Teléfono rojo
Unas pinceladas de la aventura, quizás te puedan dar una idea de esta pequeña odisea que para mi no genera sensación de triunfo, de éxito…, la cuestión es de otro calibre, vives una experiencia vital de alta intensidad, esfuerzo, concentración, comunicaciones múltiples…, incluso con uno mismo; algo extraño, complejo, oscuridades, alegrías intimas, desánimos, relámpagos, truenos…, tiene mucho de supervivencia, cercanía con los límites
Llego a las 9 de la noche a Orense, después de un periplo rocambolesco de aproximación, incluyendo consecuencias de la huelga minera en la zona astur-leonesa…
Me alojo en el Albergue de peregrinos, al día siguiente hay que arrancar la caminata y me había levantado a las 5 de la mañana.
Ana, una joven polaca, aspecto de novicia, tez muy blanca, abundante peso, actitud seria pero cercana, encantadora, me enseña una de las técnicas mas complicadas de la Ciencia, guardar mi saco de dormir en una diminuta funda, hasta conformar un cilindro que encaja perfectamente en la mochila, dejando huecos suficientes para el resto de herramientas de supervivencia…
Salgo muy temprano, solo, paso por la Catedral y luego recorro la ciudad enfilando una interminable pendiente, mis fuerzas intactas, la mochila pesa, pero todo parece razonable, un gran bastón acompaña en mis pisadas, demasiado pesado pero es el que tengo, no el mejor posible…
La atención es una de las virtudes en juego, las señales del Camino aparecen por los recodos, árboles, postes, piedras…, el suelo, no siempre suficientes, ni demasiado claras, las conchas simbólicas y sobre todo flechas, trazas rudimentarias pintadas de amarillo se convierten en tu conexión con la realidad, a veces ambigua, representan mi futuro, el único que existe en esos momentos…
Camino atravesando bosques, parajes, caseríos, puentecillo, trozos rudimentarios, de Calzada Romana, riachuelos…, subidas, bajadas, a veces la ruta va por carreteras asfaltadas, otra vez a la senda, mas riachuelos, Calzadas Romanas, puentecillos, caseríos, parajes, bosques…; y así una hora, otra, otra mas…, un kilómetro, otro, mas kilómetros
Todos los paisajes son diferentes, pero no los vas contemplando conscientemente, los mantienes en un plano subconsciente, enmarcando tus pasos; llevas un peso atado a tu cuerpo, cintura, hombros, pecho, todo esta apretado por los cordajes de la mochila. Camino solo, atento a las señales amarillas, no puedo distraerme, solo alguna divagación durante pequeños tramos, enseguida vuelvo a la realidad del Camino.
La llegada a los Albergues obliga a los protocolos burocráticos del día, credenciales, sellos, 5 euros de donativo, protector desechable de colchones y almohadas…; descanso profundo, corto, asimilando la distancia recorrida…, hay que comer, luego descanso siesta, sueño.
Por la tarde, en los lugares comunes del local, las comunicaciones surgen espontáneamente con los peregrinos, desconocidos, cordiales siempre, extranjeros con frecuencia…, se convierte en uno de los milagros de esta larga marcha, magia en el ambiente, simpatía, solidaridad, respeto…
Paso – una cierta desviación recomendada – por el Monasterio de Oseira; mezcla de siglos, artes, hazañas, historias…, se respira por las paredes, un monje, estudioso del lugar, amable, nos va enseñando las zonas visitables de este antiguo monumento. Hoy solo viven aquí 16 religiosos, tuvieron hasta 150, dos peregrinas, suiza y franco española coinciden conmigo en el periplo
Nos despedimos amistosamente, ellas caminan muy rápido, para mis cálculos de supervivencia. Ahora tengo que enfrentar una subida terrible, la marcha hasta el final de esta etapa resultó uno de los martirios de este peregrinaje, pendiente muy pronunciada, sendas estrechas, piedras sueltas, charcos…, atento siempre a las señales amarillas.
Llueve con intensidad, tengo que ponerme la capa protectora, maniobra difícil, avanzo, mirando las flechas como mi enlace con la salvación, también usando mis reflejos e intuiciones montañeros…
Un rato más tarde me encuentro perdido, las indicaciones han desaparecido, grito cuando me acerco a un caserío solitario, nada…, al rato una viejita abre una ventana de su casa, pregunto…, no la entiendo nada, lenguaje gallego cerrado, incomprensible para mi, le suplico con vehemencia que me hable en español, la pobrecita se queda muda, no sabe…, pero me ve tan desesperado que me indica algo con la mano, retrocedo, sigo sus vagas indicaciones, deambulando con mi pesada mochila, mojadura inmisericorde, hasta que reencuentro las señales, una maravillosa sensación, así voy llegando a Castro Dozón, estoy destrozado, pero sigo vivo…
Unos peregrinos están en un bar cerca del Albergue, es muy tarde parea comer, pido lo que hay, pinchos y raciones, tengo un hambre feroz; charlamos, gente cordial, sencilla, cercana, solidaria…, entro en su plan para la cena, pongo 3 euros al fondo. Algunos van en bicicleta, estoy roto, me animan pues en algún momento, les cuento, he pensado abandonar…
En realidad, a lo largo de la jornada pasas por todos los estados de animo imaginables, te preguntas, con cierto rencor contra ti mismo, que diablos estoy haciendo por estos rumbos, tremendo esfuerzo que por momentos te parece absurdo, descabellado…, pero de repente te encuentras maravillosamente fuerte, feliz, todo encaja en tus planes, la locura se difumina, todo luce luminoso, coherente…, al rato reaparece el cansancio, en medio de unos paisajes maravillosos, que van cambiando lentamente, rumores mágicos están presentes en todos los rincones del escenario, intuyes el gran sentido de nuestras travesías…, al cabo de un rato se nublan los caminos, el viento se calma, infinitos hilos tejiendo una fascinante realidad
Todos los días inicio la ruta a las 7 de la mañana, marcho a la etapa siguiente, esta vez, como parecía tan “tocado” la noche anterior, uno de los del grupo de cena se ofrece a acompañarme un tramo de marcha, resulta que mi acompañante es funcionario de prisiones, su mujer trabaja en otra penitenciaría, no tiene vacaciones ahora. Personaje, como casi todos los que encuentras por estas lides, curioso, interesante, valioso; una campesina sube una pesada carretilla por una dura pendiente, Vicente se acerca en una carrera y le sube toda la carga hasta arriba, un pequeño gesto, una gran señal…
Sigo mis avances por el Camino, llego a Bandeira el domingo, a las 12.30 es la misa del pueblo, cuando está empezando la ceremonia alguien se pone a mi lado, estoy en la última fila, ¡¡ es Ana !!, la polaca que encontré en el Albergue de Orense, al principio de esta historia, charlamos un rato, tiene que seguir, yo me quedo en un Hostal, como en un bar y me acuesto para descansar.
Me despierta un malestar violento, me siento mal, mi estómago está revuelto, vomito…; otra vez presiento el final prematuro de la aventura, me relajo, trato de superar el momento, tomo manzanilla, paseo y a dormir…
Me levanto, como siempre, muy pronto, tomo algo y salgo a caminar a las 7, pretendo llegar a Oteiro, penúltima etapa, pienso he perdido fuerzas, voy a probarme, la pesada mochila me lastra como la deuda de mi país…, he dormido bien y, milagrosamente voy recuperándome
Muy larga etapa para mi, pero voy aguantando razonablemente bien, caminos de una belleza fantasmal, bosques con una vida exuberante, cánticos repetidos – ¿diferentes? – de pájaros invisibles, intraducibles…, paradas cada hora y media de marcha, altibajos, no solo geográficos…, las aldeas no están bien definidas, apenas encuentro lugares para desayunar mi Cola Cao, llevo agua pera necesito algunas vitaminas extra, la meta del día parece demasiado lejana por momentos.
Al fin el camino pasa, paralelo, cerca de la carretera, me desvío, hay una fonda para comer, tiene buena pinta, me dicen que en el albergue – falta media hora de andadura – no hay lugares para repostar, así que me regalo una buena comida, me siento resucitado, llego al Albergue a las 5 de la tarde…
Esta última estancia del Camino es un lugar moderno, grato, vistas a un grandioso valle verde, suaves montes por los contornos…, después de descansar paseo por los alrededores, en una mesa tallada sobre un viejo tronco, charlo con un matrimonio holandés, encantadores…, todos los días encuentras comunicaciones interesantes, gratísimas, todas las nacionalidades fundidas en el Camino, después de la marcha de cada día…, algo verdaderamente único, difícil – no imposible -, vislumbrar desde los palcos, ajenos a la representación; pienso que tu podrías lograrlo…
La jornada final es de una emoción fantástica, hay tensión, cansancio enorme, estados de animo particularmente cambiantes, según van transcurriendo los interminables kilómetros, un dolor en el pie derecho se va haciendo insoportable, saco la bota, reacomodo los calcetines dobles, alivio ligero…, sigo, mirando siempre las flechas amarillas, vamos avanti, no puedo fallar ahora…
Tengo la extraña sensación que las torres Compostelanas se van retirando según voy avanzando lentamente, estoy tremendamente cansado pero sigo dando pasos, pasos, pasos, como un autómata, a veces miro para atrás, para verificar el camino recorrido, pequeño aliento moral y para comprobar que no me convierto en estatua de sal…
De pronto, allá lejos, al doblar una loma, aparecen las agujas de la Catedral de Santiago de Compostela, es todavía mucho trecho pero su aparición me resulta como un sueño imposible, maravilloso, un invencible aliento recorre toda mi estructura vital; por primera vez en todo el Camino estoy seguro llegaré a la meta.
Tomo un refresco, más bien para descansar los hombros, demasiado doloridos a estas alturas de la travesía, la mochila arriba, especial esfuerzo y reemprendo la marcha, una subida para llegar al centro, se me hace interminable, voy superando, paso a paso…
Pregunto a un señor la vía mas corta, “Ya está Vd muy cerca”, me acompaña, me orienta, ha sido emigrante, me cuenta brevemente su historia, cordial, inteligente, hablamos unos instantes.
Entro en la Catedral en el mismísimo momento que salen los sacerdotes a celebrar la misa de 12, la de los peregrinos, siento una emoción indescriptible, me acomodo en el resalte de una columna, mochila al suelo, una monjita pálida, delgada, una figura escapada de un lienzo de El Greco, canta con una finísima voz, maravillosa vibración para el oído humano…
De pronto escondo mi cara entre mis manos, estoy sollozando, como si se me hubiera roto algún dique interior, como si todo el desastre del mundo, el mío propio, frustraciones, alegrías, fracasos, logros…, decepciones, luces, sombras, intuiciones, angustias, dolores, esperanzas…aflorasen, como un torrente por mis mejillas húmedas, algo incontenible…
Una misteriosa explosión interior me tiene atenazado…, una chispa aparece en los horizontes, me siento profundamente feliz, no es un registro genuinamente religioso, yo diría que viví una catarsis vital, absolutamente inolvidable.. Fue el sitio, la Catedral de Santiago de Compostela, el momento 19 de junio 2012
La Misa transcurre, la Comunión…, el Botafumeiro bate los espacios. Voy caminando lentamente por los atrios, saboreando el momento, de repente un grito ¡¡ Carlos !!, Ana, la polaca de Orense, de Bandeira…está allí mirándome con una alegría inolvidable, al lado el matrimonio holandés con el que había charlado el día anterior en Outeiro
¿Qué te parece, Carlos, encontrarnos aquí”, yo estaba impresionado. No nos volveremos a ver – les contesté – pero lo recordaré siempre…. Me tuve que marchar rápidamente, no quería llorar más
Subí a dar el abrazo al Apóstol, le pedí por tantas cosas…
Nunca me ha gustado especialmente el color del Oro, pero el dorado que abunda en la Catedral de Santiago de Compostela me fascinó esta vez, es como una oleada de calor para los peregrinos, algo entrañable, cercano, como una sonrisa del Más Allá…
La vuelta paseando por Santiago la recuerdo como de una plenitud increíble…, voy a la plaza de Galicia, bus a la estación, el retorno…
Esa noche, 2.15 de la madrugada el autobús desde Santiago llegaba a Llanes. El círculo quedaba cerrado, los horizontes estaban definitivamente abiertos…