
Teléfono rojo
Ernesto Zedillo enfrentó lo que en aquella etapa política se llamó El Bloque
Este esquema se replica en otros ámbitos de poder público, como en algunos gobiernos estatales que tras la alternancia han caído en lo que coloquialmente se denomina “feuderalismo”. Lo mismo aplica a ayuntamientos que agrupan a millones de mexicanos (varios de los cuales son más grandes que diversas entidades federativas), que han usado su evidente fuerza no de manera constructiva, sino para retar al poder central.
Estos yerros institucionales no surgen del aire, sino reflejan una triste tara de nuestra cultura política, que nos lleva a ver el acuerdo entre diferentes con sospecha y a desconfiar de toda muestra de colaboración entre quienes profesan ideologías discordantes. En el “todo o nada” de nuestra vida pública, es incomprensible que aquellos a quienes se llama liberales y conservadores puedan coincidir en una necesidad tan concreta como, por poner un ejemplo, construir una carretera.
De esas actitudes han nacido los frutos negros de la discordia: leyes truncas, obras inconclusas y una crónica incapacidad de enfrentar los más elevados desafíos de nuestro destino común, pues ello demandaría indispensablemente unidad nacional.
Este sexenio 2012-2018 habrá de ser la gran oportunidad no de un partido, no de un sector de la sociedad, no del gobierno, sino de todos quienes constituimos la nación. Esa oportunidad es la de construir conjuntamente el destino mexicano.
Ello atañe especialmente a aquellos partidos y grupos que no comparten la filiación del Ejecutivo Federal. Aquí está la ocasión propicia para que se comporten de manera diferente a quienes acusaron -muchas veces con razón y otras sin ella- de no colaborar legislativamente con el gobierno federal por anteponer sus intereses grupales, partidistas y personales.
Ojalá su comportamiento demuestre, en la prueba de fuego de los hechos, que son capaces de ejercer como una oposición responsable que ayuda a su presidente en aquello que es para bien del país, en nada más. Que son capaces de actuar con la generosidad política que tantas veces demandaron de otros en los últimos sexenios.
México ya no puede esperar. Naciones de similar envergadura social y económica ya han hecho los cambios indispensables para competir y ganar en el concierto de las naciones. El mundo sigue avanzando y si nuestra cultura política es incapaz de reflejar esa evolución se perderán mucho más que votos o puntos en las encuestas: se perderán empleos, capacidad productiva y -en última instancia- serán menos los alimentos que lleguen a la mesa de cada familia mexicana.
Tras varios lustros de congresos y gobiernos locales independientes, justo es que ya superemos esa primaria etapa confrontacional para comenzar a hacer realidad prácticas de oposición responsable. Resulta una muestra de inmadurez política creer que son sinónimos independencia y beligerancia, así como ver las muestras de colaboración como si de actos de complicidad se tratase.
Justo en ese tenor estamos trabajando los miembros de Concertación Mexicana, tendiendo puentes de entendimiento, de colaboración y de elaboración de propuestas que trasciendan líneas partidistas. Pues así como entre nuestras filas hay mujeres y hombres de todas las tendencias políticas, igualmente queremos ver esa pluralidad proyectada en las acciones de Estado de los próximos seis años.
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QMex/ma