Eliminar autónomos, un autoengaño/Bryan LeBarón
Guerrero: ojalá que empezara lo malo
Así Empieza lo Malo se llama la nueva novela de Javier Marías y trata sobre secretos, mentiras, enterarse de lo que uno no quería saber trasladando una trama íntima a las fracturas morales de todo un país, en este caso: la España de la transición, de lo que se calló para habilitar la conciliación de una sociedad.
Pero estas letras no son una reseña de la novela, simplemente el título Así Empieza lo Malo me parece magistral y de alguna manera lo ato a la situación de Guerrero.
Para Guerrero los obstáculos y traumas son tantos, abundan desde hace tanto que parecen inabarcables. Ponerles un comienzo resultaría tarea académica de gran calado.
Y es que van desde los de tipo natural, la orografía que ya presagiaba una tierra de cicatrices, abrupta, violenta, desgarrada, hasta los de orden antropológico, el carácter propio de sus pobladores que desperdigados en siete regiones tienen sus particulares usos, sus específicas tradiciones y sin embargo se replican una y otra vez algunos rasgos de personalidad compartidos y reiterados: la violencia fácil, el poco empeño en la prosperidad.
A todos ellos les sumamos, como en un caldo, un abandono institucional, cacicazgos ruines, codiciosos y avaros y mezquinos liderazgos, pobreza, marginación, exclusión y por ahí le seguimos…
Soy guerrerense allá donde me pare y, aunque suene a cliché, me duele mi tierra. Y no sólo me duele por lo que está actualmente padeciendo (cuando digo actualmente en realidad me refiero a los últimos cinco o siete años), también me duele por su historia, por las décadas perdidas, por el despilfarro de momentos cumbre malgastados.
Un pequeño recuento y saltan los más altos índices de pobreza y los más bajos en educación a nivel nacional, violencia equiparable a zonas de conflicto internacionales como África u Oriente Medio, instituciones que nunca han funcionado en realidad hoy sumidas en la más cínica corrupción a todos los niveles, una crisis económica profunda, una desigualdad encabronada allá donde las haya, un gobernador interino que parece que iba por la calle y de pronto dijo “ah, mira, una gubernatura tirada” y se la guardó en el bolsillo, con un discurso inconexo, inadecuado, y al parecer la sólida determinación de la clase política a que las cosas sigan igual, sin proyecto, sin propuestas, sin creatividad y con tanta ansia que parecen buitres esperando a la carroña.
Los mitos de la guerrilla hoy eso siguen siendo, mitos regionales, fantasmas muy bien conocidos y con poco poder de acción real, pero la CNTE es otra cosa, ellos sí tienen sentados sus reales en la entidad y ya no hay gobernador que con manotazo en la mesa o a billetazos y entrega de plazas (como a la CNTE le gusta) logre apaciguarlos.
La reciente declinación a participar en la contienda electoral del senador Armando Ríos Piter, el único político con la visión y capacidad mínima para gobernar, abona a la prospectiva de un escenario social aún más oscuro y no se trata de una filia personal. Si se revisa la trayectoria, el desempeño pero sobre todo las propuestas de “los que quedan”, se obtendrán perfiles raquíticos de ideas en el mejor de los casos y de una muy endeble moral que muestran con grosero desenfado en el peor.
¿Qué le hace falta a Guerrero para comenzar a salir del bache histórico de pasmo y miseria? Por lo menos dos cosas. Voluntad y capacidad política y una mayor participación y compromiso ciudadano.
Las dos están muy lejos de suceder. Los políticos guerrerenses ni pueden ni quieren ni aspiran siquiera a “cambiar para seguir igual”. ¿Por qué habrían de querer cambiar? La tradición política de atraso y clientelismo les ha proveído hasta ahora de sus privilegios y poder.
Y en el caso de los ciudadanos, para la gran mayoría lo urgente es lo inmediato y lo básico: comer, sobrevivir. Y los autoproclamados movimientos de defensa social siguen estacionados en el panfleto y la consigna setentera, siempre dispuestos a politizar cualquier cosa y perpetrar aquello que tanto aborrecen y critican en el discurso, cayendo en una dinámica atroz de la que obtienen, también ellos, prebendas y recursos.
Qué difícil es Guerrero. Con todo, creo todavía que hay esperanza, porque no todo está perdido. Hoy, las redes sociales todo lo reconfiguran y hay ciudadanos y liderazgos (los menos todavía, pero los hay y los conozco), que pudieran ir haciendo, con su lucha diaria, pequeños cambios que consigan paliar siquiera un poco la terrible situación actual de ese otro Guerrero que también existe, el de la gente alegre, sincera, y con ese brillo de los sobrevivientes que conforma el mosaico guerrerense.
Sí, ojalá que empezara lo malo, dejar atrás lo peor que es donde estamos, con el deseo de llegar siquiera a lo normal.