Obispos de México: Un nuevo horizonte/Felipe de J. Monroy*
«O diálogo o uso de la fuerza»
El país está convulsionado. Desde el 68 no ocurría una catarsis de malestar e indignación. Y no es para menos. Hay razones poderosas para la bilis social. Para escuchar y leer, mentadas, exigencias de renuncias. Vaya que hay razones.
De nuevo, los estudiantes salen a las calles, indignados por las desapariciones forzadas entre narco y autoridades anarcadas -, que han tenido su clímax con la de los 43 de Ayotzinapa en Iguala.
Los universitarios salen también a defender la autonomía de la principal casa de estudios del país (la UNAM), porque un agente de la Procuraduría General de Justicia del DF causó heridas con su pistola a un estudiante, en pleno campus universitario.
Pero los estudiantes no son los violentos – júrelo -; no son los incendiarios.
Durante las manifestaciones del 68, tampoco los estudiantes fueron los violentos. Entonces, me consta, los violentos fueron las fuerzas de seguridad, los granaderos, los policías encubiertos, y el tristemente célebre Batallón Olimpia.
Cuando hubo manifestaciones sin la presencia de fuerzas del orden, todo marchó en santa paz. Apenas aparecía un pelotón de granaderos, o una partida de soldados, todo se desquiciaba: Golpizas, baleadas, heridos, muertos, detenidos.
Los violentos, los del desorden, fueron las fuerzas del orden.
Los violentos, en las manifestaciones de la actualidad, en Guerrero, en Ciudad de México, en el resto del país, no son ni los padres, ni los hermanos, ni los parientes, ni los estudiantes, sino – como ocurre en toda manifestación habida desde el primero de diciembre de 2012, en la asunción de Peña Nieto – los «infiltrados», los que se cubren el rostro, los autodenominados «anarcos»; los sospechosos anarquistas pagados quien sabe por quién para desordenar, desacreditar la indignación de la ciudadanía.
Da la impresión que los «infiltrados» violentos, incendiarios, son mandados por algún poderoso provocador, infiltrado en las filas de la clase política – ¿O volverá a ser la CÍA, como ha sido siempre? -, como lo hacían gobernadores y rectores universitarios con sus grupos de «porros», para desprestigiar a la protesta social.
Actualmente, en estas semanas, sobre todo después de la conferencia de prensa del procurador Murillo Karam – verdadero autor, detonador, de la crisis social; éste funcionario, sí, un subversivo -, se ha acentuado el malestar, la indignación de incontables estudiantes y ciudadanos, no sólo en Guerrero, sino en todo el país, porque no aceptan que los 43 estén ya muertos como lo insinuó el subversivo de Murillo. Los papás tienen la certeza de que alguien los mantiene vivos, encerrados en una mazmorra. Y estas expresiones de descontento y rabia han sido mancilladas por la violencia de los violentos, mandados precisamente a eso, a violentar las manifestaciones.
Desgraciadamente, la clase política gobernante de ahora no conoce la historia y menos la historia de las luchas populares de México. Ni siquiera todo lo que pasó en la enterrada Revolución Mexicana; no conocen los anales de los movimientos estudiantiles y populares del 68 y del 71, y los intentos desesperados de las izquierdas desesperadas, en los años 70, cuando lo que llaman el Estado, refiriéndose al gobierno, declaró y operó con saña la llamada Guerra Sucia, para limpiar al país de los grupos guerrilleros y no guerrilleros. Entonces hubo también cientos de desapariciones forzadas. Los tiraban al mar desde un helicóptero.
Sin embargo, el fenómeno social que estamos observando en estos tiempos no va a controlarse usando la violencia institucional. Ya está comprobado por la historia. El dictador empleó la fuerza del Estado en contra de los revolucionarios. Y a pesar de ello, los revolucionarios lograron derrocarlo y lo obligaron a abordar el Ypiranga.
Preocupa la violencia de los violentos. De los provocadores.
Los órganos de inteligencia del gobierno, particularmente, el Cisen, tienen la obligación de investigar quién paga a los anarcos para vandalizar las manifestaciones estudiantiles y populares, si no es que ya lo saben y se hacen tontos…
La fuerza del Estado podría aplicarse inexorablemente en contra de la violencia provocadora. No contra los estudiantes. Nunca jamás contra los estudiantes.
Quisiéramos entender que la advertencia presidencial del uso de la Fuerza del Estado no va dirigida al movimiento estudiantil, sino a los grupúsculos autodenominados anarquistas. (Sus patrocinadores no tienen ninguna idea de lo que es el Anarquismo, ni les importa; emplean el terminajo, sin sentido).
El presidente advirtió claro y alto: «aunque hay una actitud de diálogo, acercamiento y apertura, el Estado está legítimamente facultado para usar la fuerza cuando se ha agotado cualquier otro mecanismos para restablecer el orden.»
Pareció dirigirse al movimiento estudiantil…. El mandatario reiteró la convocatoria al orden y «a no hacer de este momento de duelo y de dolor, por el que pasan los padres de familia (de los jóvenes secuestrados en Iguala), una bandera de otras causas, una bandera que concite a la violencia y al desorden.» (…)
@AFDiario @analisisafondo