El agua, un derecho del pueblo
…es figura emblemática de nuestra libertad de prensa; uno de los mejores periodistas en la historia de este oficio–; generoso, enrome, desmesurado, entero, independiente, incómodo, renuente… y sobre todo entrañable. “Sé de mi piel, conozco mi alma”, solía repetir.
«Llevaba el en la piel y en la entraña; no se sabía cuál era la piel y cuál la entraña” recuerda Carlos Marín, uno de los fundadores del semanario Proceso junto con Julio Scherer, quien antes había convertido a Excélsior en el diario más importante del país, un periódico de pesadilla para los hombres del poder, del cual fue despojado.
Don Julio hereda la riqueza de su acervo; lecciones de constancia, disciplina y esfuerzo; habilidad suprema para el trabajo macizo; amante del dato preciso. Tuvo la luz de un genio contenido al final por un cuerpo enfermo, cansado y jorobado.
Veintidós libros escritos por Scherer serán indispensables como memoria crítica para comprender los últimos 58 años mexicanos a través de los protagonistas del poder, las tragedias y matanzas, los conflictos y protestas, los secuestros y delincuencias, las cárceles y renombrados presos, la pobreza sometida por la riqueza, el triunfo de la cultura y la belleza… y la crónica ejemplar de un reportero convertido por profesión, afición y vocación en referente obligado para discernir entre el antes y el después de nuestro amado quehacer. La nuevas generaciones de informadores están obligadas a leerlo… y no olvidarlo.
EL MONJE LOCO: Hoy que lo escriba Julio, Julio, querido Julio: “Al periodismo no le compete la eternidad, sólo saber y poder contar los minutos milenarios (…) aun a riesgo de sucumbir a la seducción en los laberintos del poder, donde se discute del hambre sin sentirla, la enfermedad sin padecerla, la ignorancia sin conocerla y la muerte prematura como una lánguida tristeza…
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