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MEXICO, DF, 22 de marzo del 2015.- La Secretaría de la Defensa Nacional organizó una fiesta para Quinta Carrera La Gran Fuerza de México, celebrada en punto de las 8:00 horas en el Campo Militar 1-A, ubicado en Lomas de Sotelo de la capital, acto en el que también se celebró el centenario de la Fuerza Aérea.
A pesar de algunas complicaciones técnicas que dificultaron la organización del evento que incluso obligaron a posponerlo una semana, cerca de 9 mil 500 corredores pusieron realmente a prueba su resistencia física en un circuito lleno de cuestas.
Con redobles de las diferentes bandas de guerra de los batallones que allí residen, el disparo de salida fue sustituido por dos helicópteros militares que marcaron el inicio de la prueba a los corredores de 10 kilómetros.
Además, como corresponde al evento, se entonó el Himno Nacional, al tiempo que un helicóptero dron sobrevolaba muy cerca de los atletas, quienes ya querían escuchar el disparo.
Momentos antes, el secretario de la Defensa Nacional, Vidal Soberón agradeció a los asistentes e indicó que el objetivo del evento es «acercarse a la población civil».
Esto hizo un ambiente peculiar, pues a pesar de convivir con hombres con uniforme de camuflaje, por todo el recorrido, algunos de ellos incluso armados, siempre se percibió la cordialidad y el respeto de su parte.
Además, durante el trayecto, se pudieron apreciar diferentes elementos alusivos a cuestiones militares: aviones, tanques, maquinaria, aparatos para entrenamiento militar, todos ellos apostados a ambos lados de la avenida que dibujaba la ruta.
Todo el trayecto fue amenizado por redobles de tambores emitidos por las bandas de guerra amenizaban a los atletas, quienes durante los primeros cuatro kilómetros debieron padecer una continua y desgastante subida.
Otros atletas invitados fueron los mismos militares, quienes se mezclaron con los civiles y también recorrieron los 10 kilómetros, pero ellos a su modo: ataviados con boina, uniforme militar, pesadas botas y el estandarte que los distingue.
Además todo el tiempo entonaron cánticos típicos del entrenamiento militar donde hacían referencia a su valor y destreza como paracaidistas, al tiempo que aludían a un encuentro con sembradores de marihuana en Guerrero. Durante seis o siete kilómetros fue difícil mantener su paso y, más aún dejarlos atrás.
Posteriormente, cuando el recorrido fue en descenso, se transitó por instalaciones que están a disposición de los militares para su vida cotidiana: unidades habitacionales, un centro comercial e incluso una escuela primaria. Todo lucia pulcro, como muestra de su disciplina. Sin embargo, quedó la huella del recorrido civil, pues como es tradicional en las carreras, cerca de los puestos de hidratación, los vasos son arrojados al piso.
Finalmente la última curva y una larga pendiente para llegar a la línea de meta. El sol brilla demasiado para las 9:10 horas, las piernas pesan, de hecho el fin de la ruta se encuentra 400 metros más adelante de la distancia pactada. Pero la multitud de acompañantes de los corredores animan a quienes ya no pueden, para que cierren la carrera con el resto de sus energías y posen adecuadamente para la foto en la meta.
El esfuerzo empleado ha sido severo, en la zona de recuperación se percibe a dos mujeres vomitando, víctimas de las pendientes. Además, otros asistentes aseguran que ha sido una de sus competencias más duras. Quizá por ello, los ganadores son los mismos que ya conoce el circuito, con tiempos que asombran: 15 minutos en 5 kilómetros y alrededor de 30 en los 10.
El mismo general Soberón se encargó de premiarlos y entregarles un estímulo económico.
Y así terminó la fiesta, no importó el cansancio de la ruta, ni las largas filas de hasta tres horas el día previo para recoger el paquete para el corredor o el corto tiempo que estuvieron disponibles las inscripciones, destacó el esfuerzo de los corredores y de los organizadores para mostrar ambos, su mejor cara y asumir un verdadero reto.