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MÉXICO, DF, 11 de septiembre de 2014.- Syed Hasnain nació en Afganistán, pero a los 10 años de edad su familia lo envió fuera de ese país y en enero de 2007 llegó a Italia desde Grecia, escondido en un camión de carga tras una fuga de casi una década por Pakistán, Irán y Turquía, destaca un amplio reportaje que publica la agencia oficial de noticias Notimex la mañana de este jueves.
Amen en cambio es originario de Eritrea y abandonó ese país en 2013, a los 16 años, para arribar a Sudán, donde pagó mil 500 dólares a traficantes de personas que lo llevaron a Libia y de ahí se embarcó a Italia, atravesando el desierto del Sahara y luego el Mediterráneo en un extenuante viaje que casi le costó la vida.
Syed y Amen resumen en sus historias las de miles de jóvenes, muchos de ellos menores de edad, que llegan a las costas italianas en los llamados “viajes de la esperanza”, en busca de un futuro mejor y dejando atrás la guerra o la miseria.
En Roma, donde cumplió la mayoría de edad, Syed pudo estudiar e integrarse, habla un buen italiano y ahora trabaja como mediador cultural en un centro de acogida de menores extranjeros no acompañados -como lo era él mismo a su arribo a Europa- y en el que conoció a Amen.
Más de 90 por ciento de esos adolescentes son de sexo masculino, que por sí mismos han decidido abandonar sus países de origen o son enviados fuera por sus familias que, endeudándose, buscan salvarlos de contextos de violencia y pobreza, dijo Giovanna Di Benedetto, portavoz de la organización humanitaria Save the Children.
Confirmó que en 2014 ha aumentado consistentemente el número de menores indocumentados que llegan a costas italianas en un marco de crisis humanitaria generalizada en África y Medio Oriente.
Según datos de Save the Children, desde el 1 de enero de 2014 y hasta el pasado 7 de septiembre llegaron a Italia 18 mil 600 menores indocumentados, de los cuales nueve mil 850 no estaban acompañados por ningún adulto.
En el mismo periodo el número total de ilegales arribados (en más del 90 por ciento a través del mar) al país de la bota alcanzó la cifra récord de 118 mil 500 personas, frente a las 40 mil registradas en el lapso enero-septiembre de 2013.
Un reporte del ministerio del Trabajo indicó que hasta el 8 de septiembre pasado habían sido registrados en Italia 11 mil 10 menores extranjeros no acompañados, de los cuales ocho mil 239 estaban presentes en el país y dos mil 771 resultaban “ilocalizables”, por lo que se presumía que habían escapado a otras naciones europeas.
“La situación está fuera de control. Miles de personas prefieren intentar el riesgoso viaje por mar a Europa que quedarse en países donde están condenadas a una muerte segura o a la miseria”, dijo De Benedetto, quien sigue la situación desde Sicilia, a donde llega 90 por ciento de los indocumentados.
En particular, señaló que la explosiva situación en Libia, con niveles de violencia “inauditos” y punto de partida de la mayoría de las barcazas con ilegales que arriban a costas italianas, hace temer que miles de inmigrantes del sur de África ahí estacionados intenten abandonarla para salvar la vida.
Ilaria Olivieri, responsable del centro Civico Zero de Roma, que ofrece a los menores extranjeros capacitación laboral, protección, orientación legal y otros servicios, confirmó que a Italia llegan menores de Egipto, Eritrea, Afganistán, Siria, Bangladesh y de naciones subsaharianas como Mali, Nigeria, Gambia o Liberia.
Señaló que los egipcios, eritreos, bengalíes y subsaharianos suelen quedarse en Italia, mientras que los afganos y los sirios son “menores en tránsito”, que en la mayoría de los casos buscan llegar a países del norte de Europa, como Francia, Alemania, Inglaterra o Suecia y Noruega, donde muchos de ellos ya tienen familiares.
Además, dijo, los sirios en general se mueven con sus familias que escapan de la guerra civil, por lo que no entran en la categoría de menores no acompañados.
Según Olivieri, muchos de esos jóvenes reivindican su derecho al estudio y a que se les reconozca el estatus de refugiados, pues ello permite que sus familias puedan alcanzarlos en Italia.
Dijo que un viaje desde Afganistán puede costar hasta 10 mil dólares, mientras que desde Egipto sale entre cuatro mil y seis mil dólares, lo que provoca que los menores queden en manos de las redes de traficantes, que los explotan para cobrarles las deudas.
Indicó que Civico Zero, como decenas de centros más patrocinados por las autoridades locales, la organización Caritas o Save the Children, intentan darles alternativas para evitar que caigan en redes de explotación, prostitución o terminen delinquiendo.
El centro cuenta con personal especializado que sale a las zonas de Roma más frecuentadas por los menores indocumentados, como las estaciones de trenes, donde busca “engancharlos” y hacerles conocer los servicios que ofrecen.
De Benedetto explicó que al desembarcar en Italia los menores son recluidos en los centros de primera acogida, que en su mayoría se encuentran en Sicilia, donde en teoría deberían permanecer 48 horas antes de ser transferidos a comunidades familiares en las que estudian y son seguidos por tutores.
Sin embargo, reconoció que en muchos casos ello no sucede y los menores (a los que se les otorga la visa de residencia) se quedan hasta seis meses en los centros de primera acogida, que no tienen las condiciones previstas por la ley, lo que aumenta su deseo de fuga.
Informó que Save the Children ha presentado al Parlamento una propuesta de ley en la que se pide la creación de un sistema estructurado dedicado a la acogida y protección de los menores extranjeros no acompañados para evitar que queden “fuera de control”.