Gabinete de Seguridad aseguró a 5 mil 344 migrantes en un día
MORELIA, Mich., 11 de enero de 2014.- El 24 de diciembre de 2013 un hombre harto de los maltratos a su pueblo, se levantó en armas, en el camino de lucha por sus ideales, perdió un hijo y su libertad; su nombre, Hipólito Mora Chávez quien actualmente se encuentra recluido en una celda de dos por tres metros esperando la absolución que tan seguro está que obtendrá al confiar plenamente en que actuó en legítima defensa.
La zona de la prisión de ingresos en el penal David Franco es ahora su hogar, añora su milpa de limón y su humilde vivienda en la tenencia Felipe Carrillo Puerto, pero a quien más extraña es a su hijo Manolo quien muriera en el enfrentamiento del pasado 16 de diciembre en La Ruana en el cual otra diez personas también perdieran la vida.
La fila es larga –algunas 300 personas- son las 9:00 del domingo -día de visita a la penitenciaria-pero al avisar que el recluso a visitar el Hipólito Mora las puertas se abren, la actitud de empatía de los custodios y custodias es evidente; la revisión corporal y a la bolsa de mano, es de rigor, los cuatro sellos en los antebrazos son el pase de salida al concluir la estadía.
Por lo menos cinco filtros de acceso después, el edifico que alberga a los ahora 28 ex autodefensas de Mora Chávez está enfrente, blanco en su totalidad con grandes letras negras que indican que es la zona de ingresos, presos aun sin sentencia; hay que subir escaleras y pasar por un estrecho pasillo, después de cinco pequeños cubículos enrejados, está el suyo.
Un custodio acompaña al visitante hasta la celda, el hombre duerme; le avisan que tiene visita y grita “¿quién?”, ve al visitante…lo prosigue un saludo y un abrazo. Detrás de los característicos lentes está el pionero de las ex autodefensas con sudadera roja y pantalón de mezclilla, se acomoda y se sienta en su cama –un gran rectángulo de cemento con una colchoneta encima- y comienza la charla, detrás de él, una imagen de la Virgen de Guadalupe pegada a la pared.
“Me dormí un rato después del almuerzo, que más hace uno aquí, leo, oigo las noticias, de repente me desespero pero no hay más que aguantar, aquí sigo y voy a seguir luchando, esté donde esté, tengo que hacerle honor a mi hijo…” hace una pausa, se denota el dolor.
No se queja, dice que lo tratan bien, a él y a sus muchachos -hasta en las tres comida- que nadie los molesta y que quienes los vigilan están al pendiente de ellos; asume que aunque la jaula sea de oro, no deja de ser prisión, están –dentro de la que cabe- a gusto.
Se dice y luce tranquilo, confiado en que en menos de un mes, obtendrá justicia y saldrá en libertad; a pesar de todo, afirma que todo ha valido la pena y que no se arrepiente de nada, que seguirá luchando para que así sea, “lo único que no hubiera querido que pasara es lo de mijo, pero no hay más que seguir adelante y no dejar de luchar ahora con más fuerza” afirma.
El pasado tres de enero le dictaron auto de formal prisión junto con los ex autodefensas con quienes se entregó en La Ruana al concluir el novenario en memoria de su hijo, “ese día si me enoje mucho, es injusto que nos dejaran aquí, pero ahora entiendo muchas cosas, yo estoy seguro que voy a salir porque no somos culpables de nada” señala.
Hasta ahí sabe que tiene miles de seguidores y simpatizantes a quienes les envía un mensaje de que está bien, que aun estando preso los lleva en su mente y en su corazón, “el que esté preso no me quita la ganas de luchar, todo lo veo con optimismo y voy a salir de esto, sé que tengo el apoyo de mucha gente, como yo, humilde y del pueblo a todos les doy las gracias” puntualiza.
El tiempo de visita concluye, queda pendiente otra visita al penal o un café en los portales, lo que suceda primero, se despide y permanece en el marco de la puerta de su celda observando a quien se va. La salida es por el mismo laberinto, tras las rejas se quedan 28 hombres y una mujer presos por luchar por la libertad de su pueblo.