Historias Surrealistas
Nos recordaron el día de la madre
Como moscas en papel de estraza
El comercio nos dio en la madre
Con simulada ternura maternal, el pulpo mercantilista, cuyos tentáculos son cada día inmisericordes, hizo su agosto en mayo, y los consumidores, so pretexto de llevar a comer a la mamá o comprarle el regalo, cayeron como moscas en una trampa de papel de estraza encolado porque, avaros, cómo iban a untarlo de miel. O sea que, en la adoración a la madre, por el día de la madre, nos dieron en la madre, nos desmadraron. Y a ellos les fue a toda madre.
Cientos de miles de millones de pesos se embolsaron los comerciantes a costa de la madre, cuando la madre mexicana vale una madre, o sea cualquier madre.
Durante todo el año, la palabra madre es usada por los mexicanos con soez sentido: Puta madre, pura madre, chinga tu madre, una madre, cualquier madre, sin madre, vale madre y lo que a usted se le ocurra, que para darle sentido a las palabras los mexicanos se cuecen solos, son a toda madre, son desmadrosos, son valemadristas, no se desmadran. Y cuando se enojan, lo pueden mandar: ¡A chingar a su madre!
Pero llega la víspera del día de la madre, que en estos lares y bares se celebra el 10 de mayo, y los mexicanos y las mexicanas se salen de madre, enloquecen, se convierten en los hijos más dedicados a adorar, a venerar, a santificar, a poner en un altar a la madre que madrearon los 364 días que pasaron para una nueva celebración con mariachis, mañanitas y mucho desmadre.
Y lo hacen en grande. Vibra el país por el desmadre del día de la madre, desde la más encumbrada residencia, que simbólicamente es Los Pinos, la residencia del presidente de la república, que manda mensajes a diestra y siniestra para felicitar a las madrecitas mexicanas, hasta la choza más infame, en donde sobreviven las madres desmadradas por un sistema económico y social perverso, infame, injusto.
Podría usted contradecirme, amigo lector. Ciertamente, tiene usted toda la razón, hay aleccionadoras excepciones. No todos los mexicanos mientan madres, ni chingan a su madre, ni valen madre, ni mientan madres. Pero la idiosincrasia es valemadrista, aunque también en ocasiones es a toda madre para amar, adorar, las abnegadas, sufridas madrecitas mexicanas. No y no me estoy refiriendo a las madrecitas de las que las mujeres mexicanas llenan el bolso que las acompaña a la calle, especialmente al trabajo.
Hace algún tiempo un colega que acostumbraba – espero que aún acostumbre – me preguntaba: cuánto vale el cariño de una madre. Pues es invaluable, mi querido Javier. No es cierto, me respondía. El cariño de una madre vale una madre, hablando con doble sentido. O diciendo que vale mucho, o diciendo que no vale nada porque, en el argot cotidiano de los mexicanos, una madre es punto menos que nada, una pizca, una migaja.
Qué cosas tiene esto de la cultura, o la subcultura que es producto de la violación de las mujeres. Y estoy hablando en serio. Hace muchos años vinieron muchos europeos de lo peorcito, entre soldadesca y curas destripados en sus conventos, que materialmente violaron a las indias, a las bellísimas mujeres de los pueblos americanos.
Si amigos, puedo decir que aquellos españoles vinieron no sólo con la espada desenvainada, sino con el pene en ristre y se encargaron de repoblar estos territorios, luego de que masacraron a los indios por equis o por zeta razones, principalmente porque no eran seres humanos, sino entes que se movían y hablaban y escuchaban y aprendían el español y a rezarle al dios y los santos europeos, pero que no tenían alma.
Y de esa cruzada salieron muchos que superaron al padre y se volvieron machos. Millones de machos andan ahora por este mundo mexicano, y un grupito de ellos se apoderó de la política y del gobierno. Y siguieron desmadrando las riquezas de la nación, siempre para llevárselas a otras naciones, como ocurre exactamente ahora. O sea que le dieron en la madre al país, lo desmadraron, y se llevaron entre las patas a su santa madre.
Sólo les quedó, gracias a Rafael Alducin, el creador de Excélsior, el día de la madre. Para sentirse a toda madre porque pueden comprarle un arreglo florar a su santa madre, y explotar a millones que, durante el año, sólo se acordaron de su madre porque se algún desmadrado se las mentó: chinga tu madre. Qué duro este lenguaje, ¿verdad, mi querido lector? Pero es la pura neta. Es la madre de todas las madres, como aquella madre de todas las batallas.