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IGUALA, Guerrero, 9 de octubre de 2014.- Para llegar a las fosas donde se han encontrado restos humanos se debe cruzar a través de una maraña de vegetación, piedras, terracería, arroyos, ojos de agua, insectos, voladeros y un sol implacable que no perdona a los extraños que desconocen al Cerro Gordo.
La colonia Pueblo Viejo no tiene poco más de 200 residentes, sus hogares apenas cuentan con servicios básicos y la pobreza de deja ver. El ganado y desnutridos perros que pasean en pleno camino hacia la zona que ha colocado en el ojo del mundo a esta humilde zona.
Más allá de la amabilidad de sus habitantes, los hechos de violencia y la sospecha de que en el clandestino panteón –usado por el crimen organizado para enterrar a sus víctimas– se encuentran los cuerpos de los 43 estudiantes normalistas es la razón principal por la que este barrio se ha puesto en la mirada internacional.
Precisamente esa situación generó que la Unión de Pueblos Organizados del Estado de Guerrero (UPOEG) visitara el área en cuestión para localizar más fosas y verificar que las que ya exploradas hayan sido bien revisadas. Pero el reto era aún más grande por encima de las adversidades naturales y climáticas. La verdadera prueba era el de sortear a policías estatales y federales.
Hace un par de días el acceso a esta zona resultaba fácil para quien se atreviera, los retenes de seguridad no existían y se podía observar cada una de las fosas.
“Si hubiéramos llegado hace dos días entrábamos y ahora hay que estarle rogando a los polis pa’ ver si nos dejan acercarnos aunque sea al cordón de seguridad. Todavía de que venimos a ayudar se ponen sus moños. Además ya hemos hablado con varia gente que vive aquí y nos han contado que era una zona peligrosa, que de manera seguida venían extraños, los malos, a matar gente o a enterrarlos. Muchos de los vecinos nos han contado que camionetas pasaban chorreando sangre o hasta dejaban tirados dedos de los que se echaban”, relata uno de los comunitarios.
Las rutas comunitarias
Previo al encuentro con las fuerzas de seguridad estatales y federales, la policía comunitaria planeó rutas alternas para evadirlos y llegar de sorpresa a las fosas clandestinas.
El grupo se dividió en tres y los caminos fueron por veredas, arroyos, terracería y ojos de agua. Se escalaron grandes piedras y lidió con vegetación espesa que complicaba el paso, más difícil para quien no tiene experiencia en estos terrenos.
La caravana de la UPOEG ingresó a las faldas del cerro y sus integrantes saltaron uno a uno de las camionetas, calzados con huaraches y vestidos con ropa casual, muy diferente a las botas y el equipo todo terreno de los policías, encabezaron una búsqueda que sólo quedó en el intento.
“El acceso es restringido desde este punto, ya no se permite el paso por órdenes de la Fiscalía del Estado, por lo que les pedimos de favor ya no avanzar más adelante, hasta aquí se pueden quedar”, indicó el comandante de la seguridad estatal.
Ante la negativa, los campesinos de oficio decidieron esperar hasta que la paciencia y el calor agotó las esperanzas de seguir la marcha, todo en busca de un objetivo que se diluyó debido a la nula colaboración de los efectivos y a la falta de tiempo de planeación.
“Le intentaremos mañana. Es una deuda que tenemos con nuestros compañeros, vamos a lograrlo, revisaremos cada una de las fosas, daremos con ellos y daremos cuenta de ellos, hasta que nos agotemos, hasta que nos corran o hasta que nos maten, no hay más”, promete uno de los más viejos, de cara curtida al sol y de manos callosas.