Megaoperativo en Edomex, cruzada contra el crimen
MÉXICO, DF, 22 de junio de 2014.- En opinión de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA por sus siglas en inglés), la seguridad de la frontera mexicana con Guatemala y Belice se endurece a medida que uno se interna en el país, pues los caminos y ríos son patrullados rigurosamente.
Sin embargo, el creciente despliegue de agencias militares, migratorias, de investigación y de inteligencia cada vez mejor equipadas, sirve de muy poco ante la descoordinación y una corrupción endémica, que las neutralizan y sirven, más bien, para extorsionar a los migrantes y a los traficantes de ambos lados de la frontera.
Al igual que los miles de migrantes y las toneladas de contrabando, “el equipo de WOLA cruzó la frontera cuatro veces sin tener que mostrar sus pasaportes”, destaca la organización para ilustrar la lasitud de las autoridades migratorias mexicanas.
Contra lo que pudiera pensarse, describen los analistas estadounidenses “la zona está llena de militares, policía, agentes de migración e instalaciones de aduanas”, pero carecen de capacitación para tratar a los menores, de coordinación, además de que no tienen mecanismos de rendición de cuentas, por lo que darles más armamento y tecnología parece empeorar las cosas.
De por sí, el viaje por México está plagado de riesgos y peligros, mucho más graves para los niños y jóvenes que lo emprenden solos. En la frontera sur de México corren dos líneas de trenes de carga que se internan al país, y el viaje en cualquiera de ellos es largo y extremadamente peligroso, pues la falta de seguridad deja a los migrantes a merced de las pandillas centroamericanas, los cárteles mexicanos, bandidos, secuestradores y funcionarios corruptos, describe el análisis de la organización estadounidense.
De hecho, la frecuencia con que ocurren secuestros, extorsiones, trata de personas, violaciones y homicidios en esa ruta, coloca a las penurias sufridas por los migrantes centroamericanos en tránsito hacia México en el primer lugar entre las peores emergencias humanitarias del Hemisferio Occidental, dice WOLA.
Y de ello puede dar amplios testimonios el sacerdote mexicano Alejandro Solalinde, que desde el extremo sudeste mexicano ha emprendido una lucha que ha dejado ver la fragilidad del Estado Mexicano en materia de migración y derechos humanos.