Abanico
Empezar a vivir
Cerramos los ojos. Pasamos de largo. Evadimos. Ante el horror asumimos indolencia y vemos la desgracia como un estado de los “otros”. Y en medio del silencio, cuando la conciencia habla, la acallamos de inmediato con nimiedades. Somos una sociedad de tranquilidad aparente, de vestidos comodinos, piel de perfección sintética pero carente de vida. Somos máscaras.
Evitamos pensar, porque eso duele. Enterramos a nuestros muertos y queremos que de inmediato aparezca el olvido ante su pérdida. Desdeñamos la historia porque el valor está en el ahora. Pero en ese afán de arrancar raíces deambulamos como zoombies en la existencia y erróneamente nos creemos vivos. No lo somos. No tiene vida quien olvida a sus ancestros y rehúye el dolor y la historia, no está vivo quien es indiferente. No está vivo quien en lugar de amar teme.
El ahora lo reducimos a la inmediatez, el disfrute y la memoria selectiva: nada de lo que me disgusta existe. La verdad carece de memoria y futuro. Así, tratamos de ahogar a la juventud en un estado permanente de despreocupación y sin sentido. Olvidamos que es fuego que crece y transforma. Pero mientras, es simple hedonismo lo que nos mueve. Es la apariencia lo que nos importa, el pisar con firmeza un mundo de juicios vanos, y el concepto de otros es el que nos inviste.
¿En qué momento dejamos que nuestra cordura abandonara esta vida, y le dimos la rienda de nuestro juicio a los estereotipos?, ¿cuándo dejamos de lado los consejos de nuestros ancestros y tomamos como nuestros los paradigmas mediáticos?, ¿cuándo olvidamos que la vida es sacra y debemos respetarla?
Es hora de empezar a vivir. De reconocer que la vida es celebración y gozo exacerbado, pero también reducto de memoria, herencia, legado y llanto. Quien se niega a vivir un duelo y anestesia el dolor sólo retrasa el momento en que se percatará de la pérdida y será más difícil que se recobre, porque no encontrará alicientes y sentidos a la vida como pueden ser el amor y el trabajo. La indolencia no cura, sólo nos deja envueltos en formol. Olvidar las heridas no las desaparece…
Si. Es tiempo de empezar a vivir. De abrirnos a los matices, de captar la realidad con más de nuestros cinco sentidos, de asumirnos como seres holísticos conformados por cuerpo, mente y espíritu, de reconocer nuestro poder de transformar la realidad y de permitirnos tener un duelo como parte intrínseca de la vida.
Es tiempo de vivir: de ver que todos somos uno, que no hay nada más importante que la Vida en cualquier ser, que lo que somos va más allá del mundo tridimensional, que nuestro poder no está en lo que se puede robar o perder, porque la esencia del hombre comulga con valores como el respeto y la dignidad. Y esto rebasa la visión de cualquier institución o gobierno. Vivir es ser.