Periodistas deben ser influencers de sus audiencias: Juan Pablo de Leo
MÉXICO, DF, 20 de noviembre del 2014.- Ante la violencia y las crecientes protestas que hay en todo el país en favor de los 43 normalistas de Ayotzinapa, que han provocado severas protestas contra el Gobierno en todos sus órdenes, el doctor Felipe Arturo Ávila, director general adjunto de Servicios Históricos del Instituto Nacional de Estudios Históricos sobre la Revolución Mexicana, INEHRM, explicó que no existen condiciones similares a las que ocasionaron el estallido del movimiento de 1910 y afirmó que no es correcto exigir un enfrentamiento armado para solucionar la inseguridad que aqueja al país.
En entrevista con Quadratín México el investigador explicó que el enfoque de las protestas actuales no debe ser contra el Gobierno, sino contra los grupos delincuenciales que se han infiltrado en la administración pública y que tienen sometida a la población de varias zonas del país, donde se ha agudizado la violencia, como Michoacán y Guerrero:
“Lo que tenemos y no queremos ver es la existencia de un narcoestado. Iguala es la ‘punta del iceberg’ de algo que se señala desde hace años. Hay un nuevo estado que controla territorios, con su propio ejército, gran poder económico y que ha sometido y desplazado al Estado mexicano. Controla regiones enteras, municipios, autoridades, economía; y que explota y oprime a la sociedad de esos lugares de manera brutal.
“En esos territorios controlados por el narco la gente tiene que pagar para que no los maten, para poder trabajar; que no les quemen las casas, les quiten sus ranchos o les secuestren a sus hijos. Eso es una cosa demencial y es lo que constituye el problema de fondo de lo que vemos”, explica el investigador con tono serio y un tono de voz firme, fuera de la tranquilidad con la que habló durante el resto de la charla.
“No queremos admitir que Guerrero es el estado donde se produce más cantidad de amapola del mundo y en donde se produce y comercializa la mayor cantidad de cocaína hacia los Estados Unidos. Es un territorio controlado y en disputa por poderosos grupos de narcotraficantes y nos damos cuenta que controlaban a las autoridades de esas zonas y a lo mejor hasta el gobierno estatal”.
Ávila Espinoza explica que el enfoque de las manifestaciones, por estas razones, está mal dirigido y que, si bien los diferentes órdenes de gobierno han tenido responsabilidad en estos hechos, la prioridad es combatir a estos grupos para resolver realmente el asunto:
“Tendría que formarse un frente común de la sociedad y el Gobierno. Las manifestaciones tendrían que ser contra los narcos, los asesinos, quienes secuestraron y mataron a los estudiantes. ¡Ésos tienen que ser los enemigos!, no las autoridades federales. La brújula está totalmente perdida. Es con los delincuentes con los que hay que acabar porque ponen en riesgo la existencia, no sólo de este Gobierno, sino de la sociedad mexicana”.
Las causas del movimiento de 1910
Sobre los factores que provocaron el inicio de la Revolución Mexicana, el investigador explicó que existía un profundo descontento derivado de la desigualdad social, la corrupción y la falta de apertura política, elementos que fueron combatidos como consecuencia de la victoria del movimiento:
“Había una sociedad agraviada, excluida, que prácticamente no había tenido ningún beneficio con los casi 30 años de gobierno de Díaz, que no mejoraron su condición de vidas, sobreexplotadas laboralmente y además había sufrido represión y persecución política, con 80 por ciento de índice de analfabetismo. También había parte de las clases medias e incluso de las élites que tenían aspiraciones de ocupar un cargo público, que no tenía oportunidad de acceso, el sistema político no se los permitía.
“Hubo sectores empresariales que habían sido desplazados por gente relacionada con los ‘Científicos’ (el grupo ideológico que decretaba la política económica del país) que no permitieron su ascenso o el desarrollo sus competidores”, explica.
Sin embargo en la percepción del doctor Ávila, quien regresa sus brazos a la posición original, cruzados sobre su escritorio, con las manos inmóviles, estas condiciones político-económicas no cesaron tras el final del movimiento en 1920:
“Lo que le pasó a Díaz, siguió ocurriendo. Se privilegiaron el desarrollo económico, el crecimiento, la estabilidad política y la gobernabilidad. El presidente siempre consideró al pueblo como un menor de edad que tenía que ser conducido con mano firme. Esto pasó con los tecnócratas que gobernaron con Miguel de la Madrid, Carlos Salinas y Ernesto Zedillo. Fue muy semejante, porque se ponderó la estabilidad, en sacrificio de la democracia.
“Por eso estallaron movimientos como la insurgencia cívica cardenista de 1988 y la rebelión de los indígenas chiapanecos en 1994. Creo que la historia de Porfirio Díaz y de otros gobernantes, lo que muestran es eso, es que no son excluyentes el desarrollo y la libertad que son dos caras de la misma moneda y que el crecimiento y el desarrollo tienen que estar también comentados en la libertad y en la democracia”.
En palabras del entrevistado, rodeado de una infinidad de libros apilados y mobiliario que luce etiquetas verdes, con su respectivo número de inventario, Ávila Espinoza recuerda que las condiciones que provocaron la guerra fueron combatidas y superadas, precisamente tras el triunfo del movimiento:
“Eso no existe ahora porque hubo hace 104 años una Revolución triunfante que cambió al país para bien. Es una situación muy diferente y se está perdiendo el foco del verdadero problema que es castigar a los culpables y sentar las condiciones para que no vuelva a ocurrir. Creo que hay grupos que tratan de aprovecharse y convertir un drama social en un botín político para desviar la atención, atacar a los adversarios y promover intereses personales y de grupo”.
¿Revolución del siglo XXI?
Tras este análisis, el especialista procesos históricos relacionados con la Revolución, concluye que no hay elementos válidos como para pensar en un levantamiento armado:
“Los que dicen que está en ciernes una Revolución, no tienen idea de su demanda, ni de lo que significa. Si lo supieran, la verdad no lo desearían: Hubo más de un millón de muertos, entre combatientes, migrantes que nunca regresaron, los que murieron por hambruna o epidemias. Y cuando lees crónicas, periódicos o testimonios de la gente que vivió eso, fue una verdadera tragedia.
“La Revolución estamos acostumbrados a verla como una serie de actos heroico, pero tiene una faceta obscura, plagada de sufrimiento, derramamiento de sangre, muerte, heridos, mutilados, traumados, familias deshechas, hijos perdidos, esposos muertos, huérfanos, regiones que no se recuperaron”.
Un ejemplo de esta devastación fue la batalla por la Toma de Zacatecas, a cargo de la División del Norte, contra el Ejército Federal.
“Fui invitado al centenario de este hecho y me sorprendió ver los testimonios de historiadores, maestros y habitantes de la región, que dicen que esa batalla, la más famosa en la carrera de Francisco Villa, a la ciudad le costó 60 años de atraso, porque nunca se recuperó la economía de la zona, las familias se fueron de ahí, Vivieron una tragedia monstruosa, que acabó con la economía y la gente no quiso volverse a parar ahí.
“Ese combate duró un solo día, el 23 de junio de 1914 y ni siquiera se enfrentaron los zacatecanos, quienes sólo padecieron. De un lado estaban los villistas y del otro lado los federales, en medio estaban los ciudadanos y destruyeron buena parte de la ciudad”, agrega el entrevistado.
“Para los zacatecanos es un orgullo decir que ahí ocurrió esa Batalla, pero su balance es negativo. Hubieran preferido que no ocurriera o que fuera en otra parte, lejos de la ciudad. Eso es lo que no se ve cuando se habla de una manera muy inconsciente y muy superficial, acrítica sobre la Revolución.
“Nadie en sus cinco sentidos puede desear una guerra, a menos que sea un sicótico, un sádico desquiciado que le guste matar y ver sufrir a la gente. No es algo deseable, si es posible hay que evitarla porque si algo ha enseñado el siglo XX es que la violencia no resuelve los problemas, crea nuevos y mayores. No es la solución”, finaliza el especialista del INEHRM.