Eliminar autónomos, un autoengaño/Bryan LeBarón
Optimismo
En el medievo los alquimistas disfrutaron de mucho prestigio al prometer fabricar oro, anhelado por todos. Hoy buscamos un oficio sin nombre para concedernos el mayor don en nuestros días: felicidad.
La analogía entre antes y ahora está en la búsqueda de un anhelo. El de ayer carecía de sustento. El de hoy, por fantasioso que parezca, es factible. Al menos, es una promesa en la llamada Psicología Positiva que resume sus tesis en que la percepción modifica tu propio mundo. No la realidad, que resulta inamovible e incluso fortuita, sino la manera en que cada uno la ve.
Hace algunos años se popularizó el concepto de optimismo con un vaso de agua: cada quien decidía si estaba medio lleno o medio vacío. Los indeterminados mililitros de agua no variaban. La manera de ver esta realidad, y por ende, cada quien optaba por sentirse satisfecho o no de este hecho.
Ahora, para nadie es un secreto que el grado de felicidad genera energía, productividad, mayor eficiencia inmunológica, alto grado de creatividad, empatía, facilidad de relacionarse con los demás, mayores competencias en organización, comunicación y un largo etcétera. ¡Todos queremos ser felices! Y este anhelo generalizado se vincula a nuestra capacidad de ser o no optimistas.
Les voy a contar un cuento: dos hermanos despiertan la mañana de Día de Reyes y junto a su zapato encuentran sólo un poco de heno. El pesimista asegura tristemente:
-Sabía que me traerían basura…
El optimista exclama feliz:
-¡Los Santos Reyes me trajeron un pony. Voy a buscarlo, aquí quedó su comida!
El hecho es el mismo. Las reacciones no pues la percepción es diferente. No se van a cambiar los hechos del mundo, pero sí podemos modificar la manera de codificarlos, interpretarlos y decidir qué hacer con ellos.
La clave de la felicidad está en nuestra percepción. Hace muchos años se creyó que eran más felices quienes tenían mayores ingresos, estaban casados, eran jóvenes, sanos, poseían un buen nivel de estudios y practicaban una religión.
Hoy diferentes estudios echan por tierra estas creencias. La felicidad no está asociada al dinero, hay quienes se sienten muy infelices a causa de su matrimonio, los años permiten apreciar más motivos para ser felices, la enfermedad a veces genera un alto en el camino susceptible de valorar más lo que se tiene, la educación formal no es sinónimo de satisfacción y la religión no es espiritualidad.
En resumen: no hay factores asociados a la felicidad, sólo el optimismo, aunque formalmente sí se reconoce que la gratitud y el perdón multiplican nuestras oportunidades de ser más felices. La razón es simple: al agradecer te solazas en tus bienes y dones, te regordeas con aquello que ya posees, incrementas tu percepción de buenaventura, privilegio y suerte. Revives tu felicidad porque el cerebro no distingue pasado, cada pensamiento lo procesa como si ocurriera en este instante, de manera que libera sustancias de felicidad y placer, como las endorfinas.
Por ello un consejo recurrente es: finge ser feliz para serlo realmente. ¿Y cómo? Respira, respira profundamente porque al sentir el aire que se expande en tus pulmones, te transformarás en una magnífica mariposa a punto de emprender el vuelo, te percatas de estar vivo. Y canta o baila. Y si no puedes hacer eso al menos sonríe. Una sonrisa verdadera, de esa que forma “patitas de gallo” a un lado de los ojos. Y no te preocupes por tu apariencia: la gente que sonríe genuinamente resulta más atractiva respecto a quien no lo hace.
El perdón. Falta ése. Bueno, si alguien no actuó de la manera adecuada piensa que todos hacemos lo mejor que podemos con las “herramientas” que tenemos en ese momento. Y esas pueden ser conocimiento, madurez, evolución. Perdonar te libera de los errores ajenos. Es como traer un bulto en la espalda. Sólo déjalo. No es tu carga y por amor a ti evita escarbar la herida.
Por último, vale recordar que los profesionistas que ahora prometen darnos la felicidad ahora son psicoterapeutas. Al darnos las riendas de nuestra mente a través de técnicas como la hipnosis clínica o la Programación Neurolingüística nos entregan serenidad. Ser-uno. Son técnicas para detectar y manejar la mente, hacernos partícipes de lo que somos mediante el dominio de la mente inconsciente o alma (pensamientos, emociones), porque somos más que cuerpo: somos seres hechos con amor y polvo de estrellas. Y esto es en sentido figurado… y también real.