Reportan que armados entregan cadáver a paramédicos en Sinaloa
MÉXICO, DF, 9 de noviembre de 2014.- Esta es la historia de Belinda Garza Melo, una microempresaria regiomontana avecindada en el norteño estado de Coahuila, quien tras estar injustamente recluida en una cárcel de alta seguridad durante siete años, hoy se encuentra en la ciudad de México para “limpiar su nombre” mediante una acción judicial, y además buscar a toda costa, se encarcele a las autoridades responsables de haberla torturado sexualmente durante casi dos días.
Belinda comenta que fue apenas el pasado 22 de octubre de este 2014, cuando un juez federal dio la orden de liberarla, al no encontrarle responsabilidad alguna sobre los ilícitos que elementos de la Policía Federal Preventiva (PFP) le fincaron desde junio de 2007: delincuencia organizada y delitos contra la salud.
Por si esto no fuera suficiente, Belinda Garza revela que los elementos de la PFP, quienes arribaron aquella tarde de mediados de junio de 2007 a su centro botanero, ubicado en Torreón, irrumpieron en éste, catearon, y, en pocas palabras, desbarataron el negocio de su propiedad, de su hermana y de su sobrina.
Posteriormente, la amenazaron, la subieron a una camioneta con más uniformados a bordo, se la llevaron y desde ahí hasta ahora no ha parado “este infierno”…
Tortura sexual
Uno.- “Se metieron a mi negocio, me dijeron que había una denuncia, revisaron todo mi negocio, obviamente no encuentran nada y me dicen que me van a hacer unas denuncias. Y ahí me amenazan que en mi casa había armas, y yo les contesto que en mi casa ni siquiera hay resorteras, y ahí me dan un golpe”.
Dos.- “Revisaron a toda la gente, a las meseras, a las personas que se encontraron al interior del negocio, y entonces me sacan, me suben a una camioneta, venía arriba bastante gente de la PFP, me llevan a un estacionamiento. Me vendan los ojos y lo último que alcanzo a ver es un Walmart”.
Tres.- “En ese lugar me echan agua. Hacen que me quite la ropa, el pantalón, me empiezan a dar toques en mis partes íntimas”.
Cuatro.- “De ahí me empiezan a golpear y a golpear. (Me decían) que yo pertenecía a un cártel, y que si les daba información sobre unas casas de seguridad me iban a dejar libre… Obviamente yo no sabía ni de qué me estaban hablando”.
Cinco.- “Eso de que me quitara mi ropa interior, y mis calzones y abriera mis piernas es algo muy fuerte, es algo muy muy fuerte, porque te ponen descargas eléctricas en tus partes y pasas una situación…”
Seis.- “La verdad viví un infierno. Cuando me trasladaron de Torreón a México en avión, me decían que me iban aventar de ese avión. Y luego (al llegar) me denigraron ante todos los medios de comunicación”.
La comandante de un cártel
En el sexenio de Felipe Calderón (el Presidente de México que será recordado entre otras cosas, por iniciar una guerra contra la delincuencia organizada; por los miles de muertos y desaparecidos que de ésta resultaron; además de la espectacularidad con la que el gobierno Federal y la Procuraduría General de la República presentaban a los presuntos delincuentes acusados de delitos del orden federal) en junio de 2007, relata Belinda Garza Melo, la PFP la bajó de un avión y ya la esperaban cualquier cantidad de medios de comunicación.
“Cuando me bajan del avión están todos los medios de comunicación. Y entonces salgo en las noticias. De hecho mi familia se entera de mí por las noticias en Monterrey. Le hablaron a mi mamá para decirle ‘tía mi prima está saliendo en la televisión, qué está pasando’. Dicen que soy comandante de un cártel que yo desconozco… Ni conozco a las personas con las que me están relacionado”, expresa.
“Fue una denigración total la que hicieron de mí los medios de comunicación, prosigue. De hecho, gracias a eso, a la forma en cómo me trataron y lo mal que hablaron de mí, siento que toda la sociedad no me va aceptar de nuevo. Yo no puedo regresar a mi tierra, yo soy de Monterrey, allá está toda mi familia”, refiere.
Previo a que la trasladaran a la cárcel de máxima seguridad de Tepic, Nayarit, comenta que la llevaron a las instalaciones de la SEIDO (antes SIEDO) y ahí la tuvieron por un lapso de tres días.
“De hecho checan que vengo golpeada y me toman fotos de todos los golpes que traigo, -y que por cierto esa fotos no aparecen-“, según le reveló a ella, su abogado Gabriel Montaño, defensor particular de la entrevistada quien estuvo con ella durante estos siete años.
Entre las cosas que más marcaron la vida Belinda Garza Melo durante su encarcelamiento en ese centro penitenciario de máxima seguridad, fue de entrada, el día de su llegada. “Te reciben con perros, te humillan te sobajan, te desnudan”.
Además, “en el transcurso de reclusión mi padre fallece. Yo estaba en la cárcel, mi padre en casa, y se me enferma porque yo soy su hija más chica, la menor de las mujeres. Obviamente mi familia siempre confió en mí, y supieron que yo era inocente, me conocen”.
Recuerda que sólo una vez a la semana la dejaban salir al patio por unos minutos para tomar un poco de sol. Recuerda que desde los primeros meses de su encarcelamiento le comenzaron las fuertes migrañas, las que ahora son parte de su día y también de noche. Recuerda las conversaciones con otras muchas mujeres, quienes al igual que ella denuncian haber sido encarceladas injustamente, y previo a ello, torturadas sexualmente por presuntos policías federales, elementos del Ejército Mexicano, o de la Marina.
Especialmente recuerda el relato de una compañera de cárcel quien le contó que los agentes policiacos no sólo abusan sexualmente con su miembro masculino, sino que también emplean sus armas “cuernos de chivo” en el ano de las mujeres.
“USTED DISCULPE”
Belinda Garza Melo, se encuentra sentada en uno de los salones privados del Centro de Derechos Humanos Agustín Pro Juárez, de la Ciudad de México. Ella actualmente es una de las 17 integrantes mexicanas del movimiento internacional “Rompiendo el silencio. Todas juntas contra la tortura sexual”, encabezado por la Premio Nobel de la Paz, Jody Williams, dedicado a dar voz a mujeres que sufrieron abuso sexual por parte de autoridades en su país de origen.
Tras relatar a Quadratin México la detención y encarcelamiento que vivió durante siete años, poco a poco se reincorpora en su asiento, yergue postura y mirada, seca lágrimas, limpia voz, se acomoda el cabello, toma aire, y continúa.
“El 22 de octubre me dieron mi absolutoria donde demuestran que se equivocaron, que no era yo, y me dejan ir absuelta de un proceso por el cual me detienen. Y me dan mi salida el 23 de octubre de un centro federal”.
“Me voy absolutamente absuelta en el expediente 57-2007. Mi juez no encuentra nada, no me encuentra culpable, salgo absolutoria”. Sin embargo, prosigue, aún hay otro proceso que está abierto en mi contra, y ese es por “delincuencia organizada con fines de secuestro”.
Sobre este segundo proceso que aún tiene pendiente con la justicia, la entrevistada cuestiona a la jueza, de la que desconoce su nombre, pero que le dictaminó una sentencia de siete años en prisión, al parecer, el mismo día que le hicieron llegar el expediente de Belinda Garza, mismo que comprende de 28 tomos.
“Se me hace ilógico que si me encuentran absolutoria del delito por el que me detuvieron, el otro, que se derivó del mismo, me den siete años. Cómo una jueza en un día me va a sentenciar con 28 tomos. O séa, se me hace una injusticia bien grande”, remarca. “En un solo día, sin leer mis tomos ni nada, me da una sentencia de siete años, los cuales ya llevaba yo en reclusión en el Centro de Máxima Seguridad”.
Es por ello que se encuentra también en la Ciudad de México, abunda. Para buscar un amparo y que “los magistrados observen cómo alguien me pudo dar una sentencia en un solo día, de siete años, sin un señalamiento, porque no tengo ni un señalamiento”.
Y Remarca. “Yo me quiero ir limpia porque quiero limpiar mi nombre. Me pisotearon, me quedé sin negocio, me quedé sin padre, sin familia, no puedo ir a Monterrey por miedo a represalias contra mi familia”.
Hoy Belinda, desde la libertad, inicia una nueva lucha, pero ahora con dos frentes.
Si anteriormente fue por resistir y sobrevivir en una cárcel de máxima seguridad. Hoy su lucha es: uno, por limpiar su nombre y que la justicia mexicana le “repongan los 7 años que viví en ese infierno de la cárcel siendo inocente; quiero una reparación de daños”.
Y dos. Pese a las amenazas que sufre por la serie de denuncias hechas contra los elementos de la PFP que la torturaron sexualmente, seguirá con ese proceso jurídico en su contra y advierte que llegará hasta las últimas consecuencias.