Navidad y tinieblas
En esta temporada futbolera, la información que llega de Brasil tiende a confundirse; y por lo que se oye y se ve, pareciera que todos los brasileños están en contra de su presidenta Dilma Rousseff.
Por eso que me parece importante la exposición que sobre la situación hizo Adalberto Santana, director del Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe (CIALC) de la UNAM; y que difunde nuestra máxima casa de estudios, en su boletín de vinculación con los estudiantes de esta semana.
Santana empieza por aclarar que en algunos lugares donde se jugarán los partidos no gobierna el Partido de los Trabajadores que es el de la presidenta Rousseff; y que las manifestaciones son hechas por los sectores populares precisamente en contra de las autoridades locales, que no son de la misma corriente de la mandataria, sino que provienen de la derecha política.
Advierte que la atención generada por este torneo mundial, en el que algunos latinoamericanos esperan que Brasil se lleve la Copa, sirve de escaparate para expresar inconformidades; pero que lo más probable es que las protestas no se prolonguen o sean controladas antes de los partidos o mientras estos se desarrollan.
Y que debido a que como espectáculo en la Copa estará puesta la atención del orbe, y sobre todo de los medios de comunicación, especialmente de la televisión, es un escenario de primer orden para difundir las manifestaciones de protesta.
“Más que conflictos nacionales, se trata de desacuerdos locales, pues existe un consenso de apoyo a la presidenta, que es impugnada por los gobiernos estatales contrarios”, explicó el analista político.
Agregando que los movimientos los han llevados a cabo principalmente, los Trabajadores sin Tierra y el Comité Popular de Brasilia, que buscan incidir en la opinión pública para generar un efecto.
Y que algunas de las protestas e inconformidades pueden tener un sustento real, como el alza del transporte en São Paulo, Río de Janeiro o Pernambuco.
Pero que otras, provienen de intereses que tratan de desestabilizar a Brasil como potencia emergente y líder indiscutible de América Latina; y a su gobierno.
“Se trata de un país con política exterior activa que ha sabido impactar en muchos procesos de pacificación —como hizo con Honduras y Paraguay— y dar apoyo solidario, como pasó con Haití, después del temblor”.
Además de que distintas entidades patrocinadoras y beneficiarias se involucran a profundidad, teniendo en cuenta sus propios intereses; como las dedicadas al transporte, bebidas gaseosas o etílicas, ropa deportiva y compañías de seguros; y por supuesto la FIFA.
Con lo que el futbol viene a transformarse “en un escaparate para manifestaciones de carácter social, como las realizadas por los indígenas que piden la demarcación de sus reservas. De esta manera, el escenario balompédico sirve para una serie de protestas sociales relacionadas con la realidad brasileña y, con frecuencia, con aspectos más locales que nacionales”.
Que en el imaginario popular regional, Brasil debe ganar; y que si así sucede, eso a nivel político representa la identidad latinoamericana llevada a un nivel de deporte-espectáculo.
Y que el triunfo de Brasil, además de estar en consonancia con lo que muchos latinoamericanos quisieran, fortalecerá la imagen de la presidenta Rousseff, del Partido de los Trabajadores e incluso del ex mandatario Luiz Inácio Lula da Silva.
Adelanta luego, que terminada la Copa del Mundo, Brasil que pertenece al conjunto conocido como BRICS (formado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), sostendrá una reunión en la ciudad de Fortaleza.
Y es que el futbol no puede hacer que olvidemos, que Brasil es la nación más poblada de la parte sur de nuestro continente, con cerca de 190 millones de habitantes; y tiene la economía más fuerte de América Latina con una geoestrategia espacial, única en la región.
“El Mundial es una confrontación político-ideológica en el escenario global, pues el futbol representa una pugna simbólica que no llega a desatar guerras. Se trata de un acontecimiento histórico importante por su magnitud económica, cultural, deportiva y expresiones políticas y sociales”, concluyó.