Trastorno Afectivo Estacional: Estrategias de Atención en el IMSS
MÉXICO, DF., 8 de septiembre de 2014.- México debe modificar sus leyes de salud con el fin de regular la reproducción asistida y la donación de embriones, y adecuar estas prácticas a la realidad social, más allá de prejuicios y creencias religiosas, consideró Jorge Alberto Álvarez Díaz, becario posdoctoral de la Unidad Xochimilco de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
El doctor en bioética por la Universidad Complutense de Madrid señaló que, contrario a lo que comúnmente se piensa, la mayoría de parejas que se ha sometido a tratamientos de reproducción asistida está dispuesta a donar embriones con fines de investigación.
La investigación y las técnicas de reproducción humana asistida han registrado avances muy importantes en las últimas décadas, lo que ha resultado en importantes debates desde los puntos de vista ético y jurídico.
En países desarrollados, añadió, se tienen leyes para normar esta técnica, sin embargo, en América Latina es Brasil el único país que cuenta con algún tipo de regulación, que permite, por ejemplo, la investigación con células madres embrionarias.
En México, por el contrario, la Ley General de Salud prohíbe expresamente la investigación en embriones y fetos humanos y al parecer este criterio se comparte con el resto de países de Latinoamérica.
De acuerdo con Álvarez Díaz la ley, no obstante, puede ir por un lado, y por otro, lo que las parejas que han recurrido a centros de reproducción asistida harían con el resto de sus embriones, una vez alcanzado el objetivo de tener hijos.
Explicó que desde el punto de vista biomédico está estudiado que, para que se pueda conseguir un recién nacido vivo, se deben obtener de la mujer por lo menos 18 ovocitos, los cuales se “reúnen” con espermatozoides y algunos fecundan y otros no, pero cuando la mujer logra embarazarse, quedan todavía embriones y éstos son congelados en los centros de reproducción para mantenerlos vivos.
“La pregunta es ¿qué se va a hacer con estos embriones?”.
Si los embriones son pocos, “no hay problema”, porque en cierto periodo de tiempo la pareja pudiera decidir tener otros hijos, pero si se trata de una mujer que tuvo muy buena respuesta al tratamiento y por lo tanto logró producir muchos embriones “esto se complica”.
Una mujer logró tener dos niñas y aún tenía 16 embriones congelados, comentó.
¿Para qué podrían servir estos embriones? Las respuestas a esta pregunta teórica van desde donar a quienes no pueden tener hijos, hasta donarlos para fines de investigación o de docencia, y que los embriólogos aprendan directamente con embriones humanos y no de otras especies parecidas a la humana a nivel celular.
La otra opción es que sean destruidos y nadie los use para ningún fin.
Por el miedo a tomar una decisión, entre otras razones, muchos embriones quedan abandonados en los centros (en su mayoría privados) y quienes los resguardan se preocupan “porque no saben qué hacer” y por tanto se vuelve un problema social, pues “ni se hace investigación, ni se donan a parejas, ni nada”, advirtió.
Frente a este problema y como parte de su proyecto de investigación para obtener el grado de doctor, el investigador de la UAM realizó alrededor de 600 entrevistas a parejas que recurrieron a la reproducción asistida en distintos centros de América Latina, para preguntarles lo que harían con sus embriones.
“Yo pensaba que en primer lugar las parejas donarían a otras que no pueden tener hijos y muy poco a investigación, pero encontré que tres cuartas partes donarían sus embriones para hacer investigación en general”; después para investigación con células madre –en el caso que se descubriera algún tratamiento para determinada enfermedad– a parejas infértiles y finalmente a mujeres solas.
Este resultado es de llamar la atención porque “refleja que la gente es mucho más abierta de lo que se cree», pues incluso se les preguntó si donarían a una pareja de dos hombres, dos mujeres y alrededor de 15 por ciento dijo que sí.
Álvarez Díaz agregó que se trata de hallazgos importantes no sólo para generar investigación en torno a estos temas, sino para que la sociedad sepa lo que se puede hacer y los legisladores estén conscientes de la necesidad de articular este tipo de preferencia de los pacientes y la expresión de éstas en las políticas públicas.
Apuntó que en el Plan Nacional de Desarrollo se plantea la promoción de la bioética y hay una Comisión Nacional de Bioética.
México fue recientemente sede del congreso mundial en la materia, así como de la reunión de las comisiones nacionales en ese rubro; “es decir, hay muchas actividades que podemos empezar a articular para que estos temas tengan la suficiente difusión y repercusión en la población”, subrayó.
Para el investigador existe en el país una necesidad imperiosa de modificar y adecuar las leyes a la realidad social. La Ley general de Salud data de los años 80, “cuando nadie preveía lo que iba a pasar después y creo que habría que modificar reglamentos y normas para poder regular”, porque en los últimos 10 años han existido ocho proyectos de ley para tratar de regular la reproducción asistida y ninguno ha progresado.
Para ello, dijo, será necesario contar con la opinión de investigadores, profesionales de la salud, a los pacientes, y en general, será necesario consultar a la sociedad.
Destacó, respecto a la investigación con embriones, que en todos los países se debate si llevarla a cabo o no y en los de mayor desarrollo han optado por hacerlo, debido a que puede repercutir en el tratamiento de enfermedades neurodegenerativas, distintos tipos de cáncer y enfermedades del corazón, entre otras.
Este debate tiene que ver con el sistema de creencias de cada persona, ligado a una religiosidad o no. En ese sentido, agregó, hay diferentes posturas porque hay un problema fundamental en cómo considerar al embrión.
“Muchos dicen que es un grupo de células y entonces podemos investigar con él, y otros, que destruirlo significa destruir vida humana”.
En América Latina somos tradicionalmente religiosos y es difícil pedir a los legisladores que dejen a un lado sus creencias a la hora de legislar, pero resulta que las legislaciones se aplican para los que creen y los que no creen. Por eso “yo siempre asumo en mi labor de investigación y en mi reflexión una postura laica, liberal, plural”, finalizó.