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MÉXICO, DF., 13 de julio de 2014.- La contaminación provocada por las industrias petroquímicas y agroquímicas y por las descargas urbanas en Veracruz, Tabasco, Campeche y Quintana Roo son amenazas reales para el manatí, especie considerada en peligro de extinción desde 1975 a nivel mundial y colocada como especie prioritaria de conservación desde 1991 en México, advirtió Marco Antonio Benítez García, académico de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia (FMVZ) de la UNAM.
Estas fuentes de contaminación (herbicidas, pesticidas y fertilizantes) pueden provocar infecciones y enfermedades a los animales, además de la degradación de humedales. En Veracruz las perforaciones petroleras no sólo alteran la calidad del agua, sino que los pozos y barreras físicas impiden su libre paso.
La buena noticia, expuso el universitario, es que hay evidencia de que la población de manatí del Caribe (Trichechus manatus manatus) en Bahía Chetumal, Quintana Roo, es estable y va en aumento; si bien no se deben descuidar factores como los desarrollos turísticos o industriales que podrían causar estragos en la especie.
Al ser animales acuáticos, enfrentan problemas como la pérdida, degradación y fragmentación del hábitat; la contaminación por descargas urbanas; captura incidental por redes de pesca ilegal; y la exploración, explotación y mantenimiento de infraestructura petrolera, entre otras, abundó el también gerente del Departamento de Medicina Veterinaria y Bienestar Animal de Africam Safari.
Destacó que ha habido avances importantes, como haber creado el primer registro nacional de parámetros sanguíneos de individuos para la zona del Caribe, logrado con la colaboración de la instancia universitaria. Antes los parámetros que se usaban para estudios comparativos provenían de ejemplares de Florida, Estados Unidos.
Se estima que en México hay entre mil y dos mil ejemplares en vida silvestre. En el santuario de Bahía Chetumal, la zona más estudiada del territorio, se calcula la existencia de 200 o 250.
Las observaciones realizadas en esa área han sido favorecidas por la factibilidad de contemplarlos en las aguas transparentes y someras del Mar Caribe, condiciones que no se presentan en el Golfo de México. Algunos recorridos aéreos por la costa de Veracruz y Tabasco han sido infructuosos por la dificultad de verlos en aguas turbias, oscuras y cubiertas de vegetación acuática flotante. Yucatán y Campeche son los lugares con menos avistamientos.
Un problema más que enfrentan es el cambio climático: con las inundaciones, el aumento del nivel de los ríos y lagunas ocasiona que migren a lagunas que se forman de manera temporal y posteriormente, al bajar el nivel de agua, quedan atrapados. Muchos mueren por la desecación.
A ello se suma el desconocimiento de su biología: una cría pequeña no es capaz de termorregularse y es llevada por su madre a las orillas de su hábitat para que permanezca en aguas más tibias; mientras, ella se aleja a pastar. Mucha gente cree que son huérfanas y las sustrae del medio, indicó el universitario.
Una vez extraídos, es difícil reintegrarlos, porque los padres se alejan; algunos terminan en acuarios o centros turísticos, donde son exhibidos.
“Si bien estos sitios han contribuido al conocimiento de la especie, de sus hábitos y desarrollo, y a obtener muestras para conocer su fisiología, no es su mejor destino”, explicó el también integrante del grupo de trabajo, antes Subcomité Técnico Consultivo Nacional para la Conservación, Recuperación y Manejo del Manatí de la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales.
Ante esta situación, el grupo de trabajo de expertos labora en la construcción de centros de atención de crías huérfanas para que, si se presenta un caso, el animal sea atendido, no tenga contacto con el público y pueda entrar a un programa de rehabilitación y reincorporación.
La reproducción en cautiverio ha sido exitosa en algunos acuarios, como el de Veracruz; sin embargo, es importante hacerla de manera coordinada. El grupo diseña una estrategia al respecto y se realizan estudios para conocer la variabilidad genética y no tener problemas de consanguinidad. Además, no se debe perder de vista que requieren de mucho espacio y que su manutención no es sencilla, puntualizó el experto.
Añadió que la caza ya no representa un problema pues se han desarrollado programas de educación ambiental con éxito y se estableció el 7 de septiembre como Día Nacional del Manatí, que se conmemora en muchos lugares donde hay presencia de la especie.
A escala mundial, el manatí se encuentra en peligro de extinción. Fue puesto en ese estatus en 1975 por la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES); en 1982 fue catalogado como vulnerable por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), y en México, hacia 1991, fue considerado en peligro, sujeto a protección especial y colocado como especie prioritaria de conservación.
Características
Los manatíes pertenecen al orden Sirenia, que incluye tres especies de manatíes y el dugongo. En México existe una sola especie llamada manatí de las Antillas (Trichechus manatus), que también habita la península de Florida, islas del Mar Caribe y la costa atlántica de Centro y Sudamérica, hasta Brasil. En el país residen tanto en las costas del Golfo de México, como del Mar Caribe, así como lagunas y ríos del sureste.
Pueden vivir en agua salada y dulce. Los machos llegan a pesar hasta 400 kilogramos y medir cuatro metros; las hembras son de menor tamaño y peso. Se alimentan del lecho marino, de pastos y algas, no tienen dientes incisivos, sólo molares, indicó Benítez García.
Poseen orificios nasales que cierran herméticamente si se sumergen y sólo los abren al salir a respirar. Su cola redonda les sirve para desplazarse. Dentro de los mamíferos marinos es la especie con el metabolismo más lento; son tranquilos, les agrada descansar en el lecho marino y diariamente se desplazan cortas distancias. Se ha documentado que pueden migrar hasta 300 kilómetros a lo largo de la costa y residir en ciertas zonas.
Por lo regular, las hembras tienen una sola cría y ambos permanecen juntos hasta dos años, sobre todo si la cría es hembra; si es macho, normalmente es desplazado por adultos dominantes, lo que provoca un destete precoz. Los manatíes pueden vivir alrededor de cinco décadas.
Existe información de que el manatí fue una especie ampliamente utilizada por las culturas maya y olmeca en las costas del Golfo de México y Mar Caribe, práctica que fue adoptada más tarde por los españoles en la época de la Colonia y que perduró hasta la actualidad. Esta explotación mermó las poblaciones que eran más abundantes y de distribución más amplia.