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MÉXICO, DF, 11 de diciembre del 2014.-Desde la glorieta de Peralvillo, pasando por la Calzada de Guadalupe, cientos de miles de fervorosos peregrinos han recorrido las calles en dirección a la Basílica de Guadalupe, para cantarle Las Mañanitas esta media noche a la Virgen del Tepeyac, a 483 años de su primera aparición.
Vendedores ambulantes, familias que reparten comida y carpas instaladas por el Gobierno del Distrito Federal se ven durante el recorrido de los caminantes, en las inmediaciones de la Basílica. Al interior de la Plaza Mariana, miles acampan, mientras otros han ingresado al recinto con la típica y dolorosa penitencia de entrar arrodillados, cumpliendo así una manda, un milagro, un favor o una gracia concedida por la Morenita.
Desde la punta del cerro del Tepeyac, una larguísima fila de peregrinos espera ingresar al pequeño templo donde, indica la tradición, se sucedieron las cuatro apariciones de la Virgen al indio Juan Diego –desde hace unos años ungido como santo– a quien le pidió se edificara en este lugar una iglesia, propuesta desechada por el obispo capitalino Juan de Zúmarraga, quien no le creyó a Juan Diego.
Exactamente el 12 de diciembre de 1531, Juan Diego Cuauhtlatoatzin (águila que habla) volvió a encontrar a la Virgen por cuarta ocasión y ella le pidió subir al Cerro del Tepeyac para recoger unas flores y traérselas. Escéptico, por la aridez del lugar y el frío, el beato obedeció y encontró unas flores muy hermosas que recogió en su tilma (o ayate) y las llevó a la Virgen. Ella le ordenó que se las presentara al obispo como prueba de su presencia.
Ante el clérigo, Juan Diego abrió su ayate, dejó caer las flores y en el tejido apareció impresa la imagen ahora conocida mundialmente y cuyo original se encuentra en la nueva Basílica del Tepeyac y se conserva, milagrosamente, en un perfecto estado. Esa es parte de la historia.
Hoy, en el interior de la Basílica, se oyen rezos y cantos, celebrando un año más de la aparición de nuestra Señora de Guadalupe