LA COSTUMBRE DEL PODER: EPN y WSJ

24 de julio de 2012
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Gregorio Ortega

Resulta curioso e intrigante cómo se corresponden las escaladas interna y externa para desestabilizar México. A toda declaración estridente de AMLO   -sobre las supuestas irregularidades electorales, de las que carece de pruebas judicialmente válidas-, en Estados Unidos le hacen segunda y se esfuerzan por mostrar las imaginadas debilidades del gobierno que todavía no ha sido avalado por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, pero sí bendecido por los presidentes en funciones, allá y acá.

Es juego perverso, únicamente estimulado por la distorsionada relación bilateral entre México y Estados Unidos que los gobiernos panistas favorecieron y, con especial interés, promovió la canciller Patricia Espinosa Cantellano. No pueden seguirse permitiendo las intromisiones de la Casa Blanca y el Departamento de Estado en asuntos internos mexicanos, porque humillan y debilitan la imagen y fuerza de los gobernantes.

Para colmo, los responsables de un cambio de gobierno pacífico son reactivos, o al menos eso aparentan. Tienen la obligación de estar delante de lo que la sociedad exige y necesita, con el propósito de que desestabilización e intromisión carezcan de puntos de referencia y apoyo, de caldo de cultivo. De allí las prisas por resolver a toda velocidad la atorada reforma política, preterida por el único hecho de haber sido conceptuada y promovida por la fracción priista del Senado.

Da la impresión de ser una respuesta a la posición de The Wall Street Journal, que el 13 de julio último se atrevió a pronosticar que “las protestas iniciadas porque la elección presidencial en México fue empañada por la compra de votos, socavarán las reformas que el virtual candidato ganador, Enrique Peña Nieto, planeaba impulsar este mismo año”.

Pero el WSJ -especializado en generar confianza o crear dudas entre los inversionistas de todo el mundo- fue más allá, al suponer que la resistencia de la izquierda a aceptar los resultados genera dudas sobre si el candidato del PRI representa en verdad una nueva versión del antiguo partido, reiteradamente acusado de manipular elecciones para mantenerse en el poder.

Anota el diario estadounidense: “El equipo de campaña de Peña Nieto tenía la esperanza de que se aprobaran en una sesión legislativa extraordinaria reformas importantes, en particular la laboral, pero la controversia sobre la presunta compra de votos ha descarrilado esas ilusiones: <<Teníamos la intención de impulsar la reforma laboral ya bastante avanzada, pero insistir enviaría a grupos de trabajadores radicales a manifestarse>>, refirió un asesor no identificado”.

El juego estadounidense, como el de AMLO, enseña las orejas, ambos actúan para que los gobiernos de México acaten instrucciones y no digan esta boca es mía.

El país se encuentra en una situación difícil, jaqueado por las consecuencias de las políticas públicas de los últimos 12 años, por las pretensiones del Imperio y las exigencias de la globalización; lo colocan en su esfera de influencia, de su seguridad nacional y regional, a lo que es necesario sacarle provecho, en lugar de doblar las manos.

QMex/gom

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