Ráfaga/Jorge Herrera Valenzuela
Por tal es que Enrique Peña Nieto –y con él, sus muy influyentes asesores– debería ser el primero en exigir que se limpie la elección, pues a todas luces fue un proceso que estuvo viciado de principio a fin.
Porque la experiencia lo dicta: sin limpieza electoral no hay gobernabilidad.
Los resultados preliminares conocidos hasta hoy mueven a la duda y a la sospecha. El candidato presidencial del PRI jugó en su cancha –con el IFE y Calderón como árbitros– y con sus reglas. Y aún así, aquellos 20 puntos de ventaja que le daban las encue$ta$ quedaron a lo más en sólo ocho. Otros 15 días más de campaña, se les habría acabado el dinero, y su delantera se habría esfumado.
Queda como recurso de limpieza el Tribunal Electoral, pero ya sabemos de qué lado ma$ca esa iguana.
La última vez que ese Tribunal anuló elecciones para gobernador fue en los estados de Tabasco y Colima –hace poco más de seis años–, cuyos resultados fueron igualmente estrechos. En ambos casos justificó su fallo en el hecho de que las violaciones incurridas eran de tal manera “graves o trascendentes”, que habían puesto en duda “la credibilidad y la legitimidad de los comicios” y que por lo tanto esas elecciones no eran “aptas para surtir efectos legales”.
En efecto, el Tribunal Electoral tiene la facultad de declarar la validez de las elecciones, que hasta 1994 estaba reservada a la Cámara de Diputados. No podría ponerse en duda que la competencia para validar una elección supone la capacidad jurídica de invalidarla. Caso en el cual, conforme a la ley debiera convocarse a nuevas elecciones en un plazo de cuarenta y cinco días.
Pero en la siempre cambiante legislación mexicana la facultad concedida al respecto a la Suprema Corte de Justicia no es vinculante. Se la capacita no obstante para la averiguación de hechos que constituyan “violación del voto público”, siempre que a su juicio “pudiera ponerse en duda la legalidad de todo un proceso de elección de alguno de los Poderes de la Unión”. En ese caso, enviará los resultados de la investigación a los órganos competentes; esto es, ¡al propio Tribunal!
Esta última disposición corresponde al papel asignado a la Corte en los casos de violaciones graves de los derechos humanos. Se basa en que el derecho al sufragio es una prerrogativa ciudadana inviolable. También, en la premisa mayor de que la potestad de elegir libremente a los gobernantes es el fundamento mismo de la soberanía.
Sin embargo, la demanda social, en estos momentos al menos, no apunta hacia la nulidad de la elección. Su reclamo es otro. Lo que se pide, lo exigible, es “limpiar la elección”, reivindicación que viene desde el histórico fraude de 1988. La gente no busca que el sufragio sea anulado, sino que sea respetado.
De ahí la encendida popularidad del grito: “Voto por voto, casilla por casilla”, que hizo temblar a los podero$o$ hace seis años… hasta que se salieron con la suya e impusieron a Felipe Calderón.
Mal negocio. Pésimo no sólo para los poderes fácticos, sino para toda la Nación.
Hoy hay la sensación de haber sido víctimas de una “elección de Estado”, a cargo de los poderes fácticos y de los gobernadores priístas. Lo que es más grave: se está perdiendo la confianza en el funcionamiento del sistema electoral que con tantos sacrificios fue construido para derrocar al antiguo régimen… sólo para que volviera disfrazado de ¡antiguo régimen!
¿O no?
Índice Flamígero: “Esto apenas comienza” se denomina la nueva convocatoria de #YoSoy132, quienes denuncian hubo “coacción del voto”. En Jalisco, por ejemplo, esta organización juvenil fue más precisa: “Hemos podido corroborar in situ que el proceso electoral presenta un conjunto de graves irregularidades que ponen en tela de juicio la transparencia de los comicios. Lo anterior lo sostenemos a partir de la reunión de una serie de evidencias fotográficas, audiovisuales y testimoniales sobre una diversidad de incidentes violatorios del estado democrático, y que en su momento también haremos del conocimiento público”. + + + Quedan 152 días para que concluya la ocupación de Los Pinos a cargo de Felipe Calderón, ¿para que inicie otra, ahora bajo el resguardo de Enrique Peña?