Itinerario político/Ricardo Alemán
Lo conocí en 1960 y lo saludé por última vez, con gran emoción, en este 2014, hace pocos meses, cuando hubo un encuentro fortuito de matrimonios en el Vips de Mixcoac, lugar de visita ocasional para ambas parejas por ser vecinas del rumbo. Él ya tenía un aspecto desmejorado, su caminar lento y con el apoyo de un bastón y de su esposa Estela Franco. Pero eso sí, su mirada avispada, su mente clara y su trayectoria incuestionada.
Este 3 de diciembre Vicente Leñero Otero murió a los 81 años y de inmediato los sitios web destacaron su trayectoria: hizo las carreras de ingeniería civil y de periodismo, escribió novelas, obras de teatro, guiones para cine y libros sobre periodismo, fue miembro de la Academia de la Lengua y, junto con el también célebre José Agustín, recibió la Medalla Bellas Artes en 2011, además de varios otros galardones.
Fue recordado también su paso por la cooperativa Excélsior y las revistas Claudia y Proceso. Poco se comentó de su trabajo como ingeniero civil, pues él cambió los números por la pluma y todos sus reconocimientos los obtuvo como periodista y escritor.
En alguna nota con motivo de su muerte, hay una breve cita a su condición de “maestro de varias generaciones de periodistas”, y en ello me detengo pues fui uno de sus muchos alumnos en la Escuela de Periodismo ‘Carlos Septién García, donde él también estudió cuando el plantel pertenecía a la Acción Católica Mexicana.
Hasta donde la memoria alcanza para recrear detalles de lo ocurrido hace más de medio siglo, puedo recordar que como profesor nos enseñó la técnica y el estilo de los géneros periodísticos, mediante “recetas” que eran listados con las características de la nota, la entrevista, la crónica, el reportaje, el editorial, el artículo y demás.
Siempre consideró -y dejó testimonio de su opinión en las dos ediciones del libro El parlamento de los pueblos, que publicó la Escuela ‘Septién’- que “el verdadero periodista” es el reportero, “el que se cuela por los vericuetos de las tragedias para obtener el dato exclusivo, el que se filtra por las ventanas para conseguir una entrevista única, el que comprende y observa y oye y se documenta…”
Y reconoció que el propósito de la Escuela ‘Carlos Septién García’ no era “preparar intelectuales del periodismo, pensadores de periodismo, articulistas teóricos, ansiosos por explicarnos cómo es la realidad, sino reporteros-infantería, gente preguntona” capaz de plasmar “la pintura fiel de lo que ocurre, sin opinar, sin orientar…”.
Porque, como abundó en 2010 cuando le fue otorgado el Premio Nacional de Periodismo ‘Carlos Septién García’, periodistas son los reporteros, mientras que los comentaristas, los “líderes de opinión”, son “llamados también periodistas, no por antonomasia sino por generosa ampliación del término, dado que escribían (y escriben) o participaban en los medios”.
A juicio del maestro Leñero -de quien lo aprendí y comparto a plenitud- “el peligro es que ahora existe una tendencia malsana a fundir y confundir ambos momentos de la información (la noticia y el juicio sobre la misma), a unirlos en un solo acto, en el periodismo escrito pero sobre todo, significativamente, en la radio y en la televisión”. Estimó como “una aberración” esa práctica de dar la noticia y de inmediato comentarla, por parte del mismo periodista. “La noticia inducida que ofende, antes que a nadie, al público receptor”.
Baste con rescatar estas ideas como un homenaje al maestro que ha partido y con quien tuve la oportunidad de compartir espacios de trabajo en la Editorial Mex-Abril, él como director de la revista Claudia y yo en Automundo, que también llegué a dirigir.
Hace 50 años, que se cumplen este 5 de diciembre, según dice un testimonio mío para el libro El parlamento de los pueblos, segunda edición, 2012, “fuimos sólo siete (alumnos de la ‘Septién’) quienes, después de haber presentado individualmente exámenes orales ante los sinodales (Vicente) Leñero, (Héctor) Dávalos y (Horacio) Guajardo, recibimos nuestros anillos y diplomas de manos del padrino de la generación, Octavio Colmenares, y del presidente de la Acción Católica Mexicana, Carlos Garcinava”.
En vísperas de ese mi 50 aniversario profesional, la partida de Vicente Leñero me ha provocado gran tristeza y muchos pensamientos, en días que también son de complacencia porque la fecha es cercana a los cumpleaños de otros destacados periodistas y buenos amigos: Teresa Gurza, Mario Campa y Carlos Ravelo, a quienes deseo lo mejor.
Hasta siempre y gracias, maestro Leñero.