Libros de ayer y hoy/Teresa Gil
Elecciones, sin la fiesta en paz
La toma de Chilapa por “guardias blancas” (ilegales) disfrazados de “guardianes comunitarios”, los constantes choques armados en Jalisco, Michoacán y Tamaulipas, así como las amenazas de grupos radicales de izquierda de impedir las elecciones del elecciones del 7 de junio son muestra que el escenario político de México es conflictivo.
Es cierto que México no es una nación en llamas, pero lejos está de ser la nación en paz que imaginan autoridades y grupos de poder. En su afán de conciliar, en lugar de tomar un posición firme con la ley en la mano, el gobierno nacional y varios estatales ceden ante líderes corruptos de la CENTE y otras mafias sindicales en Guerrero, Michoacán y otros lugares, por eso se suspendió la evaluación del magisterio y con ello se enterró la reforma educativa.
No importa el costo, el gobierno quiere tener la fiesta electoral en paz, lo cual es un deseo que comparte toda la sociedad. Pero la verdad es que nada garantiza que el 7 de junio los grupos mafiosos se comporten y dejen a la población votar en paz. Si algo distingue a los criminales y a los radicales de izquierda, esos que mueven los hilos de la protesta de los padres de familia de Ayotzinapa o que llevan a “guardias blancas” (civiles armados ilegalmente) a Chilapa a secuestrar gente, es que no tienen palabra de honor, por el contrario negocian, ganan y vuelven a lo suyo, la amenaza, el chantaje y la violencia social (toma de casetas, quema de autos, bloqueo de caminos y muchos más).
México no es un territorio sin gobierno, es un hecho, la mayoría del suelo nacional está bajo control de las autoridades y la convivencia pacífica de los ciudadanos es una realidad. Pero, siempre hay peros, esto no quiere decir que la inseguridad, de una y otra fuente, no sean un peligro real para los comicios. Las autoridades deben tomar cartas decididamente en el asunto y hacer valer la ley, si confían que todo vaya bien el 7 de junio con solo esperar que los malos se porten bien nada está garantizado.
Hasta hora la amenaza contra la paz electoral es un hecho, sin que esto sea augurio de que habrá golpes, heridos o cosas por el estilo, ojalá y no.
Aunque el riesgo de conflictos montados por los radicales o los criminales es un asunto latente en las zonas rojas identificadas por las autoridades, que no parecen tener plan B si algo sale mal. En fin, la tarea de los ciudadanos es simple y valerosa: salir el domingo e ir a las casillas, votar por el partido que quieran, el candidato independiente si les satisface, anular su voto o votar en blanco. Lo que sea es bueno, salir a la calle e ir a votar es un voto efectivo en contra de delincuentes y quienes amenazan la democracia en México.
Hojas extraviadas
A principios de los 90, en las elecciones presidenciales en que los colombianos eligieron a Álvaro Uribe, llegamos, con otros dos enviados mexicanos a Bogotá para cubrir la nota en medio de estallidos de bombas del narco e inestabilidad política. El día de los comicios, las calles bogotanas estaban llenas de soldados armados hasta los dientes, carros con más militares y tanquetas y carros artillados en los centros de votación (que agrupan varias casillas). La tensión que se sentía la noche anterior, desapareció, al lado de los soldados los colombianos hacían fiesta, se juntaban en pequeños grupos, cantaban y bailaban, echaban porras (a la colombiana), es decir hacían proselitismo político en las mismas puertas de las casillas. Realmente festejaban, conservadores, liberales e izquierdistas por igual. Así, trabajaban para fortalecer su democracia y vencer a los enemigos que tenían en común los violentos del crimen y la narco-guerrilla. Es tiempo que en México se reconozca al enemigo común y la elección sea una fiesta democrática.