Juego de ojos
El temor debe ser fundado, toda vez que México mantiene el indudable primer lugar mundial en el número de funcionarios públicos que, en menos de una década, han perdido la vida al desplomarse los aparatos aéreos en los que viajaban.
En septiembre de 2005, hace apenas siete años, en los estertores de la Administración de Vicente Fox, el entonces secretario de Seguridad Pública de la Federación Ramón Martín Huerta y ocho personas más fallecieron a consecuencia de un “accidente” –así lo calificaron las autoridades (in)competentes. El helicóptero en el que viajaban para asistir a una ceremonia en el penal de máxima seguridad La Palma, se estrelló e incendió a 11 mil 200 pies de altitud en la zona montañosa conocida como Llano Largo, La Cima o Cumbre Las Peñas, cercana al poblado San Miguel Mimiapan, en el municipio de Xonacatlán, Estado de México.
Tres años después, en noviembre de 2008, el Learjet 45, con matrícula XC-VMC asignado al transporte de funcionarios de la Secretaría de Gobernación, se desplomaba sobre una zona de oficinas en la sima de las Lomas de Chapultepec, a menos de un kilómetro de la residencia presidencial de Los Pinos. Murieron 16 personas, algunas de ellos viandantes en la zona, entre ellas los pasajeros Juan Camilo Mouriño Terrazo, a la sazón titular de la dependencia, así como José Luis Santiago Vasconcelos, secretario técnico de una oficina entonces recién creada para implementar las reformas constitucionales en materia de seguridad y justicia penal.
Nuevamente en noviembre, pero del 2011, otro helicóptero que llevaba al cuarto de los secretarios de Gobernación de la fallida Administración calderonista, José Francisco Blake Mora, también se desplomaba en Temamatla, Estado de México, entre Xochimilco y Amecameca, a unos kilómetros de la capital nacional, cuando se dirigía al Estado de Morelos. Otras siete personas perecieron.
Récord mundial, efectivamente.
En ninguna otra nación –esté o no en guerra, como sí lo está la nuestra a partir de que Felipe Calderón la declarara a la delincuencia organizada– los accidentes aéreos han cobrado tantas vidas de funcionarios públicos, vale subrayar.
¿Es por tal el temor de Felipe Calderón cuando aborda aeronaves oficiales?
¿Teme que sus enemigos bajen el aparato con un misil o hasta con una bazuca?
¿Ha sucedido así en los casos donde las víctimas de mayor jerarquía burocrática fueron Ramón Martín Huerta, Juan Camilo Mouriño y José Francisco Blake?
El comentario del alto funcionario público sobre ese temor del ocupante de Los Pinos se dio a resultas de lo publicado en varios espacios en torno a la anunciada y ya confirmada adquisición de un nuevo avión para el transporte del Ejecutivo Federal, cuyo indicativo es TP-01 o Transporte Presidencial – 01.
Lo dio a conocer hace dos semanas el diario Reforma y, en su edición de ayer lunes El Universal confirmó que, efectivamente, ya se determinó la compra de un Boeing 787, la última generación de los aparatos ensamblados en Seattle, en el estado de Washington, a los que se denomina Dreamliner.
Escandalizó y escandaliza la noticia toda vez que el costo de dicha compra asciende a 750 millones de dólares (9 mil 750 millones de pesos), un precio muy pero muy superior al que la empresa fundada por William E. Boeing cotiza estos aparatos entre 146 y 200 millones de pesos.
¿Por qué entonces el sobreprecio?
Lo explica la información de ayer: “La Inversión incluirá la adaptación del avión y un complejo sistema de seguridad”… y más adelante “será una verdadera fortaleza; un búnker para el Presidente”.
Contra bazucazos y misiles, pues.
Índice Flamígero: También en el Estado de México cayó este sábado el helicóptero en el que viajaba Juan Armando Hinojosa García, joven empresario muy cercano a Enrique Peña Nieto. La aeronave fue usada en no pocas ocasiones por el candidato presidencial del PRI. + + + Dentro de 123 días concluye este sexenio marcado por la tragedia.
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