Juego de ojos
Una vez planteado el tema de investigación aclaro que mis observaciones se centran en la variedad cantonesa por ser la más abundante en el entorno geográfico en el que me encuentro, pero incluiré algunas digresiones pekinesas, shaighanesas y acaso algunas generalizaciones pero no deben de considerarse como desviaciones si no como confirmaciones a la regla, al menos para fines de este estudio.
Ser novia en China es parte de una relación formal pero claramente orientada al matrimonio; no se trata pues de andar de novietes, de acumular encuentros o de ocupar la tarde viendo la televisión en la casa de ella. El noviazgo local es cada día más pasión pero no era ese el caso antaño. Como un museo visitado hace algunas semanas me lo dejó claro, luego de haberlo leído y escuchado en varias ocasiones; el noviazgo es la antesala de la boda y la boda es la entrega de ella al novio y su familia. Más o menos como sucede en los Altos de Jalisco y de ahí para abajo.
El noviazgo es un paso sustantivo hacia el contrato matrimonial y en China adquiere una relevancia sustantiva que solo se complementa con el parir el hijo reglamentario. Ya lo demás vendrá. Nada en el fondo distinto a lo que sucede en cualquier parte del mundo.
La ley laboral en China establece condiciones de mayor tiempo de licencia por embarazo y alumbramiento a partir de los veinticinco años. Lo que en la practica ilustra que la expectativa es que las mujeres tengan a su hijo antes de esa edad, por tanto el matrimonio al inicio de los veintes es lo socialmente esperado. El reciente y dramático caso de la mujer de veintitrés años obligada por autoridades locales a abortar a su segundo hijo a los siete meses de embarazo es un dramático dato de la estadística del alumbramiento.
Pero en la China de varias velocidades se encuentran las contradicciones que conlleva la modernidad de la participación económica remunerada de la mujer, su búsqueda de espacios profesionales y las tradiciones. Los hombres, como siempre, deslumbrados y pidiendo otro cigarro u otro trago. Mientras más de ochocientas mil mujeres profesionistas tan sólo en Pekín, entre sus treinta y cuarenta años han optado por su desarrollo académico y profesional. Triunfan en el trabajo más no en sus relaciones de pareja. Se dice que asustan a sus pretendientes por su éxito, por sus ambiciones y sobre todo por su independencia. Historia que no es desconocida en Occidente.
En Hong Kong, región de siete y medio millones de habitantes son setecientas mil las mujeres que corresponden a ese sector de exitosas profesionistas solteras. El contraste entre las jóvenes que procuran o les procuran matrimonio a toda costa y el de las profesionistas liberales es abrumador e ilustra en gran medida la realidad de la sociedad china que vive en épocas diferenciadas.
Así, hay una tendencia al matrimonio temprano, con frecuencia fruto de los noviazgos universitarios. No es raro que ese noviazgo se materialice en matrimonio antes de que uno de los dos tome camino a otra provincia o incluso a otro país por razones laborales. Una chica soltera de veinticinco años está nerviosa y los padres aun más y una de veintiocho se siente “quedada”. La presión familiar es muy grande y la política de un solo hijo que ha permitido frenar la explosión demográfica y apuntalar la estabilidad en la taza de crecimiento tiene a su vez otro lado de la moneda y es el de la presión de los padres por asegurar quien verá por ellos y les cuidará en el ocaso de su vida.
Aquí entramos de lleno en una marejada de cifras y de historias personales. Recordemos que todo en estas tierras es en millones, lo que lo hace en ocasiones inconmensurables y en otras en un dramático y frío olvido de la naturaleza humana ante el reto para las políticas públicas. Así, por un lado hay muchos adultos que se jubilan en sus cincuentas; antes porque era la alternativa para “heredar” el puesto a su descendiente, en la fábrica, en la comuna. Ahora porque se dedican a “cuidar” al nieto. Su ingreso es menor pero con frecuencia, mucha, viven bajo el techo de los recién casados, de quienes se espera “vean” por sus padres.
Hace algunos meses me comentaba una chica en sus veintiocho años (y por tanto con cierto grado de urgencia) de sus preparativos de boda. Habían ya comprado, ella y su futuro marido, un departamento de tres recamaras y unos cien metros de superficie. Así, una vez casados, cada pareja de padres y ellos mismos tendrían su propia recámara.
Otra mujer me comentó el pesar que le causaba el hecho de parir, pues ello significaría que sus suegros se trasladarían al departamento familiar para “cuidar” del bebé. Le tranquilizaba que sus propios padres no expresaran interés por hacer lo mismo, lo que reducía sus preocupaciones a la mitad.
Por tanto la felicidad del noviazgo, preparativos, disfraces y emociones son preámbulo a años de convivencia familiar extrema.
Y es que es tan común que haya separaciones físicas en el matrimonio por cuestiones de empleo que en ocasiones parece difícil creen que realmente alguien siga casado. Incluso la distancia con los hijos puede ser impactante para el modelo mexicano. Por ejemplo, en la provincia de Guangdong hay más de doscientos niños entre uno y seis años, nacidos en México, de padres chinos, que viven con sus abuelos mientras sus padres trabajan en México. ¿Serán culturalmente mexicanos, incluso chinos en un futuro cuando viven en poblados de habla distinta al mandarín? Lo que es un hecho es que la estructura familiar china tiene facetas e incluso elasticidad diferenciada a la nuestra y ello no necesariamente repercute negativamente en la convivencia social.
Ser novia y sobrevivir no parece cosa fácil en una sociedad que sigue siendo machista, que plantea el matrimonio como un contrato de mutua conveniencia y en donde la paternidad es el objetivo central. A la pregunta que hice a una amiga en sus treintas casi cuarentas con respecto a que opinaba de los hombres chinos (sus compatriotas), luego de varias frases despectivas hacia el otro genero centró sus opiniones en las obligaciones; “debe de ver por su esposa y su hijo y si tiene amantes mientras vea por ellas, no me importa”. Yo me quedé pensando en el plural “amantes”.
Intrigado por tal aseveración he hecho la misma pregunta a otras mujeres chinas y pareciera que mientras la salvaguarda económica esté garantizada, el resto de la relación puede ser de mera conveniencia y hasta apariencia.
No son pocos los homosexuales que mantienen una relación legal de matrimonio y paternidad, para el descanso de las buenas conciencias y sobre todo de las apariencias, ¿Votarán Yunque? Puede ser.
¡Y es que se la raza humana es tan parecida en todas las latitudes!
Escuche historias sobre matrimonios arreglados, en donde los padres cansados de esperar a que el o ella sienten cabeza se apresuran a gestionar citas y encuentros. Como la vida urbana llena de nuevos satisfactores y experiencias a las nuevas generaciones, no se corre prisa en muchos por limitar los gustos del materialismo globalizado, ese que Marx no pudo considerar sumido en la pobreza y la explosión demográfica de su propia familia.
Una mañana, en Shanghai, en pleno paseo familiar fuimos a dar de bruces a uno de esos jardines en los que se reúnen padres de familia con un letrero con la foto y la generalidad del CV de sus vástagos. Lugares similares los hay en varias ciudades chinas y en ellos los padres intercambian datos de sus hijos y procuran citas de ellos para conocerse. No logran “arreglar” el matrimonio pero sí a propiciarlo y si ello pasa en las grandes urbes imagino que en los pueblos el acuerdo es más directo y firme y, de nueva cuenta, multiplicado por millones en sus cifras poblacionales.
La sensación fue extraña, incluyendo el hecho de que al estar entre la multitud con mucho Aura era la persona más joven y pareció resultar interesante para la oferta y demanda. No había camellos o alfombras, objetos que uno podría asociar con los comentaros de cosas que suceden en tierras lejanas. Estábamos en el corazón de la ciudad más pujante del imperio del mañana y el tema era arreglar citas matrimoniales.
De modo tal que casarse es un evento sobre todo público. Como se ilustra aquí. Ya no llevan en andas adentro de un carruaje cargado por sendos porteadores, a la novia de pies vendados, la que entregan en casi propiedad en casa de los futuros suegros para el cuidado de la vejez de estos y la continuidad de linaje del esposo. Pero gustan de casarse de blanco, de rojo, de azul. Divertirse enormemente en las tomas fotográficas que mostrarán en los celulares de todas las amigas la felicidad inconmensurable.
Se visten de mimos, de blanco, de etiqueta, hasta de María Antonieta. Se visten de todo lo que quieren soñar aunque solo sueños sean y nada tengan que ver con antaño. Tal vez por ello mismo pocas novias “chinas” he visto como no sea en museos y fotografías antiguas. Las novias de hoy siguen MTV y las imágenes de los medios masivos. Cada quien su fantasía, que es el canto del cisne antes del convencionalismo de la ceremonia y contrato de una pareja que debe enfrentar el envejecimiento de su sociedad y la natalidad con mesura.
Vestir novias es un placer cotidiano para el lugar fotogénico. Y ya lo bailado y lo vestido no se lo quita nadie, sin duda alguna.
QMEX/dn/mgd