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Devoción
MÉXICO, DF, 24 de diciembre del 2014.-En la Unidad CTM Culhuacán, al sur de la ciudad de México, se esconde uno de los nacimientos más bellos y detallados que se instalan durante esta época. Lo que comenzó con la instalación del Misterio encima de un ropero, terminó por convertirse en todo un montaje de varios niveles que busca imitar, a detalle el Belén del siglo I.
La tradición inició hace 32 años, según indica la señora Rosa María Martínez, quien participa activamente con su esposo, el señor Víctor Reyes en el montaje y diseño, en una obra que raya en tintes monumentales.
“Cuando llegamos acá, lo pusimos en la sala, en un rinconcito. Después abarcó la mitad, luego toda la sala y lo sacamos a la cochera, donde siguió creciendo hasta que ocupó todo el espacio, que es el máximo que tenemos disponible”, explica el señor Reyes.
Ahora la escenificación ocupa efectivamente la mitad del garaje de su casa. La otra está destinada para el auto familiar. En lo alto se tiende una lona, para prever los cada vez más comunes efectos del calentamiento global, como la lluvia y el viento excesivo. También las paredes están ambientadas con mantas que emulan cielos estrellados y vegetación desértica.
El montaje como tal cuenta con varios niveles, desde el desierto, cuya arena dibuja formas perfectamente definidas, ríos de agua corriente, el infierno que alberga a Satanás y a almas penitentes, puentes, pastores, beduinos, camellos y en la parte más alta, los Reyes Magos quienes marchan hacia el portal a adorar al niño Jesús, quien nació prematuramente, pues se complicaría esperar hasta la noche del 24 para colocarlo sobre su respectivo pesebre.
Sin embargo, sus entrañas demuestran más bien un derroche de creatividad, pues contienen: lavaderos, una freidora, cajas de refresco, la cantina de la casa y, según explica la señora Rosita, también contuvo alguna vez una pecera y otros muebles de la casa, además de tablones, cajas de zapatos, tapas de unicel y otros objetos que están perfectamente camuflageados.
La tradición proviene de la familia de don Víctor, pues según cuenta, desde su nacimiento convivió con el nacimiento en su casa. “Desde que nací, mi abuela ponía el Misterio, pero con figuras chicas y otras grandes, todo desproporcionado. Mi mamá también lo ponía, pero chico y nos decían: ‘cuando me muera, ustedes continúen con la tradición’ “.
Y ahora esta costumbre ha trascendido, pues ahora tienen visitantes y admiradores, que no pertenecen a la familia, aunque aún no se atreven a abrirlo al público completamente:
“Muchas veces vienen niños y familias y nos felicitan porque afirman que esto ya no se hace. Incluso los mismos chavitos, dicen, ‘cuando sea grande voy a hacer un nacimiento como éste’ y te da ánimos para seguirlo poniendo, es nuestra única retribución”, explica don Víctor, con una sonrisa, algo que es difícil de arrancar de su semblante regularmente serio.
Mientras que su esposa afirma que han adquirido fama con el paso de los años porque, aun cuando hay visitantes que sólo conoce de vista, ya la ubican como la dueña de la ‘casa del nacimiento’.
“Cada año vienen, me tocan e incluso traen familiares. Antes abría yo la puerta a la hora que salen los niños de la escuela, pero en una ocasión entró gente con un perro y rompió figuras. Por eso ya no dejo abierto. Ahora la gente que me toca es a la que ya conozco y a la que dejo pasar”, explica Rosita.
Ambos esposos contemplan su obra mientras charlan con el reportero, miran los detalles, las luces led, que parpadean incansablemente. “Es la nueva adquisición de este año”, presume la anfitriona, mientras acciona los botones que encienden el río que corre entre los lavaderos. Uno de ellos, además, tiene un geiser pues desde un pequeño cráter, mana vapor blanco.
Este nacimiento es fruto de la creatividad y la devoción, no sólo católica, sino de tiempo y esfuerzo, pues toma semanas en su armado. Más este año porque la intensa lluvia se filtró entre las cajas que resguardan las piezas y se dañaron.
“Sacamos las piezas en octubre porque todos los años las reparamos, las pintamos porque el sol se come el color y ahora con la lluvia, se pusieron negras. Entonces las tuvimos que secarlas al sol y volvemos a pintarlas. Algunas incluso las tuvo que taladrar mi marido para que se les saliera el agua”, agrega la señora Reyes y señala que la complicada situación económica que viven en la actualidad les obliga a ser sumamente cuidadosos con las piezas.
En cuanto a tiempo, su marido comenta que tardan cuatro o cinco fines de semana, desde el montaje de la lona y de la estructura, hasta los acabados, como los mosaicos de arena en el desierto. “Es un relajo, solo tenemos los fines de semana, pero todo el día, desde las 7 de la mañana horas hasta las 11 ó 12 de la noche”.
El montaje además, cumple con todos los requisitos temporales del rito católico: se coloca puntualmente al inicio del adviento en la última semana de noviembre y permanece hasta el 2 de febrero, que es cuando terminan oficialmente las celebraciones navideñas.
Para la familia Reyes, el gran esfuerzo que implica este montaje es más bien un gusto, sin tomar en cuenta el riesgo que implica subir o bajar las cajas con piezas por una escalera de mano, desde la azotea de la casa.
La señora Rosa cuenta discretamente que este año a su esposo se le cayó una caja desde media escalera y parte del portal se dañó, además de varias piezas. Sin embargo, ambos personajes manifiestan su orgullo y aseguran que, mientras la salud se los permita, continuarán con su colorida costumbre.
“Es una tradición que mi esposo no dejaría”, asegura Rosita, “aun si estuviera enfermo”, algo que su marido confirma con un gesto enfático. “En una ocasión tenía yo yeso en el pie y a pesar de todo le estuve ayudando desde la silla de ruedas” indica con una leve sonrisa la señora.
Mientras que el señor Reyes continúa: “Hay gente que me dice: ‘para qué si es tanto trabajo’, pero es una costumbre familiar. No es una carga, es un gusto, te cuesta mucho trabajo, te cansas y dejas de hacer muchas cosas, pero si fuera una carga, no lo haría. Por eso sale así, porque lo hace uno con gusto”, concluye.