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MÉXICO, DF, 29 de junio de 2014.- «Este no es un lugar para los niños», dice entre sollozos una madre de origen salvadoreño, y cuenta que cinco miembros de una pandilla habían golpeado a su hijo mayor, de 17 años, en su camino a casa desde la escuela por no haberse unido a la pandilla tres años antes. Su hijo más joven, de 13 años, enfrentó a la misma presión, señala un amplio reportaje que publica la mañana de este domingo el portal especializado en seguridad In Sight Crime.
Aquí, en Centroamérica está la verdadera crisis humanitaria, y no en Estados Unidos, destaca Elizabeth G. Kennedy, becaria Fulbright que realiza un trabajo de investigación sobre la migración de menores en la República de El Salvador.
“Estos son tiempos de desesperación, en lo que varios encuestados, en mis más de 400 entrevistas, describieron como ‘tiempos de horror’”, dice la especialista estadounidense, y como muestra revela que “las tasas de homicidios reportadas en la prensa local son más altas hoy que durante las guerras civiles declaradas en El Salvador y en Guatemala hace unas décadas”.
La tasa de homicidios de Honduras sólo es eclipsada por Siria y, posiblemente, por Sudán del Sur. Con los asaltos, las desapariciones, las extorsiones y las violaciones también en máximos históricos, deben ser mejores en cualquier otro lugar, dice la investigadora.
Los políticos estadounidenses dicen que los niños son atraídos a Estados Unidos por las políticas del gobierno de Obama y que la posible reforma migratoria, son los factores que atraen a los centroamericanos, “pero sólo en una de las entrevistas que completé antes de que el presidente Obama designara la situación como una crisis, un niño me preguntó acerca del Dream Act», subraya la becaria, rechazando de manera contundente el argumento.
Para la investigadora, el conocimiento de la forma en que funciona el sistema estadounidense es limitado entre la población centroamericana, y “en los ocho meses que he estado aquí no he oído anuncios de radio ni iglesias que anuncien que los niños no serán deportados”, subraya.
El 60.1% de los encuestados dice haber emigrado por la violencia
Entre las primeras 322 entrevistas que la investigadora realizó con los niños migrantes salvadoreños entre enero y mayo, el 60.1 por ciento mencionó al crimen, las amenazas de pandillas o la violencia, como la razón de su emigración, destaca la investigadora
En los últimos dos años, los informes de Niños en Necesidad de Defensa (KIND, por sus siglas en inglés), del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos, y de la Comisión de Mujeres Refugiadas, han citado cifras similares de las entrevistas con niños migrantes en Estados Unidos.
El reporte de Elizabeth G Kennedy destaca que hay poca confianza en la policía, en el ejército y en otras agencias gubernamentales. Sólo 16 niños migrantes que dijeron que habían experimentado inseguridad la reportaron, y dos de ellos dijeron que las amenazas habían aumentado, pero la policía se negó a redactar un informe.
El miedo a las autoridades está bien fundamentado, señala la investigadora. Muchos dicen que las pandillas tienen fuentes de información entre la policía, las oficinas de la Fiscalía General y los vecinos del barrio.
Como me dijeron varios de ellos: «Nunca se sabe quién es quién». Tres contaron historias de jóvenes que presentaron quejas y que luego fueron detenidos como sospechosos, por ser considerados miembros de las pandillas. La policía golpeó a un joven tres veces porque trabajaba hasta tarde y fue acusado de ser miembro de una pandilla por estar en la calle.
Estados Unidos no siempre es el destino final
Por otra parte, Estados Unidos no es siempre la primera opción, y muchos se mueven dentro de El Salvador. Según una encuesta del Instituto Universitario de Opinión Pública (IUDOP) de Centroamérica, aproximadamente 130 mil salvadoreños se vieron obligados a trasladarse dentro del país en 2012, y un tercio se había trasladado previamente.
A menudo, las mismas amenazas a la vida reaparecen (por esta razón, se requiere que la policía se traslade cada dos años). Trece de los niños con los que hablé se intentaron trasladar. Sólo uno, que había estado en la nueva ubicación durante menos de un mes, encontró un descanso.
Con tan pocas opciones, ruedan los dados y empiezan a trazar rutas a través de México hacia Estados Unidos. La mayoría sabe que, incluso si llegan a Estados Unidos, pueden ser rechazados y deportados. De hecho, entre 2008 y 2012, hasta el 98 por ciento de los casos guatemaltecos, hondureños y salvadoreños fueron rechazados. Pero no importa, la posibilidad de lesionarse y de morir en ese peligroso viaje es una apuesta que supera a una muerte segura en su hogar.
Por otra parte, destaca la especialista, aun cuando más del 90 por ciento de los niños tienen un miembro de su familia en Estados Unidos, sólo el 35 por ciento mencionó la reunificación como una razón para su emigración.
El gobierno de Estados Unidos a menudo ha estado en el lado equivocado de este debate, o ha decidido quién se puede quedar y quién se debe ir, basándose en motivos políticos y no humanitarios. Ahora tenemos que responder a las personas que necesitan nuestra protección. No hacerlo sólo exacerbará los problemas actuales y generará otros nuevos, concluye la especialista.