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MÉXICO, DF, a 22 de enero del 2015.- Apenas visibles por su talla milimétrica, los insectos psocópteros representan un universo de diversidad biológica. Les llaman ‘piojos de los libros’ porque algunos gustan de esos objetos, pero no todos son parásitos; los hay con y sin alas y algunas diferencias importantes entre ellos están en sus genitales, informó un comunicado.
Con notable paciencia, disciplina y agudeza visual, Alfonso Neri García Aldrete, investigador del Instituto de Biología (IB) de la UNAM, ha dedicado más de 40 años de trayectoria académica a conocer y clasificar a esos diminutos animales que se nutren de esporas e hifas de los hongos y de la microflora del follaje y que sirven de alimento a pájaros pequeños, arañas y lagartijas.
Como un nuevo Linneo (Carlos Linneo, científico, naturalista, botánico y zoólogo sueco), el universitario ha descrito 481 especies de psocópteros, en su mayoría provenientes de México, Brasil y Colombia.
“Los psocópteros y los piojos parásitos que se alojan en el cabello pertenecen a la vasta orden Psocodea, formada por siete grupos, cuatro de parásitos y tres de vida libre, que no son parásitos y son los que yo estudio”, señaló.
Inicialmente interesado en los escarabajos, el biólogo se involucró con los psocópteros durante su doctorado en Ciencias Biológicas, que cursó en la década de 1970 en la Universidad Estatal de Illinois, Estados Unidos.
“Descubrí que era un mundo fascinante, un grupo de animales poco estudiado, variado y abundante en México. Desde que salí al campo, todo lo que encontraba era nuevo y desde hace 47 años los estudio”, apuntó Alfonso Neri.
El resultado de su dedicación está a la vista. Hasta el segundo semestre de 2014 había descrito 464 especies, pero el número va en aumento.
“Está por publicarse un artículo con la descripción de un nuevo género de Brasil con dos especies, además de 15 de Colombia, más lo que se acumule”, bromeó.
Actualmente, el científico trabaja en un grupo de psocópteros de nuestro país, del que emergerán alrededor de 60 especies nuevas. “Me va a llevar algo de tiempo, pero las hay desde Sonora hasta Yucatán”, adelantó.
Taxonomía clásica y microscopía moderna
Para estudiar estos animales, el universitario se basa en la taxonomía clásica y en la microscopía moderna, que le permiten identificar pequeñas pero notorias diferencias, como el diseño de las alas (si las tienen) y la estructura de los genitales, especialmente de los machos.
“Tienen diferencias morfológicas sustanciales. Trabajo como taxónomo clásico, a partir de información morfológica que nos da muy buenos argumentos para diferenciar las especies, aunque a simple vista se vean casi iguales”, explicó.
Para su labor utiliza microscopios ópticos y de disección, con los que encuentra variaciones, por ejemplo, en el diseño de las alas. “En términos de evolución han tenido un desarrollo asombroso de los genitales, especialmente en los machos”, abundó.
Resistentes, adaptables y de corta vida
Estos insectos son de tamaño pequeño (los hay de tres décimas de milímetro hasta ocho milímetros de largo) y se caracterizan por ser resistentes, adaptables, de vasta reproducción y corta vida. “Aunque aún no lo sabemos, creo que resistirán el cambio climático”, consideró.
Los psocópteros en libertad viven de uno a dos meses, y hasta tres en cultivos de laboratorio. Su ciclo de vida es muy rápido, cada hembra pone de 50 a 100 huevecillos y el paso de huevo a ninfa y adulto ocurre en apenas 15 días.
“Estos bichos están en el follaje, en los troncos de los árboles, en la hojarasca, en el suelo y sobre rocas. Para encontrarlos hay que tener la mirada educada y golpear un poco el follaje con unas mantas para que caigan varios ejemplares, que generalmente son diferentes, pues conviven individuos de diversas especies”, comentó.
García Aldrete explicó que la función ambiental de estos insectos herbívoros es importante para procesar hifas de los hongos y microflora del follaje que se acumulan. “Como todos los seres vivos son parte de la cadena trófica”.
Algunas especies que no tienen alas se mimetizan en grietas de los árboles y el suelo para ocultarse de los depredadores y sobrevivir. “Mientras están en el tronco pasan completamente desapercibidas”, dijo.
La vida sin insectos
Sin insectos, la vida en la Tierra sería otra. “Sin los de este tipo, se afectaría a todos los organismos que dependen de ellos, como las lagartijas, arañas y pájaros que los comen, además de que habría una superabundancia de líquenes y hongos que podría tener efectos negativos en otras formas de vida”, expuso.
Con su aporte, García Aldrete ha enriquecido la Colección Nacional de Insectos (con su trabajo ha aumentado el tamaño del orden en casi 10 por ciento), uno de los patrimonios del acervo del Instituto de Biología.