Navidad y tinieblas
Los desafíos son otros, entre ellos la amenaza desesperada de AMLO a través de Twitter: “Ninguna argucia legal podrá impedir que se invalide la elección presidencial”. Advierte que no aceptará una resolución del Tribunal Electoral adversa a sus pretensiones, ajena a su realidad. Ese rechazo propicia que el mismo número de electores que refrendaron su confianza en la honestidad valiente, den la espalda a cualquier iniciativa propuesta por EPN, a menos que el candidato triunfante y los priistas prueben que son dignos de confianza, que tienen autoridad ética y constitucional para convocar a la reconciliación nacional, porque la oposición estará dispuesta a escucharlos.
No pueden asumir que el regreso de sus facultades a la secretaría de Gobernación es el principio de la solución de los problemas, como tampoco pueden considerar como indispensable restituir el brillo al presidencialismo mexicano para conceptuar e iniciar la reforma del modelo político, llave maestra para lograr reformas estructurales definitivas en economía.
Tampoco pueden dar por cierto que los electores, los ciudadanos y los jóvenes se comportan de idéntica manera a como lo hacían cuando hace 12 años perdieron el poder. ¡Vamos!, ni siquiera comparten sueños, ilusiones y necesidades con sus padres, ya no digamos con sus gobernantes. Empezarán a pasar la factura de las consecuencias de la globalización al gobierno y al Estado, de las consecuencias del contencioso poselectoral, no analizado.
EPN, si desea transformarse en hombre de Estado -tiene todo para serlo, porque todo está en su contra-, en el gobernante que restituyó a México la dignidad y le dio otra oportunidad para ver con optimismo el futuro, deberá ajustar cuentas con el pasado y el presente. Creer que el PRI dejó saldados sus pendientes con la sociedad es una ingenuidad; el combate a la corrupción empieza por el ejemplo y las sanciones, considerando que corromper no se hace sólo con dinero: la muerte también es consecuencia directa de los tratos entre corruptos y corruptores.
En una paráfrasis a mi Demonio de Sócrates, se puede afirmar que las acciones de EPN deben ser excepcionales, anticipadoras, estar inmersas en la voluntad de transición de la sociedad, ser la sombra proyectada de los acontecimientos futuros, porque los gobiernos de los últimos 24 años fueron a la zaga de los hechos. El desorden disfrazado de cambio y de políticas públicas, está más arraigado de lo que suponen.
Se equivocan si creen que pueden llevar a la sociedad al horizonte de la simulación. El hecho de que los organizados tras el #yosoy132, de manera inteligente, no tengan líderes identificables, debe darles la medida del desafío y el tamaño de las acciones extraordinarias que deben emprender.