Ráfaga/Jorge Herrera Valenzuela
Tres tristes trampas
Una casta divina –la aristocracia política posmoderna– se las ha ingeniado para convertir los cargos de elección popular en patrimonio a perpetuidad. Las listas de legisladores plurinominales son instrumentos idóneos para garantizar tales privilegios… queda claro.
El principio de representación proporcional –surgido a partir de la reforma política de 1977– permite equilibrar el voto de los partidos con las curules y escaños que puedan obtener, es decir, otorga suficiente representación en el Congreso a aquellos partidos chiquitos, incapaces de ganar distritos por mayoría, pero con al menos un 3 por ciento de los votos a nivel nacional.
Al paso de los años y las reformas, el mecanismo de la representación proporcional se pervirtió por las ambiciones de los partidos grandotes. El politólogo del CIDE, José Antonio Crespo, pone en evidencia al menos tres tristes trampas.
Primero, la cláusula de sobrerrepresentación del partido dominante. Aquel que gane más votos puede merecer hasta un ocho por ciento más espacios legislativos plurinominales. Originalmente se había pensado que con ese porcentaje el grupo mayoritario garantizaría la mayoría absoluta en el Congreso –y con ello la gobernabilidad–. Sin embargo, en virtud de la reforma política de 1997 ningún partido obtiene ya la mayoría absoluta, y la sobrerrepresentación resulta un resabio innecesario cuyo efecto real termina por hacer aún más chiquitos a los chiquitos.
La segunda trampa es que los partidos se han convertido en electores. Antes, el votante empleaba dos boletas, la primera para elegir a su representante popular y la segunda, para avalar la lista de candidatos por cada una de las cinco circunscripciones. Ahora, al elegir al candidato de un distrito, en automático, el votante respalda al bloque de pluris del mismo partido… nos gusten o nos gusten, nos cuadren o nos descuadren. El camino ideal sería que los ciudadanos votáramos también por quién sí y quién no debe aparecer en las famosas listas, como ocurre en otras democracias… ¿sería mucho pedir?
La tercera trampa, tal vez la más sucia, es la posibilidad de reelección de los pluris aprobada en la reforma política de 2013. Quienes lleguen por esa vía a San Lázaro o al Senado –a través de las cuotas de cuates– también podrán apoltronarse en curules y escaños hasta por doce años, evitando las molestias del baño en las urnas y convirtiéndose en una casta divina omnipotente, omnipresente y no necesariamente omnisciente… así ocurrirá a partir de 2018.
Total, el concepto de la representación proporcional –los pluris– termina por no servir para lo cual fue creado; las leyes terminan por solapar tres tistes trampas para colmar mucho más que tres alegres ambiciones.
EL MONJE LOCO: Le adelanto la crónica de otro día de perros en Chilpancingo. En jornada de furia desafiante, hoy los maestros de la CETEG tomarán comercios, bloquearán la autopista, y –delo por seguro– dañarán vehículos e inmuebles públicos. Esto lo sabe hasta el gobernador de papel… quien sucumbe a otro ataque de nervios.
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