Ráfaga/Jorge Herrera Valenzuela
Son reglas básicas no escritas, en aras de la estabilidad doméstica partidista, encaminada a consolidar un equipo capaz de negociar sin perder credibilidad y menos, lo más importante, liderazgo.
No es sencillo ni garantía, por tanto, el número de legisladores para considerarse grupo fuerte e influyente. El Partido Acción Nacional junto con el Partido de la Revolución Democrática y otros de menor presencia en la Cámara de Diputados, por ejemplo, en la elección intermedia de 1997 lograron concretar una mayoría cuya tarea fue desaparecer a la Gran Comisión y dar paso a la Junta de Coordinación Política.
Arturo Núñez Jiménez era entonces el coordinador de la bancada del PRI. Después renunció al tricolor y se convirtió al perredismo bajo cuyas siglas fue nominado al gobierno de Tabasco; hoy es gobernador electo y evita aludir a su pasado priista.
Margen aparte de las vanidades partidistas, Núñez Jiménez coordinó a la minoría priista en la Cámara baja, cuando en 1997 el PRI comenzó a perder hegemonía y, abandonado a su suerte por el entonces presidente Ernesto Zedillo, finalmente cedió los bártulos al PAN en la Presidencia de la República.
Cualquiera podría imaginar el control de Acción Nacional en el Congreso de la Unión, una vez obtenido el más alto cargo de elección popular del país. Mas no fue así. En la LXIII Legislatura federal, Felipe Calderón como coordinador de la bancada albiazul no fue líder camaral.
Felipe y Martí Batres Guadarrama, entonces coordinador de los diputados federales del PRD e incluso presidente de la Junta de Coordinación Política, estuvieron bajo la prescripción política de Beatriz Elena Paredes Rangel.
Efímera la coordinación de la maestra Elba Esther Gordillo Morales en la LIX Legislatura de la Cámara de Diputados, al frente de los priistas, dio paso a personajes como Emilio Chuayffet y Manlio Fabio Beltrones. Después Emilio Gamboa Patrón, en la LX; luego, en la LXI Francisco Rojas, éste con la más numerosa bancada.
Políticos de larga trayectoria, forjados en el servicio público y de amplia experiencia legislativa, integraron un frente sólido y, desde la oposición, negociaron e impulsaron buena parte de la agenda de reformas de la última década; incompleta, sin duda, y sujeta a negociaciones con quienes se presumía representantes de la mayoría legislativa. El ejemplo más reciente del dejar hacer y dejar pasar, con su dosis de protagonismo, fue Josefina Vázquez Mota, cuyo afán fue conseguir la candidatura panista a la Presidencia, no impulsar y respaldar las iniciativas del presidente Calderón y menos las de los diputados federales y senadores panistas.
Lo cierto, sin duda alguna, es la mala fama inherente a diputados y senadores. No ganan un concurso de popularidad, pese al triunfo en las urnas. Priistas, panistas, perredistas, petistas, ecologistas, neoaliancistas y del llamado Movimiento Ciudadano, antes Convergencia, pueden presumir la mala fama, ésta de cobrar por alzar el dedo, de abusar del fuero y simular el trabajo legislativo.
¿Tienen solución nuestros legisladores? Pareciera hazaña de manufactura mitológica. Pero lo último en perderse, dicen, es la fe. Bajo esa tesis podemos creerle a Emilio Gamboa Patrón, coordinador electo de los senadores priistas, cuando recuerda y dice entender la poca credibilidad de la sociedad mexicana en el Congreso, y ofrece: “Trabajaremos para revertir esa imagen”.
En la capital de Chihuahua, los 52 senadores priistas se reúnen para concretar la agenda de trabajo a desahogar a partir del próximo 1 de septiembre, una vez abiertos los trabajos del primer periodo ordinario de sesiones. Los diputados federales, coordinados por Manlio Fabio Beltrones, harán lo propio, es decir, elaborar la agenda legislativa en días próximos.
Ambos, empero, han adelantado cuál será el espíritu de su trabajo: sumar voluntades, negociar y dialogar con el resto de las bancadas, privilegiar los consensos y lograr la aprobación de reformas pendientes, reformas de suyo fundamentales como la fiscal y la laboral, la energética y otra insoslayable en materia electoral, por citar algunas.
Emilio Gamboa y Manlio Fabio Beltrones saben su tarea, conocen a la perfección el terreno en el Congreso de la Unión. No hay razón para regatear la recuperación de la credibilidad legislativa perdida. Con Enrique Peña Nieto en la Presidencia de la República, están obligados a cumplirle al electorado y privilegiar los acuerdos con sus pares. No es mucho pedir. Ya no hay excusas. Digo.
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