Teléfono rojo
Hay que hilar muy fino para entender lo que ha pasado: en 2012 los votos para Andrés Manuel López Obrador con el conteo preliminar indican que se obtuvieron más de un millón por encima de lo ganado en 2006; que él y Morena, su movimiento, consiguieron muchos votos, y también a ello contribuyó con más de 3 millones el Distrito Federal, en ese acuerdo coherente con el jefe de gobierno, Marcelo Ebrard, el más liberal del conjunto, amasijo, mezcla, embrollo, mixtura de esa entreverada realidad de la llamada izquierda nacional.
Casi 16 millones de votos que la maquinaria conservadora, del cártel priista y su aliado el Partido Acción Nacional (PAN), no pueden ocultar. No será mayoría el Partido Revolucionario Institucional (PRI) en el Congreso como anunciaban los agoreros interesados. Y eso es una vuelta a aquellos días en que el partido de Estado perdió el control de las cámaras. ¿Ya se olvidó?
Los avances en votos duros y maduros de la diáspora progresista se expresaron con fuerza en Guerrero, Oaxaca, Tabasco, Estado de México, Morelos, Veracruz, Puebla, Tlaxcala y nuevas fuerzas emergentes en Colima, Michoacán, Zacatecas, además de miles de poblados, ciudades y municipios, y destacadamente el triunfo en dos de los conjuntos mayúsculos del país: Ciudad Netza e Ixtapalapa, no puede desconocerse.
Eso molesta a sus detractores, quisieran borrar del mapa a esta fuerza reconstruída, que hoy podemos afirmarlo, derrotó a Felipe Calderón enviando a su partido, el gobernante en los últimos 12 años, al tercer lugar electoral. Acotó a Enrique Peña Nieto que sabe muy bien que sólo cuenta con el 22 por ciento del electorado, del cual hay que restar a los obligados, los votos comprados, los enajenados al poder, los miedosos que no se mueven si no se les ofrece algo. Agregar a los que una podría definir como indiferentes a su supuesto liderazgo.
Y digo para la izquierda, una fuerza reconstruida, porque si bien es resultado de la marcha tenaz de AMLO por el país durante 6 años, donde sumó a seguidores incondicionales, a dirigentes partidarios que se disciplinaron y a otros, que se fueron sumando a pesar de diferencias, enconos, incluso, a opositores a su candidatura. Reconstruir ese amasijo, mezcla, embrollo, mixtura de unos y otras, de varios y variados, no fue algo sencillo.
A pesar de todo AMLO volvió acercarse al poder verdadero y tiene que reflexionar sobre ello. Hace seis años el escenario era uno muy distinto. Como sucedió en 1988. Porque además de todo el aparato diverso de la izquierda hay millones de votantes que decidieron votar a esa izquierda, a veces muy desprestigiada.
Hace seis años se operó un fraude fenomenal, pero se inició una marcha en sentido contrario, que llevó al Partido de la Revolución Democrática (PRD) a una condición tal, que sin esa fuera la izquierda electoral no se hubieran conseguido más de cinco o siete millones de votos. Hay que saberlo.
¿No alcanzó la voluntad de cambio? No, no alcanzó, porque la indignación de miles y miles de mexicanos no forma una sola corriente ni un partido. Es una mexicanidad contradictoria, inasible y dispersa.
Por ejemplo el Frente Progresista, armado con sigilo, casi como un trabajo de orfebrería, no recogió demandas fundamentales como las de las mujeres, la comunidad gay, pero tampoco tuvo una respuesta contundente frente a la violencia desatada por Felipe Calderón, no entendió coherentemente lo que un día mujeres de izquierda definieron como emergencia nacional. Y no se ocupó de formar a la gente, solo la incentivó a la protesta, sin suficientes herramientas. Los partidos del frente progresista, unos de membrete, otros de intereses, abandonaron sus áreas de capacitación y desperdiciaron la urgente y necesaria etapa de resistencia creativa.
¿Y qué ayudó a la izquierda? El dolor. Ese que encabeza Javier Cicilia, el de la muerte y la injusticia. Las voces de madres y padres que han sido acuchillados por la desgracia. La tremenda impunidad que nutre inmensos campos y ríos de este país. La sangre de las y los mexicanos. La protesta campesina e indígena que grita contra las grandes empresas que se toman sus tierras; sus cosechas, su trabajo.
¿Y qué más? Tarde para la coyuntura, pero amplia y refrescante, la respuesta de un nutrido, millonario grupo juvenil, que todavía este 1 de julio salió a las calles para protestar, para decir que continúa, que sabe bien de qué se trata y cómo está construida la pantalla televisiva, la de los monopolios. Esa fuerza juvenil que se va conformando poco a poco -su vida apenas comienza- como una fibra potente de pronóstico reservado.
Y qué ayudó al partido, ese viejo, el de Estado, que durante 70 años tuvo el poder total. Entre otros factores los medios de comunicación multimedia -con diarios, revistas, radios, televisión y portales en internet- con fuerza y dinero, realizaron una intensa campaña a favor del candidato del pasado, Enrique Peña Nieto ¿eso no dirigió el voto? y las encuestas que coordinadamente insistieron, meses y días continuados, en que era siempre el puntero, el favorito. Que nunca reconoció aunque si lo estudió, cómo se iba conformando la fuerza alrededor de AMLO ¿Alguien duda que eso no influyó? Es moralmente inaceptable, pero es imposible como alegato jurídico.
A ello hay que sumar otros actores, contribuyentes a ungir el pasado. Ahí están adocenados antiguos analistas y críticos contratados por el monopolio televisivo, verdaderos cómplices del espectáculo. ¿Cómo franquear tamaña montaña?
¿Ya lo olvidaron? Hace 6 años, en colaboración con las izquierdas en el Congreso se echó a la basura la iniciativa más ambiciosa para hacer cambios legislativos que hubieran roto el control de medios que son la palanca del capital y los intereses contrarios a la justicia y la educación mexicanas. Y entonces no estaban estos jóvenes críticos, que han despertado, que han puesto el dedo en la llaga. No estaba el pueblo de México exigiendo medios decentes y democráticos.
Se ha podido documentar cómo el que se ungirá contra toda nuestra inteligencia en la casa presidencial, pactó con las televisoras. Ello puede probarse, es un asunto fundamental en los tiempos por venir. Los medios se dedicaron horas y horas de trasmisión multimedia a denostar a AMLO, que efectivamente estaba en las márgenes, tejiendo un partido paralelo a todas las izquierdas llamado MORENA.
A las televisoras se unieron personas que eran decentes y ahora comparten alegremente con los peores testaferros del pasado.
Me duele el estómago cuando miro cómo aparece Denisse Dresser con Leo Zuckerman, Elenita Poniatowska con Joaquín López Dóriga, a Emilio Álvarez Icaza con Brozo, el peor de los payasos misóginos de México y otros, muchos y muchas, diversa fuerza, que se emocionan y de este modo avalan a Televisa. ¿No lo han pensado?
Habría que decir, además, que a pesar de todo ello, en 2012 la izquierda y su amasijo es la segunda fuerza electoral. Que habrá dos nuevos gobiernos de la social democracia en Tabasco y Morelos; que la ciudad de México y su asamblea se ratificó, que en el DF se ganaron 14 delegaciones; que gobernar Netzhualcóyotl en el Estado de México, el municipio mas grande del país queda en sus manos; que gobierna Guerrero y Oaxaca, que los esfuerzos de toda esa mixtura tendrá una buena bancada en el Congreso, que tiene enormes tribunas para discutir, para reflexionar, para profundizar y armarse de nuevo, en una resistencia que, si es inteligente, coherente, capaz, podría influir en cambios importantes para el país.
¿Dónde empezar? Pues es la rueda de siempre. Recuerdo muy bien a Cuauhtémoc Cárdenas expoliado, burlado en 1988 llamando a construir el PRD, a pesar de que hubiera podido llamar a las armas. Él, paradigma de la democracia, no hizo mal las cuentas. Lo que pasó en el camino hay que hacerse cargo de ello, es que muchas riendas de este proceso fueron tomadas por toda clase de oportunistas y débiles, que con presupuesto, son capaces de vender su alma al diablo. Y hay millones decentes, coherentes, que si creen en sus postulados. No olvidarlo es responsabilidad de todas y todos en este momento histórico.
¿Qué pasará? Me atrevo a decir que no lo sé con certeza. Pienso que la dirigencia, empezando por AMLO, necesita una larga cruzada de autocrítica, de reorganización, de formación y capacitación, de distribución de recursos simbólicos y materiales.
A Miguel Ángel Mancera que se ungirá como jefe de la Ciudad de México le toca limpiar su entorno y fortalecer las políticas públicas iniciadas. Podría impulsar y desarrollar la televisora que abandonó Marcelo Ebrard, junto con la radio; que puede limpiar de oportunistas zonas como Gustavo A. Madero y Cuauhtémoc; que puede influir para hacer de la educación pública un nuevo sistema en la ciudad de México y pactar con los nuevos gobiernos socialdemócratas, como una de las oportunidades para destruir el edificio de corrupción que es el Sindicato de Maestros.
También, desde la Ciudad de México, empujar la igualdad social, la igualdad entre hombres y mujeres, sin demagogia y sin enfrentamientos personales, reconstruir el Instituto de las Mujeres, sin miramientos; el de la juventud, empujar la profesionalización en la Asamblea de Representantes, propiciar responsablemente, en una palabra, el crecimiento y desarrollo del bastión democrático más importante de México. ¿Es pedir la utopía? tal vez.
No es tiempo de depresión masiva sino de algo distinto. Claro, cada uno y cada una, a menos que ya se sienta acomodado en los resquicios de los triunfos electorales y los presupuestos, se ponga a trabajar y hacer política en los tiempos por venir. Casi 16 millones de mexicanos lo exigen. Convertir esa fuerza en una contraloría y una estación de vigilancia a Enrique Peña Nieto será fundamental.
Pedirle cuentas a las empresas encuestadoras que aliadas con los medios de comunicación le mintieron sistemáticamente a la población mexicana. Leer la Constitución y vigilar que se ponga en práctica.
De todo este momento, celebro que AMLO vaya a recoger todas las denuncias, las lleve al tribunal electoral, discuta ¿ya se nos olvidó que esa fue una táctica permanente del Partido Acción Nacional cuando era un partido decente? Bueno, esta vía permitirá develar muchas cosas. ¿Pero cómo documentar la compra de votos y consciencias? ¿Cómo mostrar, si existe, la manipulación de votos en la jornada? ¿No tenían vigilantes en todo el país? Si hay razones, tendrán que salir, que mostrarse. Y retomar, todo lo que sea necesario.
¿Peña Nieto? Está blindado hasta por sus correligionarios. Llega con una votación limitada, con diferencias en votos muy pequeñas en muchas entidades y, además, con la más grande de las oposiciones: las que son morales e históricas: el juicio de la juventud y de un inmenso grupo de la inteligencia nacional. El rechazo militante de las universidades, de los centros científicos, de los hombres y mujeres que piensan en este país. Es hora de estar levantados y levantadas.
QMex/sl