Frente a la guerra/Felipe de J. Monroy
La única certeza.
Detienen a un capo del narcotráfico. Muy pocos creen que la detención se deba a una labor de inteligencia de las fuerzas policiacas. “Ya negociaron”, “Lo muestran para que se luzca el Gobierno”, “Desde cuándo sabían bien dónde estaba, pero se lo guardaron para manipular la atención”, son algunos comentarios. En este país todo genera desconfianza y sospecha.
Hay distancias abismales entre la verdad oficial y las verdades populares. Tierra demasiado fértil para las teorías conspiratorias, incluso las más descabelladas. Ya lo escribió Daniel Sada en el título de una novela: Porque parece mentira, la verdad nunca se sabe. En la pobreza de certidumbres las hipótesis reinan. La suspicacia mexicana “más que un enigma psicológico, era el resultado de un trauma histórico enterrado en las profundidades del pasado. La suspicacia, en vela perpetua, cuida que nadie descubra el cadáver y lo desentierre. Esa es su función psicológica y política”, dejó escrito Octavio Paz.
En México no nos creemos nada. Nos parece inverosímil la detención de un capo sin un solo disparo, tampoco creemos en un informe de gobierno, en el discurso de un político, en las reformas, en las encuestas, en las marchas, en los árbitros, casi en nada ni en nadie. Algunas de las instituciones que tenían mayor credibilidad han ido poco a poco perdiéndola, el ejército, la CNDH, el INE… Muchos sabemos o creemos que el ángulo que le da el presentador de noticias de la noche a la información casi siempre protege al poder incluso cuando emite contenido “sensible”, pero lo seguimos viendo puntuales. Es una especie de sub lenguaje y lo tenemos bien aprendido. Cuando un funcionario dice «vamos a investigar caiga quien caiga” lo más probable es que caiga un pobre diablo de tercer o cuarto nivel. Y cuando se crea una “comisión especial” para cualquier asunto, sabemos que no sucederá nada relevante.
Aún hoy, con los grandes implicados muertos, todavía no hay una expresión oficial de lo que casi todo mexicano ha interiorizado: El 2 de octubre del 68 hubo una matanza de estudiantes, orquestada por Gobernación, aprobada por el Presidente, ejecutada por el Ejército y paramilitares. ¿Por qué no hay una declaración formal en este sentido? ¿Por qué no se incluye esta verdad en los libros de texto?
La versión oficial de un tirador solitario en Lomas Taurinas, la prospección del crecimiento del país cada año, la creación de organismos de transparencia –o mejor dicho su conducción- con sus nombramientos estelares, las plataformas electorales cada seis años, y tantas acciones y eventos cotidianos a los que de inicio les regateamos nuestra confianza. La burra no era arisca, a base de mentiras, confabulaciones, simulaciones, fraudes, bribonadas, trampas, se hizo así.
Recuerdo a una viejecita que fue beneficiada por un programa de gobierno al pintar la fachada de su casa. Cuando los pintores hubieron terminado, ella les preguntó cuánto les debía. Un trabajador del ayuntamiento le respondió que nada, que no le iban a cobrar porque era un apoyo. Cuando se fueron los trabajadores, algunos vecinos le preguntaron qué le parecía el programa. “Yo no sé por qué no me cobraron, pero no creo que lo hagan de gratis… seguro algo quieren” y se metió a su casa cavilando.
Uno de los máximos retos y de las grandes trampas del actual gobierno es que muy pocos parecen creerle, menos parecen confiar y muchos están esperando cualquier error, cualquier pifia, para saltar tan rápido como un meme. Desde ese andamiaje es muy complejo operar porque desde ahí parece haber una única certeza: que nadie está aplaudiendo.