TEJEDERORA DE HISTORIAS: De cuando murió mi Walkman o Algo sobre la chica de los cabellos rosas

15 de agosto de 2012
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7:29
Laura Athié

Jamás supe qué sucedió con ella hasta que muchos años después me di cuenta que fue entonces cuando comencé a escribir. Usaba mi diario o la máquina Olivetti que cargaba los miércoles emocionada para llegar a clase de taquimecanografía en secundaria. Fue ahí, sacando el enojo y escuchando a Hanna, que puse en la página blanca lo que verdaderamente soñaba con contar a todos, pero no decía.

Ella me ayudó, con su sola mirada y actitud, a encontrar fuerza dentro de mí, aun con el dolor que la separación de mis padres estaba significando en la chica más punk y pequeña del salón.

La encontré muchos años después, en 1992, por casualidad antes de irme a vivir a Mexicali. Deteniendo su paso me dijo que me miraba hermosa y que había escuchado por ahí de mis andanzas, ya ves Laura, lo sabía, la tuya será una buena vida, ¿sigues enojada?

Habían pasado varios años de mi rebeldía, ya no tenía más colores rosas en el cabello ni en las pestañas. Mi padre, el señor extraño del avión que en 1985 me llevara a ser punk, con quien no sabía qué platicar, se volvió mi mejor amigo.

Bajé los pies, como me lo pedía la maestra, pero a la tierra.

Esa vez, cuando tomé el avión rumbo a Baja California, me fui pensando en la tarde de los calcetines: “Laura, me dijo Hanna, entiendo que seas rebelde y Punk, pero nadie tiene la culpa de lo que estás viviendo. La rebeldía no se te va a quitar nunca, aprende a vivir así, no es necesario que te pelees con el mundo. Encuentra otra manera de gritar, calla a esa niña enojada que llevas dentro”.

Fue a partir de entonces, tras la muerte de mi Walkman y después de varias horas de escuchar el coro de ronquidos de mi padre en el avión, que tomé una pluma y empecé a escribir en una revista. Escribí y escribí en los espacios blancos y cuando no había espacio, encima de las fotos, en el pase de abordar y la bolsa de mareo. Escribí hasta que se me fue quitando la desesperación, hasta que los gritos de auxilio se volvieron letras y hasta que la rebeldía se me escondió por ahí, en algún sitio secreto que desconozco.

QMex/la

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