidad eterna a esa impunidad que tanto dañe hace y tanto impide las reformas que se necesitan.
*Un lector: Te recuerdo que para los griegos el futuro estaba a nuestras espaldas. Sólo podemos contemplar, con calma, el pasado y el presente de manera fugaz.
Qmx/grr