Biblioteca central de la UNAM y estadio olímpico se iluminan de naranja
MÉXICO, DF, 31 de enero de 2015.- Al mediodía del 31 de enero una fila de 10 camiones de carga pesada espera en la calle 16 de Septiembre, colonia Contadero, a las afueras de lo que era el Hospital Materno Infantil de Cuajimalpa. Aguardan para entrar a lo que quedó del hospital y llevarse los escombros.
En tanto hombres y mujeres vestidos de amarillo de la empresa Servicios y Transporte también esperan para entrar en acción. Lucen cansados y no tienen pena de acostarse sobre la acera. Uno de ellos, Roberto, dice que su tarea es limpiar lo que ya no pueden las máquinas. A pregunta expresa considera que la destrucción de las instalaciones es como de 70 por ciento.
Enfrente de ellos hay algunos negocios y más trabajadores sentados. Ahí un par de hombres y otro de mujeres de la religión Bautista difunden la palabra de Dios. Uno de ellos reparte folletos. Una mujer dice que se solidarizan con la gente por la explosión.
A poco más de dos días de ocurrida la tragedia en el hospital y que le costó la vida a tres personas, y por la que hay un número similar de detenidos, la calle de acceso 16 de Septiembre continúa cerrada al tránsito convencional. Sólo pasan los camiones de carga o vehículos de la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal (SSP-DF).
Pero el movimiento en la calle lo protagonizan trabajadoras del Instituto de las Mujeres (Inmujeres) capitalino, así como estudiantes de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), cuya misión es recorrer casa por casa y preguntar a los vecinos si están estresados por la explosión, si padecen insomnio e incluso si tienen algún daño estructural en sus viviendas.
También se ve a algunos vecinos recorrer la calle y curiosear. Algunos de ellos entran a una cancha deportiva desde la que hay unas gradas y que se ha convertido en un mirador para quien quiera saber cómo quedó destruido el hospital y la manera en que se desarrollan las labores de remoción de escombros. Desde esa vista panorámica se ven tres excavadoras trabajar, y a unos camiones ser llenados.
Desde ahí, una señora que llegó desde Tlalpan sólo para ver cómo quedó el hospital donde estuvo internada hace un par de años comenta: «era muy buen hospital».
También se observa en las calles a una camioneta que transporta vidrio, subir y bajar por la calle. Resulta que la Vidriería Chamizal desde el jueves y hasta el mediodía de este 31 de enero, sumaba 105 pedidos para arreglar ventanas rotas a causa de la explosión.
Algunos de los trabajadores del Gobierno del Distrito Federal (GDF) prefieren alejarse de las ruinas del hospital, que guardadas las proporciones parece una Zona Cero, sobre todo porque está en una hondonada desde la que se ven más impresionantes los escombros apilados. Al lado está el mercado Contadero, que por fuera parece no tener daños, pero por dentro varios locales quedaron inservibles.
En la taquería de carnitas ‘Perronas Micho’ se ve a policías y a empleados de la Secretaría de Desarrollo Social capitalina, (Sedeso) con su inconfundible chaleco rosa pedir órdenes de tacos de costilla, de cueritos y de maciza. También llegan vecinos, que recuerdan el primer día, el 29 de enero.
Una niña de 12 años cuenta que su abuelita sí se asustó con el estruendo de la explosión porque creyó que era un temblor. Agrega que su hermano ayudó en las labores de rescate y que él le dijo que hubo más muertos de los que ha informado la autoridad.
Es algo que replican otros vecinos, pero que se niegan a dar su nombre.
Ya sea frente al hospital, en las calles o en la taquería, la gente se apila y platica. La tragedia aún está fresca, es el tema del día y cada quien aporta su versión al respecto.