Genio y figura
De importancia toral es la rendición de cuentas respecto del balance sexenal de la guerra contra la delincuencia organizada. Indudable validar qué se hizo en materia de educación, salud, agricultura, infraestructura carretera, ahí donde todos los días la Secretaría de Comunicaciones y Transportes cacarea hasta la reparación de un sendero.
¿Funcionan bien los aeropuertos alimentadores y los denominados internacionales? ¿Cuánto costó en realidad el imponente puente tendido en la ruta Durango-Mazatlán? ¿Se elevó calidad de servicio en el Instituto Mexicano del Seguro Social?
Porque, mire usted, nos quitaron a ese lastre de delincuentes con credencial y hasta sindicalizados que eran, en su inmensa mayoría, los trabajadores de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro, pero nos dejaron a una burocracia que cobra tarifas como le viene en gana.
O, igual, se elevó calidad en la atención de medicina especializada, pero en las clínicas de barrio –a las que elegantemente llaman “clínicas familiares”—a los derechohabientes les dan pésimo trato y los médicos demuestran con sus recetas de aspirinas contra males mayores, que obtuvieron una plaza sólo para garantizar el ingreso quincenal mas no para cumplir con el Juramento de Hipócrates. Son burócratas de bata blanca.
Cada año, por ley, el gobierno federal debe rendir cuentas respecto del gasto público ejercido, es decir, de los dineros que la Cámara de Diputados le autoriza en el Presupuesto de Egresos de la Federación. Pero cada año entrega extemporáneamente el informe. Y los diputados oficialistas hacen todo lo posible por retrasar el análisis, discusión y aprobación, de proceder, de la Cuenta Pública.
Así, ejemplo de la impunidad, ya avanzada la saliente LXI Legislatura federal en la Cámara baja dictaminó las cuentas públicas del sexenio foxista. Vaya, se dio tiempo suficiente para que los delitos prescribieran. Esa es impunidad y complicidad en torno de la corrupción de cuello blanco.
La diputada federal perredista Esthela Damián Peralta, presidenta de la Comisión de Vigilancia de la Auditoría Superior de la Federación –órgano autónomo de la Cámara de Diputados–, ilustra con su personal balance de lo hecho en tres años:
“Si me preguntaran de uno de los grandes fracasos, diría con muchísima claridad que la impunidad es uno de los lastres con los que llegamos a la Comisión y con los que nos vamos de la Comisión.
“La impunidad en materia de desvío de recursos públicos, de corrupción, sigue siendo hoy una de las grandes secuelas, uno de los grandes males y uno de los peores lastres que atraviesa nuestro país. Y les diría con certeza (a los reporteros que la entrevistaron en el Palacio Legislativo de San Lázaro) que ésa es una de las grandes ausencias que tuvimos como LXI Legislatura”.
Bien, se reconoce la postura de la todavía diputada federal, incluso aquella de autocrítica el Poder Legislativo. Pero. Ofende que diputados y diputadas se hayan gastado tres años en discusiones barrocas y denuncias escandalosas de corrupción rampante en el sector público, pero no hayan hecho absolutamente nada para frenarla.
Sí, nos solazamos con las denuncias, pero éstas no aterrizan con la orden de aprehensión y el consecuente proceso penal y sentencia contra alguno de esos pillos del nivel superior, los llamados peces gordos que han usado los dineros públicos para enriquecerse.
Vidas de reyes y reina, príncipes y princesas de esos funcionarios que antes de ocupar el cargo eran ciudadanos de medio pelo y vivían en departamentos rentados y hasta viajaban en taxi, pero hoy duermen en palacetes y se transportan en autos de lujo.
Esthela Damián Peralta se queja de la persistencia de la corrupción e impunidad entre estos delincuentes de cuello blanco. Pero es sólo acto de contrición porque, entonces, hay que llamarla a cuentas junto con los diputados y las diputadas de todos los partidos que integraron a la Comisión de Vigilancia de la ASF, para acusarlos de complicidad junto con la Secretaría de la Función Pública y la Procuraduría General de la República.
Y es que, vayamos al grano, ¿cuántos de estos nuevos ricos que se han comprado residencias, palacetes y autos de lujo que no podrían adquirir con su salario, han sido llamados a cuentas? Echarse ceniza en la cabeza y golpes de pecho no son, de ninguna forma, atenuantes para calificar positivamente al trabajo de los diputados.
En la paráfrasis del slogan de campaña del entonces candidato único a la Presidencia de la República, José López Portillo, la diputada Damián Peralta, diputados y senadores consecuentes con las pillerías de los altos funcionarios públicos del calderonato, deberían gritar al unísno: ¡La corrupción somos todos! Digo.
QMex/msl