Eliminar autónomos, un autoengaño/Bryan LeBarón
Anarcoimpunes
Ahí están otra vez como siempre, a la caza de oportunidades; ocultos tras la protesta legítima, disfrazados con máscaras y paliacates, con el petardo y la molotov entre las ropas, mimetizados en el dolor y la rabia de quienes demandan justicia. No les importa el destino fatal de los mártires de Ayotzinapa, tampoco la aplicación de la ley, lo suyo, es otra cosa: desestabilizar al país, declarar la “guerra social”… y tirar al gobierno. Que Peña Nieto caiga antes de fin de mes.
Las bandas anarquistas reaparecen tal y como lo hicieron el primero de diciembre de 2012, el 2 de octubre de cada año a la misma hora, en las marchas de la CNTE, en las movilizaciones del sindicato electricista o en cualquier convocatoria a cualquier reclamo social. La estrategia es aparecer en la foto al lado del pueblo “bueno” contra el gobierno malo, diría el periodista Ciro Gómez Leyva.
Los aparatos de inteligencia saben bien de quienes se trata. Circulan nombres como Okupa, Cruz Negra, Anarquistas de México, Coordinadora Nacional Anarquista o Instinto Salvaje, no importa cómo se llamen, podrían bautizarse de mil maneras, al fin y al cabo son la misma gente peligrosa a la cual los policías no pueden tocar ni con el pétalo de una macana… por ahora. Esos andan buscando otro muerto, otro mártir para su causa.
Los anarcoimpunes son reventadores aprovechados. Sus actos buscan golpear la credibilidad de las instituciones, sembrar caos, meter miedo, debilitar más al gobierno, y captar la atención pública… Camuflados en la colectividad inconforme, es difícil distinguir entre el compungido manifestante y el vándalo desaforado, hasta que estalla la violencia, como la noche del sábado frente a la puerta central de Palacio Nacional o ayer, otra vez, en el ataque furioso a oficinas del PRI y del gobierno guerrerense, en Chilpancingo.
Aprovechan la crispación. El salvaje abuso policiaco perpetrado en Iguala ata de manos a los responsables de imponer el orden. El fantasma de la represión obliga al gobierno a evadir su mandato a favor de la seguridad y el orden. Preferible dejar hacer y dejar pasar, antes que enfrentar la indignación y reclamo de la comentocracia, la tuitocracia y la onegecracia.
La brutalidad encapuchada no se combate con brutalidad uniformada, pero una cosa es evitar la barbarie y otra distinta claudicar como lo hace el Gobernador de Guerrero, Rogelio Ortega, al advertir que los cuerpos policiacos de “su” estado no intervendrán en las protestas por más violentas que resulten, “porque eso es asunto del gobierno federal”… como diría mi abuelita, con el gober académico al gobierno federal “le salió el tiro por la culata”; “el chirrión por el palito”.
Ortega Martínez, de origen guerrillero, sabe muy bien que el rechazo a aplicar la ley es el principio de la anarquía. La complacencia frente al vandalismo abre la puerta al caos; si la autoridad no cumple su papel, cada quien hará lo que le plazca. Se rompen los lazos que mantienen la convivencia, y la degradación social nos empina al abismo sin remedio.
Solapar a los anarcoimpunes desde el poder es un círculo vicioso. La impunidad irremediablemente deriva en ingobernabilidad y viceversa. La ausencia de control en las calles es el inicio de la misma espiral diabólica que llegó al clímax con la ejecución y quema de los 43 de Ayotzinapa.
La negligencia institucional resulta criminal. Quienes dejan de actuar por temor o incapacidad –para el caso es lo mismo- terminan por minar la credibilidad en el Estado y hacerse cómplices del anarquismo.
En el río revuelto, golpe que no mata fortalece.
EL MONJE LOCO: La casualidades no existen. La violencia contra los símbolos del poder, y hasta el escándalo de la casa particular de la pareja presidencial, aunque tienen diferente origen, coinciden en un mismo objetivo: debilitar cada vez más al gobierno. El aparto oficial ubica la paternidad de los anarco violentos en las células latentes de la guerrilla olvidada (EPR, ERPI… y demás). Los veremos en activo de aquí al primero de diciembre. México padece la suma de todos los miedos; demasiadas manos mecen la cuna de las pesadillas. PUNTO Y SEGUIDO: ¿Por qué está atorado el diálogo en el Politécnico? Favor de preguntárselo a Martí Batres –presidente de Morena–, testaferro de López Obrador.
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