Escenario político
“La entrada es gratis. La salida… vemos”: Charly García
El Teatrito de la política mexicana
La escena política nacional se aproxima peligrosamente a un reality show de la peor ralea, que haría ver como obras maestras a los bodrios a los que las principales televisoras de este país nos tienen acostumbrados. Un payaso, un futbolista, una ex locutora, un cantante de narcocorridos y demás fauna que ahora compite para un puesto de elección popular, dan la nota. La banalización de la política es muy potente, muy actual.
No es nuevo, ahí está el ejemplo de Irma Serrano, ni tampoco se trata de cancelar la oportunidad a cualquier ciudadano, se dedique a lo que se dedique, a participar en política, pero es que hay niveles ¿no cree usted?
En nuestro país y en otras naciones se han presentado estas situaciones. Desde Ronald Reagan en EUA a Ruben Blades en Panamá, se han dado este tipo de incursiones pero como que la cosa se ha ido vulgarizando en el peor sentido del término. Aunque parecidos, hay mucha distancia entre Reagan y Arnold Schwarzenegger por ejemplo, y eso que el actor de cintas de acción convertido en gobernador del estado de California, la quinta economía a nivel mundial, no lo hizo tan mal. Y entre Rubén Blades y, digamos, María Rojo, la distancia se ensancha aún más. Pero ahora pareciera que ya de plano andamos muy mal y los “artistas” que quieren acceder a un cargo son terriblemente malos en sus escenarios, como para que todavía se les de una oportunidad de re inventarse como servidores públicos.
Cuando en la política se ausentan las ideas, los proyectos y las visiones, se instalan la estridencia, lo banal y lo silvestre. Cosa de ver nada más el sainete que armaron los chihuahuenses César Duarte y Javier Corral en el Senado. El gobernador maldijo la estirpe del senador y éste en reciprocidad dijo del gobernador que era “un vulgar pandillero”.
Lo dicho, a falta de propuestas saltan los epítetos, las rudezas y hasta los agravios personales. También eso es política dirán los que como yo, disfrutan de un buen “tirito” de vez en cuando, pero habría que aspirar a más. Habría que desear que estos espectáculos que le ponen sal y pimienta a las tramas que muchas veces se tornan densas y grises fueran los menos, los eventos anecdóticos y no se comiencen a convertir en la normalidad. Incluso en las trifulcas y los trancazos debe haber cierto nivel y este nivel se logra a partir de los planteamientos, de la experiencia, de los contrastes de las ideologías o mínimo de las posturas, de otra forma seguiremos asistiendo a un espectáculo decadente y estrambótico, intrascendente.
Al final tiene que ver con la audiencia, la prensa se regocija con la diatriba fácil porque sabe que habrá mucho rating y si tomamos en cuenta que algunos se creen que Adela Micha es la Barbara Walters mexicana y que los panelistas del extinto Tercer Grado son en efecto especialistas, por ahí nos vamos dando una idea de que nuestra política es mediocre por la mediocridad de sus actores, no la sostienen andamiajes o tramoyas sólidas sino frágiles reatas y tablones enclenques. Y entonces, a falta de buen libreto, de buen ingenio, se cae en el chiste fácil y malón, grosero, alburero e infantil.
El teatrito está muy sucio y muy abandonado, los actores están en exceso bien pagados pero ni siquiera ensayan bien sus líneas, saben que el público seguirá aplaudiendo por más malos y burdos que sean sus actos. Al final, el teatrito no se caerá pronto, el público sigue pagando la entrada.