DINTEL: El PAN repartido

31 de julio de 2012
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Abelardo Martín

Al contrario del acontecimiento bíblico, el panismo mexicano enfrentó el fin de semana la realidad de un partido dividido y no sólo en ruta de choque entre sus dos principales grupos visibles, sino en camino del enfrentamiento y división de posturas, cada vez más difíciles de conciliar.

Dos personajes atraen la atención, de un lado el presidente Felipe Calderón, quien está dedicado a labores partidistas, y del otro, el presidente formal del PAN, Gustavo Madero. El primero quiere que la asamblea nacional se realice en noviembre, antes de concluir su periodo legal como Presidente de la República, mientras el segundo propone que sea hasta mayo del año entrante.

A la tristeza y la decepción por la derrota sufrida en el último proceso electoral en el que pasó del primero al tercer lugar como fuerza política nacional, se agregan los movimientos para posesionarse del partido. El Jefe del Ejecutivo se ha reunido ya con las cúpulas panistas de 10 estados, mientras el dirigente nacional ha hecho lo propio. Un tercer personaje, la candidata a la presidencia, Josefina Vázquez Mota, mantiene sus vacaciones y se afirma que regresará hasta después de la fecha en la que los consejeros panistas se reunirán, el próximo 11 de agosto.

Pero no sólo es el PAN el partido que tiene un activismo de sobrevivencia. También el PRD va en ruta de colisión interna. Las divisiones respecto a seguir hasta la implosión, la ignominia y el precipicio al candidato perdedor a la presidencia, Andrés Manuel López Obrador, o construir una auténtica nueva izquierda que se convierta en opción política para los años por venir.

Está comprobado que el propio López Obrador, no se diga el partido todo, pudo haber obtenido mejores resultados en la votación si el trabajo post electoral correspondiente al 2006 hubiera sido diferente. Ahora se pretende construir una nueva plataforma de acción para que, otro perfil más civilizado, represente a la izquierda y se supere, finalmente, el que se construyó en la última década del siglo XX, más afín a la actuación de Gerardo Fernández Noroña, Martí Batres o el propio López Obrador, frente a las nuevas caras como Marcelo Ebrard o Miguel Ángel Mancera.

Al interior del perredismo hay quienes están convencidos que el “pataleo” jurídico por la última elección presidencial puede resultar más costoso si los “duros” que están a favor de movilizaciones masivas, la toma de edificios o empresas prevalece sobre quienes están seguros de que la ideología y los proyectos que propone el perredismo tienen el respaldo ciudadano.

Es vista con escepticismo la posibilidad de que el Tribunal Electoral Federal invalide la elección presidencial. “Pensar que el Trife va a resolver por la anulación de las elecciones y va a invalidar la elección es ser ingenuos y conducir al movimiento electoral y social equivocadamente”, planteó el secretario de Alianzas y Relaciones Políticas, Armando Contreras, cercano al actual jefe de gobierno del DF. Sin embargo, hasta ahora prevalece la posición “dura”.

 

Estamos frente a una inusitada actividad partidista posterior al proceso electoral. Tanto así que, inclusive en el PRI, cuyo candidato ganador Enrique Peña Nieto, planteó la restructuración de la institución a fin de actualizar sus principios y su plataforma de acción. Tarde, porque el PRI tuvo la oportunidad, desde la oposición de refundarse, lo hará ahora al amparo, –por lo menos eso se cree– de las directrices que marque su líder natural desde Los Pinos.

Sin embargo, lo que urge es una reforma política de fondo que permita ventilar los rezagos y obstáculos que tiene el sistema partidista, que se ha convertido en coto de grupos y cada vez más desalienta la participación política ciudadana. No es posible que pasadas las elecciones, el Instituto Federal Electoral, por ejemplo, mantenga su mismo nivel de exposición publicitaria que tiene ya harta a la población. Los millones de spots que caracterizaron la campaña política no puede ser el sino de la democracia.

Sí, urge un replanteamiento, pero la realidad es que las disputas internas, las ambiciones de control partidista son el espectáculo actual, por más que se pretenda disfrazar de madurez a políticos e instituciones que son tan iguales.

 

QMex/am

 

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