Lilia E. Cárdenas Treviño, líder social y promotora cultural
MÉXICO, DF, 22 de octubre de 2014.- La cultura debe ser considerada un verdadero asunto de Estado, como lo es la economía o la defensa territorial, y en tiempos como los que atraviesa México -en los que la inseguridad y las carencias pueden resumirse en dos palabras, «guerra civil»- es cuando la cultura «puede ayudarle a la sociedad a ponderarse como tal, a buscar salidas, a explicarse el universo de violencia en el que se ha enfrascado a sí misma», sostiene Felipe Ehrenberg, artista multidisciplinario reconocido mundialmente.
En entrevista exclusiva con Quadratín México, el neólogo que lleva 30 años «abogando porque México se civilice un poco», afirma que “si hay algo que requiere apoyo, estímulo y grandes inversiones es la cultura y sus sedimentos, que son las artes”.
Formado como pintor, escultor y grabador bajo la tutela de maestros como Mathias Goeritz y José Chávez Morado, el artista recién llegado a México luego de 14 años en Brasil señala que en países como Japón, Francia, España y Alemania –a los que México quiere copiar– la cultura se declara cuestión de Estado y, por tanto, “a la hora de presupuestar cada año, los rubros considerados asuntos de Estado reciben los grandes presupuestos”, lo que no sucede en el país.
“El Estado no debe confundir la filantropía y el mecenazgo con sus responsabilidades, como declarar la cultura asunto de Estado”, puntualiza el también fundador del Consejo Mexicano de Fotografía.
Para el artista, “México vive una guerra civil y es en tiempos de guerra cuando los protagonistas que le dan sustancia a la cultura de todo un pueblo pueden ayudar a buscar salidas porque quien causa toda esta violencia es la propia sociedad: los soldados y las víctimas tienen nombre, apellido e historias de vida”.
No obstante, apunta, también hay factores externos: “El estribillo que hoy oculta la realidad de una guerra civil es la droga y todas las poderosísimas empresas trasnacionales que distribuyen a nivel mundial el producto enervante son norteamericanas. Los capos no son más que representantes regionales de estas empresas”.
En una mañana fresca de octubre, el artista relata a esta agencia cómo pasó de agregado cultural a expatriado: “Fui enviado a Brasil como agregado cultural en 2001. Luego me cesaron de funciones repentina e inesperadamente después de que se comenzó a distribuir la película Crimen delicado, del multipremiado cineasta brasileño Beto Brant, en la cual yo protagonizo a uno de los tres personajes y hay un momento en donde aparezco en cueros y para un gobierno de derecha como el Partido Acción Nacional (PAN) eso no fue aceptable y se acabó mi chamba”, rememora.
Así fue como se quedó, en compañía de su esposa, cerca de tres lustros en Brasil:
“Yo no me sentía a gusto regresando a un país dominado por una extrema derecha con los problemas que eso conlleva. Decidimos quedarnos como ex patriados que es muy diferente a quedarse como exiliado. El exiliado tiene por fuerza que salir de su país porque su vida corre peligro. El ex patriado escoge salir de su país porque no le gustan ciertas cosas, es un gesto”.
Pese a todo, asegura con una sonrisa, se encuentra feliz de regresar a su país: “Estoy desbordado de curiosidad. No tengo una sola esperanza, la edad me ha hecho muy escéptico pero aún en la vicisitud puede haber grandes alegrías”.